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Las palabras de Gena resultaron proféticas porque, efectivamente, Callie se quedó embarazada. Probablemente, ya lo estaba la noche en la que habló con su cuñada.

Estaba completamente segura de que estaba embarazada porque se había hecho una prueba en casa, pero no quería decírselo a Grant porque tenía miedo de que dejara de hacerle caso, de que se concentrara en el trabajo y ya no quisiera hacerle el amor.

Aunque al admitírselo a sí misma se sonrojara, lo cierto era que le encantaba cómo le hacía el amor y no quería que dejara de hacerlo. Le encantaba la intensidad de las sensaciones que se apoderaban de ambos en aquellos momentos y el poder abrazarlo y apoyar la cabeza en su pecho y soñar con que él también la amaba.

Callie estaba segura de que sentía cierto aprecio por ella, pero tenía miedo de que la apartara de su lado. Si se sentía culpable por Lisa, ¿no le estaría sucediendo lo mismo con Jan? ¿Y si decidía que no podía justificarse a sí mismo seguir haciendo el amor con una mujer que no era la suya ahora que ya no había necesidad?

Aquella noche, tumbada a su lado, escuchando su respiración, se dijo que no estaba haciendo lo correcto. Grant era un buen hombre y merecía saber la verdad, así que Callie decidió contársela la noche siguiente.

Al día siguiente, se levantó muy nerviosa, salió antes del trabajo, se fue a casa y preparó una cena especial, encendió velas y esperó.

Cuando Grant llegó a casa, apenas la miró.

– Tengo un viaje de negocios -anunció-. Siento mucho decírtelo con tan poca anticipación. Me tengo que ir a Madrid. Las negociaciones que estábamos manteniendo allí van muy mal y puede que esté fuera dos semanas.

– ¿Cómo? -se sorprendió Callie.

– Lo siento mucho, ya sé que no es el mejor momento para que me vaya, pero no tengo elección. Me tengo que ir -contestó Grant abrazándola y besándola.

Aquel gesto, tan espontáneo, dejó a Callie encantada para el resto de la noche porque no era normal que Grant dejara fluir su afecto así.

Lo malo era que no le había dicho nada del embarazo y ahora iba a tener que esperar a que volviera de Europa.

Sí se lo decía ahora, tal vez le haría más difícil tener que irse de viaje y era evidente que no podía aplazarlo, así que Callie decidió esperar, se guardó el secreto y se regocijó en la ilusión que le iba a hacer a Grant cuando se lo dijera.

Capítulo 9

TINA murió en paz un lunes por la mañana. Callie estuvo a su lado. No lloró.

Ya había llorado suficiente en las semanas previas y quería estar serena para acompañar a su amiga en aquellos momentos y para estar con Molly.

Por suerte, la niña no parecía darse cuenta del cambio. Hacía semanas que no veía a su madre excepto en las rápidas visitas en el hospital al principio y luego, una vez en casa, desde la puerta y siempre dormida.

Se había acostumbrado a vivir con Callie y con Nadine, la niñera que había contratado Grant, así que no le extrañó que Callie recogiera sus cosas y se la llevara a su casa.

El entierro fue el jueves y fue una ceremonia muy íntima porque Tina no tenía muchos amigos.

Gena fue y Callie se lo agradeció profundamente. El que no pudo estar fue Grant porque, aunque voló de noche, su vuelo se retrasó y no llegó a tiempo.

Cuando, una vez finalizada la misa, Callie lo vio aparecer, todo el dolor que había estado conteniendo se desbordó. Grant corrió a su lado y, entre sus brazos, Callie dio rienda suelta a las lágrimas.

Callie recuperó el control en el trayecto de vuelta a casa de Grant. Para entonces, una vez en la puerta, fue capaz de contarle a su marido cómo habían sido los últimos días de vida de su amiga.

Grant escuchó atento mientras abría la puerta. A continuación, entraron en casa y, tras unos segundos de silencio en el recibidor, los grititos de júbilo de Molly les dieron la bienvenida.

