Con las manos temblorosas llamó a Nic, quien contestó al segundo tono.
– El guardaespaldas te ha visto tomar un tren. ¿Estás bien, mi amor? -preguntó sin preámbulos.
El tono de preocupación que había en su voz y saber que sabía sido escoltada hasta la estación era todo un consuelo.
– Estoy bien.
– ¡Gracias a Dios! ¿Quién era ese hombre?
Piper agarró con fuerza el teléfono.
– Se llama Erik. Es uno de los hombres de Lars. Cuando Olivia estuvo aquí el verano pasado estuvo jugando al frisbee con ellos en la playa. Él me confundió con ella. He concertado una cita para los cuatro mañana en el Splendido. Allí es hacia donde me dirijo ahora. He averiguado que trabajan como tripulantes de una compañía llamada La Spezia.
Cuando Piper no escuchó respuesta, supuso que la llamada se había cortado al meterse en un túnel. No sabía hasta qué punto Nic podía haber oído sus palabras.
Cuando el tren llegó a Portofino el servicio funcionaba de nuevo, pero Nic no contestaba. Piper se imaginó que habría vuelto al Olivier y la llamaría en cuanto pudiera.
Pero se equivocaba al suponer eso. Media hora más tarde se registró en el fabuloso hotel en el que anteriormente había estado con Greer y con Olivia, pero seguía sin noticias de Nic. En caso de que Lars o Erik preguntaran en recepción al día siguiente por la tarde, Piper había usado su tarjeta de crédito y su nombre de soltera para que no tuvieran forma de asociarla con Nic.
Pasó otra media hora y Nic seguía sin llamarla.
Incapaz de quedarse quieta, aunque temerosa de salir otra vez, telefoneó al servicio de habitaciones y en cargó algo para cenar.
Pasaron una hora, dos y hasta tres. Piper se echó encima de la cama y vio la televisión italiana mientras esperaba tener noticias de Nic.
A media noche no pudo más y llamó a Greer a pesar de que Nic le había advertido que no llamara a nadie porque se suponía que ambos estaban de luna de miel.
Todo lo que Piper obtuvo por respuesta fue el contestador automático de su hermana. Lo mismo ocurrió al llamar a Olivia. Desesperada, llamó a los móviles de sus cuñados, pero se encontró con sendas instrucciones de cómo grabar su mensaje.
Que nadie estuviera disponible significaba que algo de vital importancia estaba sucediendo. Para su pesar, todo el mundo lo sabía excepto ella.
Cuando su teléfono móvil sonó por fin, Piper dio un brinco.
– ¿Nic? -gritó.
– No. Soy Greer. Llamo desde casa, Olivia está en la otra línea.
Piper se levantó de la cama.
– Gracias a Dios que me habéis devuelto la llamada. Estoy en el hotel Splendido deseando saber qué está pasando. Perdí el contacto con Nic mientras le contaba que había dado con Lars. Si le ha sucedido algo no podría seguir viviendo.
– ¡Piper! -la interrumpió su hermana-. Escúchame. Max acaba de llamar a la central de policía en Roma. Luc y Nic están con signore Barnizzi. Tu marido está bien. Todo el mundo está a salvo y todo está bien.
– ¡Es cierto! -replicó Olivia-. Gracias a la información que le diste, Lars y Erik fueron capturados a primera hora de la noche. La policía los tiene bajo custodia con otro miembro de la tripulación del Britannia.
– ¡Estáis bromeando! ¿Se ha acabado?
– Sí, todo.
– ¡Oh! chicas! ¡No puedo creerlo! -las lágrimas corrían por sus mejillas.
– Estamos muy orgullosas de ti. Estamos asombradas de tu valor.
– El valor no tiene nada que ver con esto, Olivia. Una vez supe lo que estaba sucediendo simplemente seguí el juego hasta que pude contactar con Nic.
– Según Max, no es así como Nic cuenta la historia -dijo Greer-. Desafortunadamente, todos ellos están ahora prestando declaración. Nic dio instrucciones de que te quedaras allí y te mimaras hasta que él fuera a buscarte. Como Max es el asesor legal de la familia hay un montón de asuntos que mantendrán a nuestros maridos ocupados esta noche. Además del robo de las joyas está el asesinato de Nina.
