– Como iba diciendo antes de que nos desviáramos del tema, sí hay algo que quiero.
– Dilo -susurró Nic robándole besos.
– Necesitamos tener un barco como éste. Hemos privado al pobre Luc y a Olivia demasiado tiempo de su barco.
– Llevo pensando lo mismo desde que partimos de Génova. Cuando regresemos a Marbella, iremos a comprar uno.
Sus ojos de color aguamarina brillaban por la emoción.
– ¡Lo estoy deseando! Sé exactamente cómo quiero llamarlo.
– Yo también -dijo él misteriosamente.
– Pero quiero darle el nombre que he elegido.
Nic le dirigió lo que Piper ahora llamaba la sonrisa andaluza.
– El mío es mejor.
– Dime cuál es.
– Tú primero, mi amor.
– El Don Juan -dijo Piper.
El se rió entre dientes.
– Nunca lo permitiría. Podemos llamarlo El Delfín Dorado.
Aunque le gustaba aquella opción, dijo:
– Me gusta más es mío.
– No, Piper.
– Creo que estamos teniendo nuestra primera discusión.
Nic dejó escapar una carcajada que comenzó en el fondo de su vientre. A Piper le encantaba aquella risa.
– Hemos tenido tantas que, por lo menos, ésta debe de ser la número doscientos.
– Mientras estemos en la cama para poder resolverla, no importa.
– No tienes vergüenza, señora de Pastrana. Te amo.
Nic hundió la cabeza en la abundancia de su cabello dorado.
– No puedo esperar más a cocinar nuestra primera comida y limpiar nuestra nueva casa.
– Tendremos un ama de llaves y gente a nuestro servicio para encargarse de eso.
– ¿Qué te parece si sólo los empleamos los fines de semana? De lunes a viernes me gustaría que fuéramos un matrimonio normal. Tendré que cocinar y limpiar para ti.
Las carcajadas resonaban en todo el camarote.
– ¿Qué casa quieres que sea nuestro hogar?
Piper levantó la cabeza.
– ¿Qué quieres decir?
– Bueno, hay una casa en Marbella y otra en Ronda.
– ¿Ronda? -pestañeó Piper-. He oído hablar de ese lugar en lo alto de las montañas. ¿Tenemos dos casas? -gritó ella.
– Sí, esposa mía -Nic la besó en la punta de la nariz-. Antes de que mi padre y yo nos reconciliáramos en Roma, él había renunciado a mí y me había ordenado salir de la propiedad privada por haberme casado contigo. Fue entonces cuando decidí que viviríamos en Ronda, donde poseo caballos.
El corazón de Piper dio un brinco.
– ¿En serio?
– ¿Lo de los caballos? Absolutamente.
– ¡No! -gritó Piper deslizando las manos por su cuello-. ¿Realmente habría renunciado a ti?
– La versión antigua de mi padre lo habría hecho, pero después de oír que Nina fue asesinada, se dio cuenta de lo cerca que había estado de perder también a su sobrino, sin mencionar a su hijo. Así que cambió totalmente de opinión y hemos empezado de nuevo. Ahora tenemos la buena relación que debíamos haber mantenido desde hace tiempo.
– Gracias a Dios, Nic.
El asintió.
– Papá admitió que si fuera más joven y aún no hubiera conocido a mi madre, habría luchado por conseguir tu mano.
– ¡Estás bromeando!
– No -dijo Nic poniéndose serio de repente-. Está encantado con las trillizas Duchess, especialmente con la artista de la familia.
– Estoy tan contenta de que te hayas reconciliado con él, cariño…
– Yo también. Si no hubiera sido así no podría haber disfrutado de sus nietos.
– ¿Ah sí? No sabía que tuviera ninguno -dijo Piper con expresión seria.
– Bien podría tener ya tres nietos, pero las niñas de cabellos de oro son muy pequeñas, posiblemente sólo tengan cuatro días.
– ¿Niñas? -gritó asombrada.
Hasta aquel momento nunca había pensado en la posibilidad de que pudiera tener trillizas.
– Sí. Papá sería la envidia de todos los abuelos de Andalucía.
Piper sonrió.
– Y tú serías el padre más ojeroso y con menos horas de sueño de todo el planeta. Mi padre nunca pudo reponerse totalmente de aquella odisea.
– Pero yo soy bastante más joven que tu padre cuando dejó a tu madre embarazada.
– Puede que sean tres niños, o incluso una mezcla.
Nic la estrechó contra su cuerpo.
– Sea lo que fuere, lo recibiré con la mayor de las alegrías. Eres el amor de mi vida, Piper. No puedo creerme que finalmente estemos juntos y tengamos un futuro por delante.
Ella se arrimó aún más cerca.
– ¿Quieres saber un secreto? Cuando mis hermanas y yo planeamos nuestro viaje a Europa, yo fui quien sugirió llevar el colgante de la duquesa. Sólo imagínate que no lo hubiera hecho.
– No pensemos en ello -la interrumpió-. No quiero ni pensarlo. Pensar no haberte conocido es como imaginar que no hay vida después de la muerte, estrellas en el cielo, aire para respirar, labios que besar, corazón que conquistar… ¿Me explico?
– Como un libro abierto. Hazme el amor otra vez y no pares nunca.
– Eso es lo que iba a hacer, con o sin tu permiso.
– Oh, Nic…
REBECCA WINTERS