– ¿Qué demonios…? -dijo Grant girándose asombrado hacia Callie.

Callie tomó a la niña en brazos y la abrazó con fuerza. Había decidido no llevarla al entierro y la había dejado en casa con Nadine.

– Hola, cariño -la saludó-. ¿Te has portado bien mientras hemos estado fuera?

– Se ha portado de maravilla -contestó la niñera acercándose a ellos- ¿Ha tenido un buen viaje, señor Carver?

Grant estaba tan estupefacto al haberse encontrado a la niña en su casa que no contestó inmediatamente. Callie se mordió el labio. Ojalá se lo pudiera haber dicho antes, pero ya no había nada que hacer.

Grant le contestó algo a la niñera educadamente, pero sin apartar la mirada de Callie. Era obvio que quería respuestas. Callie estaba a punto de dejar a Molly en el suelo cuando la niña se lanzó hacia Grant.

– ¡Papá! -lo llamó echándole los brazos.

Entre Callie y Nadine consiguieron controlarla y la niñera se la llevó. Callie se reunió con Grant en el salón. Grant estaba esperándola muy serio.

– ¿Qué hace Molly aquí? -le preguntó.

Callie suspiró.

– Me hubiera gustado habértelo dicho de otra manera, pero, ya que no ha habido tiempo, te voy a exponer los hechos tal y como son.

– Muy bien.

– Molly se va a quedar con nosotros -anunció Callie con mucha tranquilidad.

Grant se quedó mirándola como si le hubiera pegado un bofetón.

– Ya sé que no te gusta tenerla cerca, pero estoy segura de que ese sentimiento se irá disipando si dejas que…

– No -la interrumpió Grant negando con la cabeza-. Es imposible. Lo siento, Callie, no puede vivir con nosotros. No puedo soportarlo.

Callie tomó aire.

– Grant, deberías intentar superarlo.

– ¿Superar qué? ¿Cómo supera uno que su vida quede destrozada? ¿Cómo superas perder un hijo?

– Grant, esta niña nos necesita. Tal vez, ayudando a esta niña superes la ausencia de la hija que perdiste.

– No, basta -insistió Grant apretando los dientes.

– Sé que perder a tu hija tuvo que ser horrible, pero la vida continúa y no puedes pagarlo con otra niña.

Grant frunció el ceño.

– No lo estoy pagando con Molly. Lo único que digo es que no puedo hacerlo. No puedo vivir en la misma casa que ella. No puedo. ¿Tina no tenía ningún familiar que se pueda hacer cargo de la niña?

Callie sacudió la cabeza, incapaz de creer lo que estaba escuchando.

– Venga, Callie, seguro que hay alguien. Todo el mundo tiene algún familiar.

– Yo no. Sólo te tengo a ti.

Había dicho aquellas palabras en voz baja y, por lo visto, Grant no las había oído porque no reaccionó.

– ¿Y pretendes hacerme creer que Tina tampoco tenía a nadie? Es imposible que estuviera completamente sola en el mundo.

– Tiene una madrastra, pero no sé dónde está y, además, la odiaba. Decía que era un diablo. Llevaban años sin hablarse.

– Aun así, sigue siendo de su familia…

Callie lo miró a los ojos.

– Esa mujer dejó que los Servicios Sociales se hicieran cargo de Tina. Prefirió que se la llevaran a hacerse cargo de ella cuando murió su padre. ¿Por qué iba a querer hacerse cargo de su hija?

– ¿Y una pareja que quiera adoptarla? -propuso Grant-. Molly es una niña preciosa, seguro que no tiene problema para encontrar a una familia que la quiera.

Callie apretó los dientes.

– Ya tiene a alguien que la quiere. Yo.

– Oh, Callie -se quejó Grant.

Callie sentía unas terribles ganas de llorar, pero no iba a hacerlo.

– Estamos hablando de Molly, de mi Molly.

– ¿Tu Molly?

– Sí. La semana pasada, Tina dejó estipulado por escrito y ante notario que soy su tutora legal. La voy a adoptar.

Grant la miró con frialdad.