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Sin decir una palabra, Nathan se levantó y la tomó en brazos. La llevó a la cama y la depositó en el lecho, rebotando ligeramente al dejarla sobre la ropa de cama ya desplegada. Victoria le miró, esperando encontrar picardía en su mirada, pero Nathan la miraba con ojos muy serios. Después de taparla con la sábana, acomodó la cadera sobre el colchón y le sujetó un rizo detrás de la oreja con dedos que a Victoria no le parecieron demasiado firmes.

– La venganza es sin duda dulce -murmuró Nathan.

A Victoria el corazón le dio un vuelco. Hubo algo en el tono de voz de él, en el modo de taparla, que parecía anunciar su intención de poner fin al interludio. Armándose de valor, dijo:

– Aunque sin duda inconclusa.

Algo brilló en los ojos de Nathan.

– ¿Deseas continuar?

– ¿Tú no?

– Estás respondiendo a una pregunta con otra pregunta ¿Has pensado en ello?

– Profundamente. Y no cuando estaba, como tú dirías, sexualmente excitada ni deleitándome en la complacencia posterior al placer.

– ¿Te has planteado las posibles consecuencias?

– Sí. En circunstancias normales, quizá no accedería a empezar un romance. Sin embargo, aquí existen factores atenuantes.

– ¿Como por ejemplo?

– La ubicación. Resultaría difícil mantener la discreción en Londres, pero aquí nadie me conoce. No tengo la menor intención de regresar, y tampoco creo que ninguno de mis conocidos de la alta sociedad esté en la zona.

– Si nos descubrieran, ninguna distancia bastaría para protegerte del escándalo. Además, está la cuestión del embarazo.

– Existen métodos para prevenir que eso ocurra -dijo Victoria-. Sin duda, siendo médico debes de saberlo.

– Por supuesto que lo sé. -Entrecerró los ojos-. Aunque no sabía que tú también lo supieras.

– He extraído una enorme cantidad de conocimiento de mis lecturas de la Guía femenina.

– Ah, sí, la Guía femenina. Al parecer, es una inagotable fuente de información. Debo admitir que el fragmento que he leído me ha parecido realmente excitante.

– No es solo eso -dijo Victoria, presa del impulso de defender el libro que tanto significaba para ella-. Proporciona información a mujeres que de otro modo casi con toda probabilidad se verían privadas de ella.

– ¿Como la de cómo tocar a un hombre? ¿O seducirle?

Victoria alzó el mentón.

– Sí, entre otras cosas.

– Hum. En cualquier caso, creo que debo al autor una nota de agradecimiento. Sin embargo, hay otras cosas a considerar. Aunque aquí no llegara a descubrirse un romance ahora, el hecho de que te vieras envuelta en él no pasaría desapercibido en tu noche de bodas, y las consecuencias serían previsiblemente negativas, pues sospecho que ni a Branripple ni a Dravensby les haría demasiada gracia descubrir que su esposa había tenido un amante.

– La Guía femenina sugiere varias formas para poner solución a esa situación, una situación que, por cierto, según afirma el autor, no es asunto del caballero. Ni que decir tiene que no se espera de los caballeros que lleguen vírgenes al matrimonio.

– Quizá no. Pero soy todo curiosidad. ¿Cómo sugiere el autor lidiar con la situación?

– Mi elección personal es el entusiasmo. La Guía afirma que si la novia se muestra como una participante activa y dispuesta en la actividad amatoria de la noche de bodas en vez de limitarse a ser un cuerpo inerte, el novio quedará tan embelesado que no tendrá el aplomo suficiente para preguntar los… ejem… detalles.

Aunque la expresión de Nathan era del todo ilegible, un músculo se contrajo en su mentón.

– Comprendo -dijo con tono neutro.

– Además, no entiendo por qué te preocupa lo que pueda ocurrir en mi noche de bodas.

Algo destelló en los ojos de él, aunque desapareció antes de que Victoria pudiera llegar a descifrarlo.

– Me preocupa porque no quiero que sufras. De ningún modo.

Un ceño se dibujó entre las cejas de Victoria.

– Gracias. Aprecio tu interés, pero…

– Pero ¿qué?

Victoria soltó un bufido.

– Bueno, para ser un hombre que afirma desearme, te veo frustrantemente reticente a convertirte en mi amante. Y, por desgracia, en mis numerosas lecturas de la Guía femenina, u recuerdo que se haga mención a cómo lidiar con un caballa poco dispuesto.

– ¿Poco dispuesto? -Los ojos de Nathan se oscurecieron y se levantó. Clavándola a la cama con la mirada, se quito lentamente la camisa-. Mi querida Victoria, te aseguro que mi disposición es plena. Tan solo quería asegurarme de que eras perfectamente consciente de lo que te espera.

Terminó de quitarse la camisa y la dejó caer descuidadamente al suelo. La mirada de ella se paseó por su pecho, posándose por fin en los sedosos rizos de vello oscuro que se estrechaban hasta perfilar la cinta de ébano que dividía en dos el pecho y el vientre plano y musculoso. La erección de Nathan quedaba claramente perfilada bajo los ajustados pantalones. Oh, Dios. No había nada en ese hombre que denotara la más mínima falta de disposición.

– ¿Y qué es lo que me espera? -preguntó Victoria, notando que se le aceleraba el pulso.

– Un amante que no estará satisfecho simplemente con tenerte una vez. Desearé que nuestro romance continúe durante el tiempo de tu estancia en Cornwall.

– Entiendo. -Victoria se incorporó, apartando la sábana a un lado y rodando hasta quedar de rodillas. Alargó entonces la mano y trazó con la yema del dedo esa mata de pelo que tanto la fascinaba-. En ese caso, y en nombre del juego limpio, será mejor que también yo te advierta de que estarás tomando a una amante que no se contentará con poseerte una vez. Espero también que nuestro romance prosiga durante el tiempo que dure mi estancia en Cornwall.

Trazó con el dedo la franja de piel situada justo encima de la cintura del pantalón. Los músculos de Nathan se erizaron bajo el suave contacto de la yema.

– Un infortunio que me comprometo a soportar con una sonrisa.

– Naturalmente, si no crees ser lo bastante resistente… Una ceja oscura se arqueó de pronto.

– ¿Dudas de mi vigor?

– Si respondo que sí, ¿me demostrarás cuan equivocada estoy?

– Me temo que eso me obligaría a estar a la altura de las circunstancias.

– Sí -dijo Victoria, sin el menor asomo de vacilación.

Capítulo 18

La mujer moderna actual debería elegir a un caballero que sea un amante generoso y considerado, un hombre que le garantice placer. Es igualmente importante que ella se ocupe también de darle placer a él. Y que sea consciente de que con ello no hará más que aumentar el propio.

Guía femenina para la consecución

de la felicidad personal y la satisfacción íntima.

Charles Brightmore.

Nathan no vaciló un segundo. Ya sentía como si llevara esperando toda la vida para estrecharla piel contra piel. Los treinta segundos que tardó en despojarse del resto de la ropa fueron un auténtico ejercicio de frustración, un paréntesis interminable en el que sus manos no dejaban de temblar y sus dedos de avanzar a tientas. No recordaba haberse visto nunca tan poco dueño de sí. Totalmente incapaz de controlar sus pasiones.