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– Así que la actuación del tío Carlos la otra noche fue una pura farsa.

– Totalmente. Hace un rato que ha venido a casa para darme un ultimátum. Acabo de darle mi respuesta y aún puedo oír el chirrido de las ruedas de su coche.

– Apuesto a que te ha dicho que o dejas a Piper o…

– O renunciará a mí.

– ¿Renunciar? ¿Ha llegado tan lejos?

– Es su forma de ser. Le dije que elegía a mi esposa, así que tengo hasta mañana por la mañana para abandonar la casa y no verlo nunca más.

– ¡No hablas en serio! -dijo Luc dejando escapar algunas palabrotas en francés.

– Antes de marcharse, le conté un montón de cosas sobre las que tendrá que recapacitar. No te extrañe que te llame para verificarlas.

– ¿Qué cosas?

– El amante de Nina.

– ¿Le has contado todo?

– No. No sabe nada del asesinato y de nuestras sospechas. Quién sabe si se relajará lo suficiente como para aparecer esta noche por casa cuando me enfrente a Benito.

– Espera un momento, Nic. Max quiere saber lo que pasa.

Nic podía oír como los dos conversaban antes de que su primo se pusiera al aparato.

– Lamento que el tío Carlos haya perdido la cabeza, Nic, pero aún está todo muy reciente.

– La ruptura con mi padre es inevitable, Max, pero ahora lo que más me preocupa es Piper. La única razón por la que accedió a casarse conmigo fue porque le dije que tendría que hacer de espía en casa de los Robles. Todo depende de como salgan las cosas esta noche. Quizá Benito se muestre demasiado hostil para que el plan funcione.

– No te preocupes. Mientras vosotros os preparáis para recibir a vuestros invitados Luc y yo pensaremos en otra estrategia. Si el plan inicial explota frente a ti esta noche, dile a Piper que, a partir de mañana, se pone en funcionamiento el plan B para el cual necesitas operar desde Mónaco en lugar de Marbella.

– Gracias, Max. Como siempre, estoy en deuda con vosotros.

– Dejémoslo en que todos estamos permanentemente en deuda con todos. Hablamos luego. Ciao.

– Ciao.

Nic volvió al interior de la villa y se encontró con Piper en la terraza terminándose la ensalada de cangrejo que Paquita le había preparado. Verla con el pelo recién lavado al viento estimuló sus sentidos, como también lo hizo el adivinar su marcada silueta bajo la blusa de algodón y la falda de color aguamarina que se había puesto.

Desde el pasado junio en que por primera vez puso los ojos en ella, Nic había estado esperando que llegara el día en que pudiera verla instalada allí como su legítima esposa. Qué ironía que tuvieran que marcharse de allí por la mañana!

La mirada de Piper se reflejó en la suya.

– Algo va mal -dijo sin preámbulos.

– ¿Cómo lo sabes?

– Por tu mandíbula. Cuando no estás preocupado tus músculos faciales están relajados. La artista que hay en mí percibe esas cosas.

Si no tenía cuidado, Piper podría averiguar muchas otras cosas.

– Papá se dejó caer por aquí hace un rato.

– Supongo que los acontecimientos de esta noche tienen que estar agobiándolo.

Nic se agarró a la silla que había enfrente de ella.

– Después de sopesarlo todo, está preocupado por que la noticia de nuestro matrimonio pueda ser un gran shock para el señor Robles.

Piper se levantó de la mesa.

– No quiere que sigamos adelante con la fiesta de esta noche, ¿verdad?

– No, pero vamos a hacerlo de todos modos. Sólo te cuento esto para que no te sorprendas si mis padres no aparecen.

Cuando Nic se dio cuenta de que ella estaba pensando sobre el tema, dijo:

– ¿Llamo a signore Barnizzi para explicarle por qué tenemos que continuar según lo planeado? Éste es un caso de vida o muerte y él está a cargo de la investigación. Un paso en falso podría arruinarlo todo.

Piper apartó la mirada.

