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Tal como te dije, el proyecto es la respuesta a un deseo -"Esto quiero", "me gustaría", "tengo ganas"

En cambio, la expectativa se relaciona con una necesidad: -“Necesito", "es imprescindible para mí- o, en general con algo que siento y que creo es una necesidad aunque en realidad no lo sea.

Esto de la necesidad es otra trampa de la familia del tengo que, ¿te acordás?

Paciente: Necesito hablar con Marta.

YO: ¿Necesitás?

Paciente: Sí, es imprescindible para mí,

YO: ¿Qué pasaría si no lo hicieras?

Paciente: Y… me sentiría muy mal.

YÓ: ¿Se pondría en juego tu existencia?

Paciente: Sí.

YÓ: Yo no te creo.

Paciente: Bueno… tanto como mi existencia… no.

YÓ: Compará tu necesidad para con Marta con tu necesidad de oxígeno, por ejemplo.

Paciente: Claro, es diferente.

YO: ¿Podrías decirlo de otra manera, entonces?

Paciente:… Me gustaría hablar con Marta.

Yo: Otra.

Paciente:… Es importante para mí hablar con Marta.

Yo: Otra.

Paciente: Me haría bien hablar con Marta.

YO: Aquí aparece otra vez el prejuicio. ¿Te haría bien? ¿Y sí Marta te manda a la mierda? ¿Te haría bien?

Paciente: Está claro, pero yo quiero hablar con ella.

YÓ: Repetí eso.

Paciente: Quiero hablar con ella.

YÓ: ¿Cómo te suena?

Paciente: Bien. Muy bien.

Yo: Tratá de darte cuenta si detrás de tu aparente necesidad, no te escondés de vos mismo. Cuando decís necesito no te hacés responsable (responsabilidad, etimológicamente significa: capacidad para responder). La necesidad parece algo que está fuera de mí. No tiene nada que ver conmigo. Me someto a algo que es imprescindible para mí. Yo quiero, en cambio, es una expresión comprometida con todo mi ser.

Yo quiero implica una elección.

A partir de todo este razonamiento surge con claridad que cuando necesito, creo una expectativa. No hay un plan de acción en relación con ella, sino sólo una actitud dual frente a lo que pasará: por un lado, la ansiedad de que algo suceda y, por otro, el miedo de que no suceda.

A partir de vivir mis deseos como necesidades, la consecuencia de que "no suceda" parece mi aniquilación.

De paso, éste es un buen ejemplo de cómo me invento un miedo.

El miedo es siempre un invento del pensamiento, "una frustración del pasado, fantaseada en el futuro".

Si, tal como te decía, lo único real es el presente, todo lo depositado allá, en el pasado o en el futuro, es producto de mi pensamiento y, como tal, no existe.

Estamos entrenados para fortalecer la esperanza, una trampa social en la cual solemos caer con mucha facilidad.

Si nos rebelamos, la consecuencia fatídica que nos Prometen es la "desesperanza", que no consiste en la falta de esperanza sino mas bien en un interminable péndulo entre la esperanza y la certeza de su no realización.

Realmente, este castigo es una tortura sin fin.

Sin embargo, existe una tercera posibilidad: la auténtica desesperanza. Es decir, la falta total de expectativas; no esperar nada de mi futuro.

Permitir que cada cosa que suceda me sorprenda; vivir cada instante de mi existencia, sin anticipación; sentir el presente (aquí y ahora).

Claro, si nos detenemos en esta idea, diremos: "¡Es muy difícil!". Sí, es muy difícil. ¿Y?

Seguro que es más fácil no comprometerme con la realidad. Es más fácil huir hacia el pasado o hacia el futuro. Es más fácil enfrentarme con cada situación habiéndola fantaseado cien veces antes, habiendo chequeado previamente todas sus alternativas… y mejor si fueron mil veces… ¿y qué tal un millón?

Por qué no dedicarse sólo a planificar… fantasear… ¡Pensar!… y sus derivados como: pedirle al buen Dios o al destino que no nos olviden; anticipamos mediante profecías, astrología o adivinación y así estar siempre bien preparados (pre-parados) para lo que nos sucederá.

Tengo la misma sensación que frente al mismo chiste del señor que visitaba un sanatorio psiquiátrico y veía a los pacientes que se zambullían en la pileta al grito de "¡Qué lindo va a estar el jueves!". El señor se acercó al enfermero y le preguntó:

– ¿Qué va a pasar el jueves? Y éste le contestó:

– ¡El jueves llenarán de agua la pileta!

CARTA 11

Claudia:

"La felicidad consiste en permitir que todos los sucesos sucedan».

Lo escribió Barry Stevens. Ahora lo escribo yo… Ahora lo hago mío…

Ahora es mío.

"La felicidad consiste (Sí!) en permitir que todos los sucesos sucedan'.

CARTA 12

Amiga mía:

Es verdad, vivir no es fácil… pero es hermoso, y es el ser tan hermoso lo que lo hace fácil.

Cuando todo se complica y sale mal, me sirve observar los hechos y asistir a ellos, sin esforzarme por las actitudes heroicas. (No creo en heroicidades).

Casi siempre algo sucede. Y si me tomo tiempo… asisto al siguiente instante, donde encuentro que un pedacito de todo eso que salió mal me sirve; algo de ello me enriquece; toda la situación me hace crecer.

Supongamos por un momento que es cierto que te equivocaste.

¿Y? ¿Qué te pasa con tus equivocaciones? Vivís tus equivocaciones como errores. Errar es fallar.

Fallar implica una expectativa previa de acertar. Una expectativa es un prejuicio.

Un prejuicio es un condicionamiento.

Un condicionamiento es una puerta que me cierro. Si vivís tus equivocaciones como errores, te cerrás puertas.

Equivocarme es una parte de mi proceso de aprendizaje (sin equivocación no hay crecimiento).

Equivocarme es una manera de hacer algo en forma nueva, una manera de crear. Equivocarme es darme cuenta de mi coraje y a veces, por qué no, darme cuenta de mis partes estúpidas.

¡Mis partes estúpidas!… Conozco pocas personas tan estúpidas como yo cuando soy estúpido. Y lo peor de todo (o lo mejor de todo) es que en general me divierto tanto cuando soy estúpido, que entro en realimentación y mi estupidez se prolonga, se prolonga y se prolooooooongaaaaaaa…

La única razón que encuentro para fastidiarme con mis equivocaciones es el temor a la crítica; que los demás me critiquen, que se den cuenta (¡Qué horror!) de que no soy perfecto, ¿cómo puedo decepcionarlos de esa manera? ¿será que yo me creo que soy perfecto? ¿Seré yo el que podría resultar decepcionado?

Después de todo, nunca estoy seguro de que las críticas de los demás sean para mí. Quizás cuando me criticás, estás criticando, en realidad, a las partes mías idénticas a las que no te gustan de vos.

Esto suena coherente.

Cada vez que algo del otro me molesta, me fijo cuánto de mío hay en su actitud.

Me irrita lo que él hace cuando yo también lo hago, cuando podría hacerlo. Y también cuando lo haría pero no me lo permito.

Dice Prather:

"Una piedra nunca me irrita, a menos que esté en mi camino".

De paso, este es un excelente método (¿método?) para buscar dentro de mí las partes que no dejo salir.

¿Qué cosa mía está metida en el medio, para que la actitud de Fulanito me moleste tanto?

A partir de esta pregunta, mi crítica para con el otro es mucho más adecuada, pues finalmente no es para él, es para mí y yo me cuido mucho y trato de ser muy suave conmigo.