– Lo cierto es que la que más me necesita es Molly -comentó.
Al instante, a Grant se le ensombrecieron los ojos y desvió la mirada, como siempre que hablaban de la niña. Aquella reacción molestaba mucho a Callie, pero no tuvo ocasión de preguntarle nada porque Grant ya estaba hablando de un par de viajes de negocios que tenía que hacer.
Tras recoger la mesa, se sentaron a tomar un café y a hablar durante "media hora.
– Callie, ¿no te parece que deberíamos volver a ponernos manos a la obra? -le preguntó Grant de repente.
Callie lo miró asombrada.
– ¿Te refieres a…?
– Sí, a eso me refiero.
– ¿Estás seguro? -le preguntó Callie mirándolo a los ojos.
– ¿De qué?
Callie tomó aire.
– No sabía si me deseabas.
– Callie, mírame. Te deseo. No lo dudes. Me tendría que haber puesto un cartel en la frente que dijera: «Deseo a Callie».
Callie sonrió.
– ¿Estás seguro?
– Estoy seguro.
Callie se encogió de hombros y dejó la taza de café en el fregadero.
– Muy bien, entonces. ¿En tu habitación o en la mía?
Grant se puso en pie, la tomó en brazos y la condujo a su dormitorio.
– Te voy a enseñar cuál es tu sitio en esta casa -contestó.
Callie se rió a carcajadas mientras Grant la depositaba en el centro de su cama y siguió riéndose mientras se quitaba la blusa y el sujetador, pero, cuando sintió los labios de Grant en uno de sus pezones, dejó de reírse y se convirtió en la mujer apasionada que había aprendido a ser en el Caribe.
Una hora después, con las luces apagadas y la casa cerrada, Grant se dio cuenta de que se sentía bien por primera vez en todo el día.
Le gustaba cómo olía el pelo de Callie y lo suave que era su piel, le encantaba sentir sus piernas entrelazadas alrededor de sus caderas y sus dedos en sus hombros. Y los gritos que daba al llegar al orgasmo lo volvían loco.
De repente, se encontró pensando que Jan nunca había sido tan apasionada, hacer el amor nunca había sido nada importante para ella. Callie, sin embargo, se entregaba por completo.
Al instante, se dijo que debía apartar aquel pensamiento de su mente. No debía hacer comparaciones. No estaba bien y no era justo.
Lo importante era que se sentía saciado y satisfecho, como un gato panza arriba al sol. Hacer el amor con ella era algo tan maravilloso que no había pensado en que Callie pudiera querer irse.
Sin embargo, sintió que se escapaba de la cama y se ponía la bata. Grant se quedó muy quieto, con los ojos cerrados, sintiendo cómo salía de la habitación y se iba por el pasillo, cómo se alejaba de él.
¿Por qué no querría quedarse a su lado?
Su ausencia era insoportable y Grant decidió que iba a tener que hacer algo al respecto.
Callie debía admitir que las últimas noches estaban resultando maravillosas.
Los días, sin embargo, estaban resultando terribles.
Mostrarse alegre con Tina se le estaba haciendo cada vez más difícil. Su amiga estaba constantemente medicada y, normalmente, dormida. Una enfermera del hospital acudía dos veces al día y, por supuesto, estaban las enfermeras que Grant había contratado.
Molly disponía de una niñera para ella sola durante todo el día, pero no entendía por qué su madre estaba todo el rato en la cama. Callie intentaba estar todo el tiempo que podía con ella con la idea de mantener las cosas dentro de una relativa normalidad.
Lo más importante era la niña.
Era imposible que una criatura tan pequeña entendiera lo que estaba sucediendo exactamente, pero obviamente presentía que no era nada bueno.
Callie se sentía muy mal porque sabía que Molly lo estaba pasando mal y debía de estar asustada. Ella sabía por experiencia lo que era sentirse asustada en la infancia porque había tenido que soportar las borracheras de muchos novios de su madre,
No quería que Molly tuviera aquellos recuerdos. Debía protegerla fuera como fuese.
Había una cosa que no le encajaba en todo aquello. Grant se había portado de maravilla, pagando las enfermeras y la niñera y pasando a ver Tina siempre que podía, pero ¿por qué se comportaba de manera tan extraña siempre que estaba con Molly?
