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– Los mapas ocultos son nuestra especialidad, por su puesto -dijo Nathan con tono seco-, pero lo sé a ciencia cierta a partir de lo que he podido descifrar de la carta de tu padre.

Ella se inclinó sobre el escritorio.

– ¿Has descifrado la nota? ¿Tan rápido? ¿Cómo lo has conseguido? ¿Me enseñarás cómo lo has hecho? ¿Qué dice?

Los labios de Nathan se contrajeron ante semejante batería de preguntas.

– Sí, la he descifrado. Y lo he hecho tan deprisa no solo porque la descodificación era mi punto fuerte, sino porque además soy de una brillantez insobrepasable.

– Hum. Siento decirte que la palabra «insobrepasable» no existe, doctor Brillante.

Nathan desestimó el comentario con un gesto de la mano.

– Pues debería existir. En cuanto a enseñarte cómo lo he hecho, me temo que no va a ser posible, porque el Manual Oficial del Espía señala claramente que un espía no puede, bajo ningún concepto, por muy engatusado, torturado o besado que sea, revelar ninguno de los códigos empleados por la Corona.

– ¿Engatusado, torturado o besado?

Nathan dejó escapar un profundo suspiro.

– Todo ello forma parte de nuestra línea de actuación, te lo aseguro. En cuanto a lo que decía la nota… -Su voz se apagó y su expresión se tornó sobria.

– ¿Qué pasa? -preguntó Victoria al tiempo que una sensación de temor le recorría la espalda.

Por respuesta, Nathan empujó hacia ella una hoja de papel vitela.

– Aquí tienes el mensaje descodificado. Victoria tiró de la nota hacia ella y leyó las palabras pulcramente escritas.

Finalmente localizado Baylor. Los franceses le han encontrado primero, estaba casi muerto. Dio información inesperada sobre las joyas. Esa misma noche fui víctima de un intento de ataque. Creo que este conato está relacionado con otro caso. Estoy bien, pero quiero que Victoria se mantenga lejos de mí por su seguridad. Te la encomiendo. No permitas que se marche hasta que recibas indicaciones al respecto. Este es el mapa bosquejado por Baylor. Según dijo, una formación rocosa en tu propiedad indicaba la ubicación de las joyas. Encuentra las joyas, házmelas llegar y limpiaremos tu nombre de toda sospecha. Ve con cuidado, y cuida de mi hija.

El corazón de Victoria palpitó en lentos y dolorosos latidos y levantó los ojos hacia él.

– ¿Sabes si mi padre está realmente ileso? -preguntó, orgullosa al reparar en la firmeza de su voz.

Nathan la observó durante unos segundos antes de responder.

– ¿Realmente? No. Asegura estar bien, y conozco a tu padre, Victoria. De todos los hombres que conozco es sin iluda el que cuenta con más recursos. Con los años ha logrado abortar varios ataques pergeñados contra él.

Victoria llegó a sentir que la sangre se le retiraba del rostro.

– Si lo que pretendes es tranquilizarme sobre su seguridad, no me parece que sea este el modo más acertado.

– Estoy siendo sincero contigo. Tu padre sabe cuidar de sí mismo. Dado que en la nota no indica que esté herido, estoy seguro de que no lo está.

– ¿Cómo sé yo que es esto exactamente lo que mi padre codificó en la nota? ¿Que no has pasado nada por alto?

La mirada de Nathan pareció atravesarla.

– No tienes forma de saberlo. Si sigues empeñada en ayudarme, supongo que simplemente tendrás que confiar en mí.

¿Confiar en él? ¿En un espía? ¿Un hombre que se ganaba la vida contando elaboradas mentiras? ¿Un hombre que sin duda estaba buscando el modo de encontrar su valija de joyas sin ella? ¿Un hombre que podía afectar adversamente su auto control con una simple mirada? ¿Que se había mostrado capaz de aprovecharse del hecho de poder estar a solas con ella? Estaría loca si decidía confiar en él. Aun así… había en Nathan algo que le inspiraba confianza y fe. Y, en cuanto al hecho de estar a solas con ella, lo cierto es que su conciencia le exigía reconocer que se había aprovechado de la situación tanto como él. Y, al parecer, su padre consideraba a Nathan un hombre digno de confianza. De lo contrario jamás la habría deja do a su cuidado.