– Naturalmente, no quisiera poner en peligro la situación, pero tu padre debe de sentirse fatal por lo que está a punto de suceder.

– Algunas veces hay que actuar mal para hacer el bien, Piper. Por su amistad con Benito, Camilla ha estado creyendo durante un año entero que terminaría casándose conmigo. ¿Realmente piensas que es justo pos poner la verdad por más tiempo?

Piper inclinó la cabeza hacia atrás.

– No. Por supuesto que no -dijo cambiando de postura-. ¿Quieres que me ponga el mismo traje que llevé anoche?

– No, así estás perfecta.

– Me alegra que digas eso. Si me arreglo tanto parecería que queremos alardear de nuestra felicidad frente a ellos.

La innata amabilidad de Piper hacía que se establecieran nuevos vínculos entre ellos.

– Pienso lo mismo. Como podrás imaginar, son gente muy estirada y correcta. Un atuendo informal nos ayudará a conseguir el efecto que quiero transmitir.

– ¿Te refieres a haberte casado con una americana de clase social inferior y a resignarte por ello?

– No. A haberme casado con mi alma gemela y a mostrarme tal y como soy.

Ella le dedicó una sonrisa cruel.

– Eres tan buen actor que casi logras engañarme, capitán Pastrana.

– ¿Nunca vas a perdonarme por ese pecado? Tus hermanas piensan que los papeles que desempeñamos de incógnito en el Piccione fue algo divertido.

– Mis hermanas están tan enamoradas de sus maridos que han olvidado que hubo un tiempo el pasado mes de junio en el que incluso pensamos llamar a nuestros novios para que nos rescataran de las garras de tres playboys mediterráneos.

Nic mostró una sonrisa burlona.

– ¿Te refieres a Huey, Lewey y Dewey? ¿Cómo ibais a llevar a cabo ese milagro?

– Ellos están en la guardia nacional y podrían haber dispuesto de transporte militar para rescatamos.

– Me habría encantado verlos intentarlo.

– Podrían haber descendido del avión con sus trajes de submarinistas.

– ¿Submarinistas? -se rió Nic.

– Sí. Para tu información, son expertos en operaciones de rescate acuático. Habrían podido abordar el Piccione antes de que Luc pudiera enfrentarse a ellos con su bastón.

Nic seguía riéndose.

– Corrígeme si me equivoco, pero me parece recordar que las trillizas Duchess tenían una escala del uno al diez para puntuar a los hombres que había habido en sus vidas. Los submarinistas sólo obtuvieron cuatros y cincos. Entiendo que las puntuaciones de Max y Luc debieron de superar las suyas.

– También lo hizo la tuya -añadió espontáneamente.

Una ráfaga de adrenalina prendió fuego a todo su cuerpo.

– Es la primera vez que oigo eso.

– No te pongas tan chulito. Era una escala según las especificaciones de Greer.

– Lo que quiere decir que las tuyas son diferentes.

– Para mí, mi padre era el hombre perfecto. Hasta ahora, ninguno de los hombres que he conocido se ha asemejado a él.

– ¿Buscas otro padre?

– Según mi madre, él era un marido estupendo y eso ya es suficiente para mí.

– Háblame sobre él.

– ¿De cuánto tiempo dispones?

– Después de nuestra fiesta, tendremos toda la noche. ¿Eras su favorita?

– Todas éramos sus favoritas. Eso era lo que lo hacía tan maravilloso.

– ¿Nunca hizo nada mal? ¿Nunca cometió un error?

– Sí. Murió.

Capítulo 6

Eran tantas las emociones de Piper que amenazaban con desbordarse. La imperiosa necesidad de decirle a Nic lo locamente enamorada que estaba de él era tan fuerte que necesitaba hacer algo con toda su energía contenida.

– Ya está anocheciendo y hace fresco. Me voy dentro.

Se dirigió al dormitorio pasando por delante de él. Antes de que pudiera llegar al pasillo, Nic la llamó.

– Has olvidado algo.

Deteniéndose en la puerta, se giró hacia él.

– ¿Qué?