Trató de consolarse, pensando que si había podido vivir en un feudo cerrado durante tantos años, también se adaptaría a ese otro experimento. La rebelión, por el momento, tendría que ser secreta. ¿No era lo que le habían enseñado? En su país, tales eran las reglas del juego: ocultar, mentir, simular… Por eso no había nada que hacer. Lo mejor sería fingir y seguirle la corriente a toda esa locura. Después de todo, Cuba era también una inmensa casa de juegos donde no valía la pena preguntar, porque nunca obtendría la verdadera respuesta.
Coral Cables, 1996
Daína Chaviano
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