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Demasiado alto para oír los gritos y palabrotas de Glenn Branson mientras se alejaba en el coche.

Capítulo 108

Cuando entró en su despacho, pocos minutos antes de las siete, Grace vio un sobre marrón encima de su mesa, con una nota explicativa de Bella Moy pegada, donde decía que eran los certificados sobre Brian Bishop que había solicitado. También había escrito el nombre y datos de contacto de una asesora en adopciones que, añadía, ya había ayudado antes a la policía a sortear los obstáculos que surgían al intentar averiguar información sobre gente adoptada.

Dentro había dos documentos oblongos doblados, de quince centímetros de largo por treinta de ancho. El papel estaba amarillento, las letras eran rojas y había datos escritos a mano añadidos con una estilográfica de tinta negra. Abrió el primero. El encabezamiento decía: «Copia certificada de nacimiento». Debajo había una serie de columnas.

Fecha y lugar de nacimiento: 7 de septiembre, 1964 a las 3.47. Royal Sussex County Hospital, Brighton.

Nombre, si lo hay: Desmond William.

Sexo: Niño.

Nombre y apellido del padre:

Nombre y apellido de soltera de la madre: Eleanor Jones.

Luego, en un espacio a la derecha, ponía «Adoptado». Lo firmaba un tal Albert Hole, director del registro.

Entonces Grace abrió el segundo documento. El encabezamiento decía: «Copia certificada de entrada en los archivos del Registro General». Al pie del documento figuraban las palabras: «Copia certificada de entrada en el registro de niños adoptados».

Luego leyó las columnas.

Fecha de entrada: 19 de septiembre, 1964.

Nombre del niño adoptado: Brian Desmond.

Sexo del niño adoptado: Varón.

Nombre y apellido, dirección y ocupación del adoptante o adoptantes: Señor Rodney y señora Irene Bishop, Brangwyn Road, 43, Brighton. Directivo de empresa.

Fecha de nacimiento del niño: 7 de septiembre, 1964.

Fecha de la orden de adopción y descripción del juzgado que la emite: Juzgado del condado de Brighton.

Firma del funcionario designado por el Registro General para dar fe de la entrada: Albert Hole.

Volvió a leer los dos documentos detenidamente, absorbiendo los detalles. Luego miró su reloj. Era demasiado temprano para llamar a la asesora en adopciones, así que decidió que lo haría en cuanto terminara la reunión informativa de las ocho y media.

– Loretta Leberknight -contestó la mujer con una voz cálida y áspera.

Grace se presentó y le explicó brevemente lo que estaba buscando.

– ¿Quiere intentar averiguar si este tal Brian Bishop tiene un hermano gemelo?

– Exacto.

– De acuerdo, ¿qué información tiene sobre él?

– Tengo su certificado de nacimiento y lo que parece ser un certificado de adopción.

– ¿El certificado de nacimiento es largo o corto?

Grace se lo describió.

– Bien -dijo-. Es el largo, tiene más información. De acuerdo, normalmente hay una forma segura de saberlo, si el nacimiento se produjo en Inglaterra y Gales. ¿Es así?

– Sí, nació aquí, en Brighton.

– ¿Puede leerme lo que pone en «Fecha y lugar de nacimiento»?

Grace obedeció.

– ¿Pone 7 de septiembre de 1964 a las 3.47? -comprobó ella.

– Sí.

– ¿Y dónde dice que fue el nacimiento? -preguntó, para comprobarlo de nuevo.

– En Brighton. En el Royal Sussex County Hospital.

– ¡Tiene usted la información ahí mismo! -Sonaba satisfecha.

– ¿Sí?

– En Inglaterra y Gales sólo se anota la hora del nacimiento junto a la fecha en los casos de partos múltiples. Con esta información, comisario, puede estar seguro al cien por cien de que Brian Bishop tiene un hermano gemelo.

