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Lorna colgó el teléfono.

– ¡Hola, Roy! -dijo-. Me alegro de verte. -Luego se encogió de hombros-. Qué putada, ¿verdad? -Tenía un fuerte acento de Sudáfrica, a pesar de que hacía más de doce años que vivía en Inglaterra.

– ¿Lo de Janet?

Hizo una mueca.

– Éramos buenas amigas.

– ¿Y qué pasó exactamente? He oído que se enamoró de alguien y que iba a mudarse a Australia con él para casarse.

– Sí. Era muy feliz. Ya sabes, tenía treinta y seis años y nunca había tenido un novio de verdad. Creo que casi se había resignado a quedarse soltera para el resto de su vida. Luego conoció a ese tipo y se enamoró perdidamente. A las pocas semanas, era una persona distinta.

– ¿En qué sentido?

– Se transformó por completo. El peinado, la ropa, todo. Y parecía tan feliz…

– ¿Y va y aparece asesinada?

– Eso parece.

– ¿Qué sabes tú, o cualquiera, de ese hombre, su prometido?

– No mucho. Janet era muy reservada. Seguramente yo la conocía tanto como cualquier otra persona, pero era un libro cerrado. Tardó un tiempo en reconocerme incluso que estaba saliendo con alguien. No contaba mucho de él, aunque sí dijo que era muy rico. Tenía una casa grande en Brighton y un piso en Londres. El gran «inconveniente» era que estaba casado. Pensaba dejar a su mujer.

– ¿Por Janet?

– Es lo que le había dicho él.

– ¿Y ella le creía?

– Absolutamente.

– ¿Tienes idea de a qué se dedicaba?

– Al mundo de la informática -dijo-. Algo relacionado con el rostering. Tenía una empresa de mucho éxito, al parecer. Iba a abrir una sucursal en Australia y decidió que quería empezar una nueva vida allí… Con Janet.

Rostering. Grace pensaba detenidamente. Rostering. Era el negocio de Bishop.

– ¿Te dijo cómo se llamaba?

– No, no quería. No paraba de decirme que no podía darme su nombre porque estaba casado y había jurado mantener en secreto su aventura.

– No era de las que chantajearían a alguien -dijo Grace-. Y no diría que tuviera mucho dinero.

– No. Venía a trabajar en una Vespa vieja.

– Entonces, ¿qué móvil podía tener para matarla, suponiendo que lo hiciera él?

– ¿O tal vez los mataron a los dos? -contestó-. ¿Y sólo ha aparecido el cuerpo de ella?

– Es posible. ¿Quizás alguien iba tras él y ella resultó estar en el lugar equivocado en el momento equivocado? No sería la primera vez que pasa. ¿El equipo investigador tiene alguna novedad?

– No hay muchos progresos por ahora. Sólo hay un detalle interesante.

– ¿Cuál?

– He visto a Ray Packham antes, de la Unidad de Crímenes Tecnológicos.

– Sí, le conozco. Es listo.

– Ha revisado el ordenador que Janet utilizaba aquí con un software forense y ha recuperado la agenda electrónica que borró cuando se marchó.

Alguien llamó a la puerta y entró. Grace alzó la vista y vio a un muchacho joven que reconoció de este departamento. Lorna lo miró.

– Lo siento, Dermot, ¿es urgente?

– No, tranquila, nos vemos mañana.

Lorna se quedó en blanco.

– ¿Por dónde iba?

– La agenda de Janet -le recordó Grace.

– Sí, exactamente. Aparece un nombre, hará unos nueve meses, que nadie de aquí conocemos. Era una anotación para una noche en diciembre del año pasado. Había escrito: «Copa, Brian».

– ¿Brian?

– Sí.

Grace sintió un escalofrío repentino. «Brian. Rostering. Una casa grande en Brighton. Un piso en Londres. Una mujer asesinada.»

Ahora su mente estaba muy activa, todo el cansancio se había esfumado. ¿Por eso se había despertado en mitad de la noche pensando en Janet McWhirter? ¿Su cerebro estaba diciéndole que había una relación?

