Nada es absoluto… nada es permanente… (ni siquiera esta frase).
Después de todo, no hay luz sin oscuridad; no hay valor sin miedo; no hay cerca sin lejos; nada existe sin su opuesto. Ya me siento como cuando nos encontrábamos en el consultorio, dejando correr mi ser, siendo ahora. Sin ocuparme de ser coherente o comprensible o ninguna otra cosa. Simplemente siendo.
A veces, cuando consigo esto, dejarme ser, me contacto con una sensación de plenitud, de paz y de amor que amplía mi conciencia hasta trascender de mí.
Lo que me abre esta puerta es el no condicionamiento, es el no pensar, es el no prever…
Y ahora me doy cuenta de que es el no. Es decir, la nada, el vacío fértil. El único lugar desde donde puedo recibir todo porque tengo espacio para todo. Kashnamurti escribe:
«UNA TAZA SOLO SIRVE CUANDO ESTA VACIA" Recuerdo ahora la sensación de confusión que sentí la primera vez que leí esto. No conseguía entender qué significaba. (Cuántas veces me he perdido en la búsqueda del significado, tratando de encontrarlo a través del intelecto, de mi parte computarizada:
¡Boing! ¡Bing! ¡Strup! -¡Qué horror!-)
Entonces, la salida fue -como otras veces- sentirme taza. imaginarme a mí mismo como una taza. Una taza llena… Llena de leche, pensé… La leche es algo útil, nutritivo, importante, vital. ¿De qué otra cosa podía imaginarme lleno yo en mi omnipotencia? Me imaginé llevando mi contenido donde fuera más útil. Pero, ¡oh, sorpresa!… no podía darlo sin vaciarme y si lo hacía, dejaba de ser la taza llena… Y lo que me hizo sentir peor: yo sólo podía servir para esa leche, caliente o fría, recién ordeñada o podrida…
¡No! No era eso lo que quería para mí. No es eso lo que quiero ahora para mí. Quiero vaciarme…
Para poder llenarme…
Para no estar nunca lleno…
Para ser la esencia de mí mismo. Para vivir…
Ojalá puedas seguir mi delirio cuando leas esta carta… Aunque después de todo, quizás no sea importante, Quizás, más que decirte, me digo y vos seas sólo una excusa, la más hermosa excusa para dejarme ser en este momento, aquí y conmigo.
CARTA 2
¡Parece que seguís creyendo que los porqués sirven para algo!
Bueno, en realidad, para algo sirven… Sirven para dar explicaciones… para justificarme…,
para no responsabilizarme de mis cosas… para esconderme detrás de las palabras… para excusarme…
para evitar mi sentir…
para relativizar mi presente a mi pasado… para no vivir aquí y ahora.
¡Qué diferencia con las preguntas más constructivas de ¿cómo? ¿qué? ¿cuando? o ¿para qué?…!
A veces, pienso que el porqué es el gran vicio del psicoanálisis. En su eterno retornar al pasado se parece a la arqueología: una gran construcción fantaseosa basada en suposiciones y en "hallazgos" que alimentan tales suposiciones.
– ¿Cómo "suposiciones"? ¡La historia es una realidad! -Bueno. Demostráme que existió realmente 1942. -Te podría mostrar libros que datan de entonces.
– ¿Sería una prueba fehaciente? -Bueno, prueba… prueba…, no.
– Vengamos más cerca. ¿Qué podrías hacer para demostrar que existió el mundo hace 100 años?
– Te puedo mostrar fotos, recortes de diarios, ropas… -¿Lo mismo para tu vida?-
– Lo mismo, más mis recuerdos.
– Bien. Intentá pensar el mundo tal como lo conocés, el mundo con todo lo que contiene, incluyendo ruinas, fotografías, libros y aun tu propio recuerdo… Este mundo que lo incluye todo es real, es aquí y ahora. ¿Podrías demostrar certeramente, sin lugar para la más mínima duda, que este mundo no fue creado hace cinco minutos?
– (Confusión)… Demostrar, creo que no, ¡pero todavía tengo mis recuerdos!
– En primer lugar, tus recuerdos podrían ser falsos recuerdos, podrían haber sido inducidos de manera artificial.
Nietzsche cuenta que la memoria y el orgullo peleaban: la memoria sostenía que había sucedido y el orgullo que no podía haber sucedido así. Se miraron… ¡y la memoria se dio por vencida!
En última instancia nuestro pasado es una suposición, una fantasía, una explicación de cómo los hechos llegaron a ser los actuales.
Además, tus recuerdos son aquí y ahora. No allí y entonces.
El recuerdo es útil -es cierto-, a veces es útil. Pero no lo es cuando apoyo mi vida en él. Cuando dependo de él, cuando digo "a mí me lo enseñaron así…" «siempre lo hice así…"«en mi casa era así…"
Un ejemplo de Thomas Harris:
(En casa de la pareja) un hermoso jamón al horno que ha cocinado la esposa para su marido por primera vez.
¿Para qué le cortaste la punta? (él lo prueba).- Está exquisito-
ELLA.- El jamón asado al horno se hace así.
EL.- Eso no es cierto, yo he comido otros jamones enteros.
ELLA.- Puede ser, pero con la punta cortada se cocina mejor.
EL.- ¡Es ridículo! ¿Por qué?
ELLA (duda).- Mi mamá me lo enseñó así.
EL.- ¡Vamos a casa de tu mamá!
(En casa de la madre de Ella)
ELLA.- Mamá, ¿Cómo se hace el jamón al horno?
MADRE.- Se lo adoba, se le corta la punta y se lo mete al horno.
ELLA (a El)..- ¡¿Viste?!
EL.- Señora, ¿y para qué le corta la punta?
MADRE (duda).- Bueno… el adobo… la cocción… ¡mi madre me lo enseñó así!
EL.- ¡Vamos a la casa de la abuela!
ACTO TERCERO (En casa de la abuela de Ella)
ELLA.- Abuela, ¿cómo se hace el jamón al horno?
ABUELA- Lo adobo bien, lo dejo reposar tres horas, le corto la punta y lo cocino a horno lento.
MADRE (a El).- ¡¿Viste?!
ELLA (a El).- ¡¿Viste?!
EL (porfiado).- Abuela, ¿para qué se le corta la punta?
ABUELA.- Hombre, ¡le corto la punta para que me pueda entrar en la asadera! Mi horno es tan chico que…
(Cae el telón)
El ejemplo es, para mí, gráfico y concluyente.
Ahora el problema cambia: ¿Cómo diferencio el recuerdo útil, de la estupidez? ¿Cómo separo el aprendizaje y la experiencia, del prejuicio (etimológicamente: juicio-previo)?
Quizás éste sea el más trascendente de los desafíos para quienes intentamos vivir nuestras vidas en conexión con el aquí y ahora.
Me doy cuenta de que sólo puedo aportarte algunos elementos:
1.- La experiencia es vivida en forma global, por toda la persona (holísticamente, como diría Perls). El prejuicio es solamente intelectual.
2.- La experiencia puede ser cuestionada por mí permanentemente, sin conflictos. El prejuicio es concluyente, no admite revisiones.
3.- La experiencia me contacta con el episodio que vivo. El prejuicio es evitador.
4.- En resumen: la experiencia enriquece mi campo sensible, mi sentir, mi vivenciar, mi imaginar… El prejuicio me achica, me encapsula. El prejuicio es, en una palabra, un condicionamiento.
Volvamos al principio.
Si la idea de salud incluye la de libertad, no podemos hablar de terapia sin el concepto de desacondicionar.