La intensa mirada de Nathan la sofocó y bajó la mirada hacia la nota.

– ¿Cómo diantre has descifrado este mensaje a partir de la carta de papá?

– Ya te lo he dicho: soy de una brillantez insobrepasable.

– Querrás decir que nada sobrepasa a tu brillantez.

– Exactamente, gracias.

– ¿Quién es el tal Baylor?

– Un hombre a sueldo, y lo cierto es que no le preocupaba demasiado quién le contratara… si nosotros o los franceses. Jugaba en ambos bandos y daba su información al mejor pagador. Era uno de los hombres más habilidosos y con menos escrúpulos con los que me haya podido encontrar en mi vida. Cuando dejé de prestar mis servicios a la Corona, Baylor era buscado tanto por los franceses como por los ingleses.

– ¿Cómo consiguió información sobre las joyas? ¿Podría haber estado implicado en su desaparición?

Nathan se encogió de hombros.

– Es posible. Aunque Baylor era como una rata, ocultándose entre las grietas, descubriendo datos y vendiéndolos después a las partes interesadas. Quizá diera con la información accidentalmente e intentara venderla cuando tu padre lo encontró.

Victoria miró el dibujo que ella misma había hecho.

– No se parece a ningún mapa que haya visto.

– ¿No puedes recordar nada más?

Victoria negó despacio con la cabeza.

– No. Creía que era un cuadro de briznas de hierba, aunque según la nota descifrada, es una formación rocosa.

– Sí, pero ¿cuál? Hay docenas de ellas en esta finca.

– ¿Por dónde empezamos entonces?

– Dibujaré un mapa cuadriculado de la propiedad y registraremos zona por zona. Y no te permito que hables de esto. Con nadie.

Victoria arqueó las cejas al oír el tono perentorio empleado por Nathan.

– ¿Ni con tu hermano ni con lord Alwyck?

– Con nadie.

– Pero ¿por qué? Ya están al corriente de la existencia de la nota. Y saben que también yo sé de su existencia.

– Porque así lo ha pedido tu padre. -Señaló dos palabras escritas en el extremo inferior de la nota-. «Ve con cuidado» era un código secreto entre tu padre y yo. Significa que no debe hablarse del asunto con nadie. -Su mirada se clavó en la de ella-. Desafortunadamente, y dado el estado de las circunstancias, tú ya estás al corriente, algo con lo que tu padre no estaría en absoluto complacido, estoy seguro. Ni que decir tiene que también estoy seguro de que no le haría ninguna ilusión enterarse de que desde tu llegada a Cornwall has incurrido al secuestro y al chantaje.

– ¡Jamás he hecho nada semejante!

– ¿Ah, no? ¿Y cómo llamarías al hecho de retener mi carta como rehén y exigirme que aceptara tu ayuda antes de acceder a devolvérmela?

Victoria alzó el mentón.

– De no haberlo hecho, habría vuelto a verme relegada a un rincón con una indulgente caricia en la cabeza. Como mujer moderna que soy, me niego a que se me siga tratando así.

– Unas palabras colmadas de valor, sin duda. Sin embargo, quizá desees no haberlas pronunciado cuando regreses a Londres. Dudo mucho que a tus potenciales prometidos les haga la menor gracia oírlas. De hecho, apuesto a que la perspectiva de tomar por esposa a una mujer moderna les aparte de la cacería.

Negándose a morder el anzuelo, Victoria preguntó:

– ¿Por qué supones que papá exige mantener el asunto en secreto, incluso ante tu hermano y lord Alwyck?

Una curiosa expresión asomó al rostro de Nathan.

– No tengo la menor idea de lo que puede tener en mente, Quizá sospeche de que alguien de esta zona, incluido mi hermano o Gordon, o quizá ambos, estuvieron de algún modo implicados en la desaparición de las joyas.

Victoria le miró fijamente.

– ¿De verdad crees que estuvieron implicados?