Capítulo 109

Unos minutos después de la hora de apertura, que era a las diez, Nick Nicholl pasó por los arcos electrónicos de la entrada y accedió a la magnífica sala azul pastel de la biblioteca de Brighton. Los olores a papel, cuero y madera le recordaron al colegio, pero estaba tan cansado después de pasar otra noche prácticamente en vela, cortesía de su hijo Ben, que apenas asimiló lo que le rodeaba. Se acercó al mostrador de consultas, enseñó su placa a una de las bibliotecarias y le explicó lo que necesitaba.

Cinco minutos después, el joven inspector estaba sentado delante de una de las unidades de microfichas dispuestas en hilera, debajo de un techo abovedado de estuco, sujetando un rectángulo de película con una banda roja en la parte superior que contenía el registro de nacimientos de todo el Reino Unido para el tercer trimestre de 1964. La introdujo por el lado equivocado tres veces, antes de cogerle el tranquillo al lector por fin. Luego jugó con los controles, intentando repasar las listas de nombres debajo de los apellidos, en una letra que era casi demasiado pequeña y borrosa, al menos para sus agotados ojos.

Como le había indicado la servicial asesora en adopciones, Loretta Leberknight, estaba buscando madres solteras con el apellido Jones. Los indicadores claros serían un niño con el mismo apellido que el que tenía la madre de soltera. Aunque, con uno tan común como Jones, le había advertido la bibliotecaria, habría casos en que una persona casada tendría el mismo apellido.

A pesar de las palabras «SILENCIO, POR FAVOR» que figuraban escritas en letras grandes doradas en un tablón de madera, un padre en algún lugar detrás de él explicaba algo a su hijo preguntón y escandaloso. Nick tomó nota mentalmente de no permitir nunca que su hijo hablara tan alto en una biblioteca. Luego se olvidó rápidamente de todas las notas mentales que había tomado sobre las cosas irritantes que no iba a permitir que su hijo hiciera cuando fuera mayor. Lo adoraba, pero el tema de ser padre comenzaba a parecerle desalentador. Y nadie le había advertido bien, en serio, que había que hacerlo mientras sufrías privación de sueño. ¿Alguna vez habían tenido vida sexual él y Jen? La mayor parte de su vida anterior juntos parecía ahora un recuerdo lejano.

Cerca de él, girando sobre una base, zumbaba un ventilador, que agitó momentáneamente un fajo de papeles antes de volver a alejarse. Delante de él, sobre la pantalla oscura, pasaron a toda velocidad nombres en letras blancas. Al fin encontró el apellido: «Jones».

«Belinda. Bernard. Beverley. Breit. Carl. Caroline.»

Moviendo el mango metálico y plano con torpeza, por un momento perdió la lista de los «Jones». Luego, más por azar que por habilidad, volvió a encontrarla.

«Daniella, Daphne. David. Davies. Dean. Delia. Denise. Dennis.» Luego llegó a un «Desmond» y se detuvo. Desmond era el nombre de pila que aparecía en el certificado de nacimiento de Bishop.

«Desmond. Apellido de soltera de la madre: Trevors. Nacido en Romford.»

No era ése.

«Desmond. Apellido de soltera de la madre: Jones. Nacido en Brighton.»

«Desmond Jones. Apellido de soltera de la madre: Jones.»

¡Bingo!

Y no había otro «Desmond Jones» en la lista.

Ahora sólo tenía que encontrar otra correspondencia con el nombre de pila y el apellido de soltera de la madre. Pero resultó ser un problema mayor de lo que había previsto. Había veintisiete posibilidades. Las anotó todas, luego se marchó corriendo de la biblioteca hasta su siguiente parada. Llamó a Roy Grace en cuanto salió por la puerta.

Tras decidir que sería más rápido dejar el coche en el aparcamiento, fue a pie, pasando por delante del Royal Pavilion y el Theatre Royal, atajando por las estrechas calles del Lanes, flanqueadas principalmente de joyerías de segunda mano, y salió delante del imponente edificio gris del ayuntamiento.

Cinco minutos después, estaba en una sala de espera pequeña en los despachos del registro, con sillas duras grises, suelo de parqué y una pecera grande con peces tropicales. Grace se reunió con él unos minutos después; la asesora en adopciones les había advertido de que seguramente tendrían que hacer uso de su autoridad para obtener la información que necesitaban.