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– Eh, que lo hice porque un hombre tiene que trabajar para ganarse la vida.

Will se rió.

– ¿A eso que haces tú lo llamas trabajar? -se burló-. Te voy a dar yo a ti trabajar -añadió tomando una cuerda-. A ver si todavía te acuerdas de algo.

Grant aceptó la cuerda.

– A ver si atrapas a una de las pequeñas y la marcas -lo retó Will.

– Hace años que no hago esto -contestó Grant comenzando a mover la cuerda.

– Claro, lo que pasa es que no te quieres estropear la manicura, ¿verdad? Anda, trae acá, que estás hecho un señorito.

– Apártate, vaquero -le advirtió Grant en tono de broma-. Ahora verás.

A continuación, fue hacia el ganado. Will sonrió y le guiñó el ojo a Callie.

– Ven aquí -le dijo guiándola detrás de la valla por seguridad-. Ya verás.

Grant lo hizo muy bien. Will le fue explicando a Callie lo que estaba haciendo en cada momento. Cuando Grant hizo caer al suelo a una de las reses y le ató las patas, Callie hizo una mueca de disgusto y se mordió el labio y, cuando Grant la marcó con el hierro al rojo vivo, tuvo que cerrar los ojos.

– ¿Eres de Texas? -le preguntó Will con escepticismo.

– Sí, soy de Texas -contestó Callie echándose el pelo hacia atrás y levantando el mentón con mucha dignidad-. Nacida y criada en Texas.

– En Dallas, supongo -dijo el capataz sacudiendo la cabeza.

– Sí, soy de la ciudad -admitió Callie-. Sin embargo, por lo visto mi padre fue campeón de varios rodeos -añadió, hablando de algo de lo que jamás había hablado.

Will la miró alucinado.

– ¿De verdad? ¿Cómo se llamaba?

Callie se encogió de hombros.

– Nunca me lo dijo. Mi madre me lo dijo una vez y lo escribí en algún lugar. Supongo que, si algún día lo necesitara para algo, lo encontraría.

– Entiendo -contestó Will-. Fue una de esas situaciones de «si te he visto no me acuerdo», ¿no?

– Lo has pillado al vuelo.

A continuación, se quedaron en silencio durante unos segundos, observando a Grant, que estaba haciendo un gran esfuerzo. ¿Quién le iba a decir a Callie que se iba a casar con un vaquero? Aquello la hizo sonreír.

Cuando la pobre ternera se puso en pie a toda velocidad y salió huyendo de allí para alejarse de aquellos locos, Will se giró hacia ella de nuevo.

– He oído que Grant y tú os vais a casar -comentó.

– Efectivamente.

– Te aseguro que no podrías casarte con un hombre mejor. Te hará estar orgullosa de él. No lo dudes.

Callie percibió la sinceridad de sus palabras y la vio en sus ojos.

– Supongo que tienes razón.

Will asintió.

– Vamos a tener que enseñarte a montar a caballo y a ser una mujer de rancho.

Callie intentó sonreír.

– ¿Es imprescindible?

– Por supuesto. Vas a ser una Carver. Tienes que sentirte a gusto en el rancho y saber cómo funcionan las cosas por aquí.

No era aquello lo que Callie había pensado.

– ¿Jan sabía hacer las tareas del rancho? -preguntó preocupada.

¿Por qué demonios pensaba tan a menudo en la primera mujer de Grant?

– No, la verdad es que no sabía -contestó Will en absoluto molesto por la pregunta-. Y, si quieres mi opinión, debería haberse esforzado un poco más. Tú pareces más inteligente. Supongo que entenderás que los compromisos se deben hacer en todos los aspectos de la vida, incluso si estamos hablando de marcar al ganado. No puede ganar siempre uno de los dos miembros de la pareja. Tienes que desarrollar tu intuición para saber cuándo tienes que ceder y cuándo te tienes que mantener firme. Exactamente igual que Grant acaba de hacer ahora mismo con la ternera.

En aquel momento, Grant llamó a su amigo y Will fue hacia él. Callie se quedó donde estaba, reflexionando sobre lo que le acababa de decir Will. Jamás habría pensado que un vaquero le iba a dar una lección de vida, pero eso era exactamente lo que acababa de hacer Will Jamison.