Solía intentar evitar a la niña y lo más triste de todo era que la pequeña estaba fascinada con él y se iluminaba como un arbolito de Navidad siempre que lo veía.
Un día, Callie reunió valor y le preguntó a su cuñada:
– Gena, ¿qué le pasa a Grant con Molly? ¿Por qué no le cae bien?
Gena la miró apenada.
– ¿La evita?
– Sí, como si tuviera la peste.
Gena asintió y apretó los labios.
– Supongo que debería decírtelo él, pero, ya que no lo ha hecho, te lo voy a decir yo -contestó-. Molly le recuerda a Lisa.
Callie frunció el ceño.
– Es cierto que las dos tienen el pelo oscuro y rizado, pero…
– Yo opino lo mismo que tú. No se parecen en nada, pero Grant les encuentra un parecido insoportable y se le hace imposible estar cerca de la pequeña.
– Pero va a tener que aceptarla porque… bueno, porque Molly se va a quedar conmigo.
Gena la miró con los ojos muy abiertos.
– ¿La vas a adoptar si Tina se muere?
Callie asintió.
– Se lo he prometido.
– Te entiendo perfectamente -suspiró Gena abrazándola-. Madre mía, me parece que se avecinan tiempos duros en tu matrimonio.
– Si pudiera hacer que Grant viera a la niña con otros ojos…
– No tiene nada que ver con Molly -le aseguró Gena-. Mi hermano se siente culpable porque cree que no pasó suficiente tiempo con su hija y por eso reacciona tan mal cuando está Molly cerca.
– No te entiendo -contestó Callie confusa.
– Grant era el típico adicto al trabajo. Mi hermano vivía para el trabajo y Jan hacía más o menos lo mismo, pero con sus actividades y sus amigas. Tenían una niñera contratada. Había días en los que quedaban después del trabajo para cenar por ahí y, cuando volvían a casa, era tarde y Lisa ya estaba acostada. Lo cierto es que solían hacerlo a menudo. Eran una pareja de lo más moderna que trataba a su hija como si fuera la mascota.
Aquello sorprendió sobremanera a Callie. No se podía imaginar a Grant haciendo algo así.
– ¿Me estás diciendo que Grant se siente culpable por haber descuidado a Lisa y por eso descuida a Molly?
– Decir tanto es exagerado. Lo que estoy diciendo es que Grant se siente culpable, se imagina a su hija mirándolo, llorando, demandando más atención y se ve a sí mismo yéndose a trabajar en lugar de atendiéndola.
Callie asintió imaginándose la situación y decidió que, cuando encontrara el momento apropiado, iba a hablar con Grant para que cambiara su manera de actuar.
Grant tenía una manera muy extraña de lidiar con el dolor. Además de cómo se comportaba con Molly, en su casa no tenía ni una sola fotografía de su primera familia. Callie había registrado todas las habitaciones. Nada. En aquella casa no había absolutamente ninguna señal que indicara que el hombre que la habitada hubiera estado casado y hubiera tenido una hija.
Y, sin embargo, de alguna manera, la presencia de Jan se dejaba sentir en toda la casa hasta el punto de que Callie se preguntaba si iba a ser capaz de deshacerse de ella algún día.
Aun así, en general, su relación con Grant era cada día mejor. Además, estaba encantada con su trabajo y, aunque se le hacía un poco raro estar casada con el jefe y sabía que los demás rumoreaban a sus espaldas, no le importaba.
A ella lo único que le importaba era hacer bien su trabajo, ocuparse de Tina y de Molly y, por supuesto, quedarse embarazada.
A ver si se quedaba de una vez porque hacía ya más de un mes que lo estaban intentando y nada. Se estaba empezando a preocupar.
– No te preocupes -le dijo su cuñada-. Relájate y deja que la Madre Naturaleza siga su curso. Ya no eres una adolescente y tu cuerpo se ha acostumbrado a cierta manera de vivir. Ahora, le pides un gran cambio. Debes darle tiempo. Ya verás, cuando menos te lo esperes te quedarás embarazada.