– Parece que todo esto te dice algo, Roy.

– Es posible -dijo-. ¿Quién lleva el caso de Janet?

– El inspector Winter, en la MIR Dos.

Grace le dio las gracias a Lorna y se fue directo al centro de operaciones que se había instalado en la MIR Dos. Allí explicó la posible conexión que acababa de descubrir con su doble investigación.

Luego regresó a la MIR Uno y casi se chocó con Glenn Branson, que dobló la esquina casi corriendo, triunfante.

– ¡Le tenemos! -dijo Branson, sacando un papel de su bolsillo y abriéndolo-. ¡Tengo un nombre y una dirección!

Grace lo siguió hasta la sala.

– Se llama Norman Jecks.

Grace miró el papel de rayas arrugado, con un borde que se había rasgado al arrancarlo de un bloc de espiral. En él había escrito: «Sackville Road, 262B, Hove».

Miró a Branson.

– No es la dirección de Bishop.

– No, no lo es. Pero es la que apuntó el hombre en el formulario de Urgencias el domingo por la mañana. El Brian Bishop disfrazado. ¿Quizá tenga una doble vida?

Grace miró el papel, tenía malas sensaciones. Como si un oscuro nubarrón se arremolinara en su interior. ¿Tenía Brian Bishop un segundo hogar? ¿Un hogar secreto? ¿Una vida secreta?

– ¿Es una dirección real?

– Bella ha comprobado el censo electoral. En esa dirección vive un Norman Jecks.

Miró su reloj, la adrenalina bombeaba con fuerza por sus venas. Eran las seis y diez.

– Sáltate la reunión informativa -dijo-. Averigua quién es el juez de guardia y consigue una orden de registro. Luego ve al equipo de Apoyo Local. Vamos a hacerle una visita a Norman Jecks. Tan pronto como podamos.

Volvió corriendo por el laberinto de pasillos hasta la sala de DDI.

Lorna Baxter estaba saliendo por la puerta cuando llegó.

– Lorna -dijo jadeando-, ¿tienes un momento?

– Tengo que ir a recoger a la mayor a natación. -Miró su reloj-. ¿Es algo rápido?

– Sólo unos minutos, es muy importante, siento hacerte esto. ¿Janet McWhirter tenía autorización para anotar entradas en la base de datos del DDI?

– Sí. Era la única persona de aquí que podía.

– ¿Sola? ¿Sin supervisión?

– Sí.

– ¿Te importaría buscarme algo en el ordenador?

Ella sonrió.

– Ya veo que me necesitarás durante más de unos pocos minutos. Pediré a alguien que vaya a recoger a Claire -dijo, y sacó el móvil del bolso.

Fueron a sentarse a su despacho. Lorna tecleó algo en el ordenador, para acceder al sistema.

– De acuerdo -dijo-. ¡Dispara!

– Necesito buscar los antecedentes de alguien. ¿Qué información tengo que darte?

– Sólo su nombre, edad, dirección.

Grace le dio los datos de Brian Bishop y escuchó el clic de las teclas mientras entraba la información.

– ¿Brian Desmond Bishop, nacido en Brighton el 7 de septiembre de 1964?

– Ése es.

Lorna se inclinó hacia delante, para acercarse a la pantalla.

– En 1979 el juzgado de menores de Brighton lo sentenció a dos años de internamiento en un reformatorio por violar a una niña de catorce años -leyó-. En 1985, el juzgado de Lewes le condenó a dos años de libertad provisional por lesiones graves a una mujer. ¡Qué encanto de tío! -comentó.

– ¿Hay alguna anomalía en la entrada? -preguntó Grace.

– ¿Alguna anomalía? ¿Qué quieres decir?

– ¿Podrían haberla manipulado?

– Bueno, sólo hay una cosa… Aunque no es tan inusual. -Lo miró-. Normalmente, los registros tan antiguos como éstos no se modifican nunca, permanecen igual en el expediente para siempre. Sólo se tocan cuando se introducen correcciones, a veces porque surgen pruebas nuevas, se anulan antiguas condenas o hay que rectificar algún error, cosas así.