A Callie le había gustado aquel hombre y le agradecía el consejo. Seguramente, sería un gran aliado en el futuro.

Grant se reunió con ella con la ropa sucia, pero encantado.

– Todavía soy capaz de marcar una ternera -proclamó orgulloso-. Lo cierto es que podría volver a hacerme cargo del rancho y seguro que iría mucho mejor de lo que va ahora -bromeó.

Por supuesto, aquello hizo que Will contestara y se quedaron charlando un rato. A continuación, Grant le pasó el brazo por los hombros a Callie para volver a casa. Mientras lo hacía, seguía hablando con su amigo. Cuando Callie se dio la vuelta, pilló a Will con los pulgares en alto, haciéndole una señal inequívoca a Grant de que le gustaba la mujer con la que había elegido casarse.

Aquello hizo que Callie se sintiera muy bien.

Una vez en casa de nuevo, Grant se duchó y Callie lo esperó.

– Rosa dice que la comida estará dentro de media hora -anunció Grant al salir de la ducha.

– ¿Y qué hacemos hasta entonces?

Grant se quedó pensativo.

– Ven, te voy a enseñar mi habitación -contestó con una mirada lujuriosa que era pura broma.

Capítulo 6

¿PARA QUÉ? -le preguntó Callie. Grant sonrió y la agarró de la mano. -Porque me apetece enseñarte mis cosas.

– ¿Qué me quieres enseñar exactamente? -insistió Callie frunciendo el ceño.

– No lo sé, mis trofeos -contestó Grant-. Venga, vamos.

Todo aquello había sido una broma, así que Callie lo siguió tan contenta hasta una habitación muy grande que daba al jardín trasero. En el medio de la estancia había una cama gigante.

– Vaya, qué cama más grande. Se podría hacer una fiesta en ella -comentó Callie.

Se ruborizó cuando Grant se rió haciéndole darse cuenta de la segunda lectura que tenían sus palabras.

– Es una pena que fuera tan tímido de joven y que nunca se me ocurriera la posibilidad -se lamentó Grant.

Callie lo miró con escepticismo.

– ¿Tímido tú? Ya.

Callie se sentó en el borde de la cama y miró a su alrededor. Había balones de baloncesto, guantes de béisbol, una tabla de snowboard, una bicicleta de carreras, trofeos y estandartes.

No cabía duda de que aquella habitación había sido de un chico. En un abrir y cerrar de ojos, Callie se imaginó la cantidad de amigos y de fantasías que habrían pasado por allí durante los años.

– Esto es una locura -comentó Callie mirándolo-. ¿Cómo me voy a casar contigo si no te conozco de nada? No sé cómo eres realmente -añadió frunciendo el ceño-. No sé si has sido un chico serio o un ligón empedernido, no sé si pagas tus impuestos o… o si te dedicas a rescatar burros cuando nieva. ¿Quién eres?

Grant se quedó mirándola fijamente.

– En Texas, no suele nevar -contestó.

Callie se mordió el labio para no reírse, se puso en pie y comenzó a mirar los artefactos que había repartidos por la habitación.

– Cuéntame algo que no sepa -le dijo tomando una fotografía de Grant con uniforme de fútbol-. Cuéntame cómo eras cuando eras pequeño -añadió dejándola en su sitio.

– ¿Cuando era pequeño? Era un genio, por supuesto -contestó Grant encogiéndose de hombros.

– Por supuesto -comentó Callie hojeando los libros que tenía en las estanterías-. Cuéntame más cosas.

– Bueno, veamos -contestó Grant poniéndose serio como si estuviera intentando recordar-. Por supuesto, fui boy scout, así que ayudé a cruzar la calle a un montón de ancianitas y me dieron muchas medallas.

– ¿Qué más?

– No hay mucho más.

– Venga, haz un esfuerzo. Necesito saber más cosas sobre ti -insistió Callie.

Grant se encogió de hombros y comenzó a hablar como si fuera un locutor de radio.

– Siempre se me dieron bien los estudios, sacaba muy buenas notas en todas las asignaturas, iba andando al colegio en mitad de la nieve.