El libro estaba escrito en forma de cartas que supuestamente enviaba un psicoterapeuta a una amiga. Este terapeuta imaginario se llamaba, en el libro de Groddeck, Patrick Troll.
Medio siglo después, casi accidentalmente, me topé yo mismo con Groddeck, con Troll y con El libro del Ello. He leído ese libro decenas de veces y siempre encuentro algo bueno, algo nuevo, algo que me sirve; y siempre obtengo placer en releerlo.
Hace unos años, durante una de mis incursiones fascinantes en El libro del Ello, se me ocurrió fantasear… ¿Qué escribiría Groddeck en la década del 80 si planeara un nuevo libro? ¿Serían sus conceptos tan psicoanalíticos?
En mi fantasía, me contesté que no y seguí…
Groddeck ha muerto y Patrick Troll murió con él. ¿Qué cartas escribiría hoy un descendiente de aquel imaginario Patrick Troll? porque esto que sigue es, para mí, lo mejor que yo conseguí escribir en toda mi vida. Es mi manera de definir el amor entre dos amigos, el amor entre hermanos, el amor entre padres e hijos, el amor en una pareja, el amor…
Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten.
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que HOY contás conmigo…
Sin condiciones.
Jorge M. BUCAY
Para este momento, mis ganas de encontrarme con ese libro crecían rápidamente.
Una noche de noviembre de 1982 me senté frente a un cuaderno y sin pensar demasiado -porque no lo hago muy bien- me puse a escribir la primera carta de ese libro fantaseado.
Podría repetir hoy los pensamientos de aquella noche:… Imagino que soy un descendiente de Georg Groddeck (¿acaso de alguna manera no lo soy?)… o mejor, un descendiente de Patrick Trol, aquel maravilloso terapeuta de El libro del Ello… Imagino que le escribo a una ex-paciente… ahora gran amiga… ella se ha ido… está lejos… aun así yo la recuerdo vívidamente… se llama… se llama Claudia… como mi hija… quizá más que eso… quizás esta Claudia sea en realidad la Claudia que será mi hija dentro de pocos años… "Claudia: cierro los ojos y te veo…"
Cuando terminé de escribir esa primera carta, encendí un cigarrillo y la leí tratando de olvidar que era mía (hoy me pregunto si lo era)…
Me encantó.
Me di cuenta de que había hecho algo muy placentero. Me di cuenta de lo útil que era, para mí, escribir.
Y seguí…
Las cartas salieron de mí con fluidez, una tras otra. Y aquí están.
La única ficción en este libro es mi parentesco con Patrick Troll. Los demás hechos, todos ellos, pertenecen a mi vida y los conceptos que aquí afirmo son verdaderos para mí, o dicho con más precisión, lo eran cuando estas cartas fueron escritas.
CARTA 1
Claudia: mirada
Cierro los ojos y te veo. Con tu misma mirada inteligente y escrutadora, tu pícara sonrisa, tu rostro hermoso.
¡Qué agradable recibir tu carta! ¿Cuánto hace que te fuiste del país? ¿Dos años, tres? A veces, me parecen siglos y otras, tengo la sensación de que fue ayer cuando te vi subir al avión rumbo a una nueva etapa de tu vida…
¿Te acordás? Ese día, en nuestra despedida, te regalé El libro del Ello. En la primera página te escribí: "La salud consiste solamente en darse cuenta de que lo que es, es".
Y bien… es cierto, ese Patrick Troll que firma las cartas del libro era mi bisabuelo paterno. Como de costumbre, tu capacidad asociativa y tu intuición funcionan a las mil maravillas. Siempre creí que este "conocimiento" que tenés de las cosas es uno de tus más encantadores dones.
Mientras escribo esto, aparece ante mí la imagen de mi bisabuelo. Envidio su talento, su brillantez, su originalidad y sobre todo, su capacidad creativa.
Es maravilloso leer sus cartas y darse cuenta de que todo eso fue escrito prácticamente sin tener conocimientos de las teorías freudianas respecto de la estructura de la personalidad, el inconsciente o el psicoanálisis mismo.
Para su época, bisabuelo era un precursor, un agente de cambio. Sus apreciaciones, indudablemente psicoanalíticas, aunque él no lo supiese o se empeñara en negarlo eran, en ese momento, otro de los símbolos de la transición entre la era victoriana y el comienzo de la era industrial.
Lo revolucionario de la teoría psicoanalítica fue de tal magnitud que aún hoy día, muchos de mis colegas siguen creyendo válidas, a pie juntillas, aquellas apreciaciones básicas y siguen considerando absolutamente intocables aquellos arcaicos conceptos terapéuticos.
¡Qué petulante! Me siento como si estuviera cometiendo una herejía.
Yo, con mis treinta y tres años y dándome el lujo de criticar a "mis mayores"…
Bueno, ¿y por qué no? Después de todo, si este mismo razonamiento hubiera frenado a Freud, a Groddeck o a Troll, no hubiésemos tenido acceso a su sabiduría.
Vamos… ¡adelante!… que si bien es dudoso que haya en esto que digo alguna sabiduría, no es menos dudoso creerme que yo sea capaz de frenarme para no cometer "herejías"…
Lo concreto es que "poco a poco" me he dado cuenta de lo anticuado de todo el funcionamiento de sus teorías. El psicoanálisis se me ocurre como un motor Ford 39 puesto a impulsar una carrocería 1984. Es cierto que es un excelente motor y que con una pequeña adaptación podría impulsar ese auto. Pero no es menos cierto que no siempre será lo mejor, que difícilmente será lo más efectivo, que nunca será lo más rápido.
No por eso vamos a olvidar que sobre ese motor se desarrollaron todos los otros, repito: todos los otros.
Como de costumbre, ninguna postura absoluta me es útil para transmitirte lo que quiero.
No me gustaría que creyeras que soy un equilibrista, quiero decir alguien que busca el equilibrio. ¡No! Equilibrio es estatismo, es igualdad, es indiferenciación, es muerte. No hay ser humano más equilibrado con su medio ambiente físico-químico que un cadáver.
Más bien soy un amante de la armonía, un enemigo de los absolutos y un enamorado de la posibilidad de que A y anti A coexistan en interdependencia. ¿Recordás el símbolo del Yin y el Yang? la completud, el todo. El círculo representa la totalidad.
Desde una mirada estática, este todo no es más negro más blanco. Hace falta del negro y del blanco (los opuestos) para integrar un todo. Y lo que es más interesante, mirando el antiquísimo símbolo, notamos que ni todo lo blanco es blanco (contiene un punto negro), ni todo lo negro es negro (pues contiene un punto blanco).
Si a esta visión estática le agregamos el movimiento, lo contemplamos dinámicamente, podremos imaginar que el
punto blanco en lo negro y el punto negro en lo blanco se agrandan, ocupando cada vez más espacio del color opuesto. Llegará un momento en que todo lo que era blanco será negro y viceversa; pero es sólo un instante, porque al siguiente, un punto negro nace en lo blanco y un punto blanco nace en el mismísimo centro de lo negro.