»Los padres de Nic y la familia Robles han sido convocados en Roma. Ahora mismo los estarán informando del asesinato de Nina.
Piper se sentó en el borde de la cama.
– Será horrible para ellos.
– Absolutamente -se compadeció Olivia-. Pero al menos sabrán que los asesinos de su hija han sido arrestados.
La noticia de que todas las personas a las que Piper amaba se encontraban fuera de peligro la llenaba de alegría. Ahora ya sólo había un problema, uno que no había pensado tener que solucionar tan pronto.
– ¿Piper? ¿Estás todavía ahí?
– Sí. Supongo que todavía estoy impresionada por el hecho de que todo haya acabado.
– Sabemos a qué te refieres. Cuesta creer que un día nosotras fuimos sospechosas.
Piper dejó escapar una amarga risa.
– Parece que fue hace siglos.
– Es como si el destino hubiese querido traernos a Europa, ¿verdad? -dijo Olivia.
Destino para todas menos para Piper.
– Y ahora las tres estamos casadas con los hombres más maravillosos del mundo.
– Lo estamos -susurró Piper.
– Te noto rara -observó Greer-. Creo que será mejor que vayamos hasta allí y te hagamos compañía.
– ¡No, no! Es muy amable de vuestra parte, chicas, pero es más de media noche y estoy rendida. Supongo que vosotras también lo estáis.
– Nadie va a dormir esta noche. Vamos de camino.
– Pero…
– Esta noche ya te has encargado de hacer el «Una para todas» así que ahora nosotras vamos a hacer «Todas para una» para ti -declaró Greer-. Nos vemos dentro de una hora.
Piper no pudo colgar lo suficientemente rápido. Un frío intenso caló su cuerpo al comprender que la resolución del caso implicaba que ya no había ninguna razón que le permitiera permanecer junto a Nic.
Si se marchaba a Nueva York ahora mismo, la anulación de su matrimonio podía llevarse a cabo sin ningún problema y Nic sería libre de encontrar a alguien a quien amar. Quizá no fuera el gran amor de su vida, pero al menos sería una mujer que él mismo podría elegir.
Diez minutos más tarde pidió al conductor del taxi que la llevara al aeropuerto de Génova.
A las tres y media de la madrugada el teléfono móvil de Nic sonó. Se excusó ante la familia Robles por ausentarse un momento de la reunión y salió al pasillo para contestar a la llamada. Puesto que, a excepción de las hermanas de Piper, todos sus familiares estaban reunidos en Roma, sin duda era su mujer quien lo llamaba.
Era tan grande la necesidad que sentía por oír su voz que olvidó comprobar la identidad de la llamada entrante.
– ¿Piper?
– Perdón, señor de Pastrana. Soy signore Galli, el jefe de seguridad del aeropuerto de Génova. Hemos de tenido a una de las trillizas Duchess intentando subir a bordo de un avión con rumbo a Nueva York.
Nic refunfuñó.
– Cuando le preguntamos el objeto de sus negocios en Italia se negó a contarnos nada, así que la hemos detenido. No lleva joyas, sólo un cuaderno de dibujo y su bolso. Por supuesto, también le confiscamos el teléfono móvil.
»Ahora está exigiendo su derecho a llamar a su abogado en Nueva York. Le dije que le permitiría hacerla tan pronto como nos diera la información que deseamos. Llegados a ese punto insistió en que era su mujer, señor, y que usted lo aclararía todo para que pudiera tomar su vuelo de regreso a casa.
«Su casa está a mi lado», pensó Nic.
– Ha hecho lo correcto, signore Galli. ¿Dónde está ahora?
– En la sala de detenciones.
– Muy bien. Asegúrese de que tenga una cama, una manta y toda la comida y bebida que desee.
– Por supuesto.
– Y bajo ninguna circunstancia permita a sus hermanas que entren a verla.
– Sí, señor.
– Probablemente no pueda llegar allí hasta dentro de un par de horas. Una cosa más: déjele tener su cuaderno de dibujo y su bolso. Es artista y estará feliz si tiene algo que hacer.