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Se acercó a la mesa redonda de caoba que estaba junto al armario, donde vio una licorera de brandy y una copa de cristal sobre una bandeja de plata. Se llevó la copa a la nariz e inspiró. El olor a potente licor seguía todavía impregnando el cristal. Sostuvo entonces la copa contra la luz y percibió las gotas de pálido oro que quedaban en el fondo. ¿Un rápido estimulante para tu carrera por el césped, Colin?, pensó.

Cruzó la estancia hasta los ventanales y reparó con una triste sonrisa en que estaban cerrados por dentro.

– Pero si eres todo un experto en cerrar las puertas por el otro lado -murmuró-. Y en abrirlas, claro, pues sospecho que no habrás entrado alegremente por la puerta principal y habrás subido hasta aquí por la escalera.

Abrió los ventanales y salió al balcón. Se dirigió a la balaustrada de piedra y levantó la linterna para examinar detenidamente la piedra. Directamente en el centro de la barandilla encontró lo que buscaba: trozos de fibra de cuerda.

– Ahora sé cómo has entrado… pero ¿qué buscabas?

Bajó la lámpara y barrió con la mirada el balcón de piedra hasta detenerla en el pálido objeto que tenía junto a los pies. Se agachó y cogió la marfileña hoja de papel vitela doblado. Una sensación de espanto le recorrió al tiempo que desplegaba lentamente el papel con la esperanza de no ver lo que sospechaba que estaba a punto de contemplar. Segundos más tarde, sus peores sospechas quedaron confirmadas.

Era la carta y el mapa falsos que Nathan había dibujado en su momento. Los mismos que le habían robado.

Demonios. Presa del más absoluto desasosiego, regresó apresuradamente a su propia habitación. Después de entrar en ella, se dirigió al armario y cogió el par de botas de montar que tenía en el rincón más alejado de la puerta. Hizo girar con destreza el talón de la bota izquierda y palpó el compartimiento oculto. Como había sospechado, estaba vacío.

– Me han robado la carta y el mapa -dijo Nathan en cuanto cerró tras de sí la puerta de la habitación de Victoria-. También nuestro mapa cuadriculado.

Victoria clavó la mirada en la expresión adusta de Nathan y el corazón se le encogió al ser partícipe de la noticia.

– ¿Cuándo?

– Debe de haber sido esta noche durante la cena. -Se mesó los cabellos-. Debería haberlo sospechado, tendría que haber imaginado que haría algo así, pero no quería creer que pudiera ser tan estúpido.

– ¿Quién?

Victoria se quedó inmóvil ante la mirada torturada que vio en los ojos de Nathan.

– Colin -respondió él con la voz impregnada de angustia-. Ha estado aquí. Esta noche. Le he visto en el césped, yendo hacia el bosque. Cuando he registrado su habitación, he encontrado esto.

Victoria cogió el papel vitela que él le ofrecía y frunció el ceño al ver las palabras y el dibujo que no logró reconocer.

– ¿Qué es esto?

– El mapa y la nota falsos que nos robaron.

Victoria sintió que se le desorbitaban los ojos al ser consciente de lo que aquello quería decir.

– Eso significa que Colin…

– Está implicado. Solo hay dos maneras de que haya podido hacerse con la nota. Una, que contratara a aquel bastardo para que la robara. O dos que se la robara a aquel bastardo.

Victoria escudriñó su mirada.

– ¿Y cuál crees tú que es la acertada?

– Que Colin se la robó a nuestro ladrón -dijo sin dudarlo-. Mi hermano, entre sus múltiples talentos, es un formidable ladrón. Muy útil durante nuestra época de espías. Y, al parecer, todavía lo es.

Victoria daba vueltas a aquellos retazos de información mientras seguía mirando el papel vitela.

– Es decir, que crees -dijo despacio- que Colin se cruzó con nuestro ladrón, le robó la carta y el mapa y ha estado desde entonces intentando encontrar las joyas… aunque empleando para ello la información incorrecta… -Levantó los ojos y su mirada y la de Nathan se encontraron-. Ahora no solo tiene la carta y el mapa auténticos, y por consiguiente la información correcta, sino también nuestro mapa cuadriculado en el que aparecen señaladas todas las zonas que ya hemos cubierto.

Los rasgos tensos de Nathan se relajaron un poco y una inconfundible admiración brilló en sus ojos. Extendió el brazo, tomó la mano de Victoria y se la llevó a los labios, depositando un cálido beso en sus dedos.

– Mi querida Victoria, ¿te he dicho alguna vez que adoro tu capacidad para abrirte paso entre la niebla más espesa e ir directamente al meollo de la cuestión?

Victoria contuvo el aliento al ver la intensidad que hervía en la mirada de él y negó con la cabeza.

– No creo haberte oído mencionarlo.

– Pues dalo por mencionado. -Tras depositar otro breve beso en sus dedos, le soltó la mano y empezó a pasearse delante de ella.

Victoria le observó en silencio durante un minuto entero. Era tanta la preocupación que vio en la expresión de Nathan que no pudo por menos que sufrir por él. La siguiente vez que él pasó por delante de ella, tendió la mano y se la puso en el brazo, deteniéndole.

– Estás pensando que Colin tuvo algo que ver con el fracaso de la misión hace tres años -dijo con delicadeza. Le apretó suavemente el brazo en un gesto de compasión-. Lo siento.

Nathan negó con la cabeza, ligeramente sorprendido.

– De hecho, no, no es eso lo que pienso. Cualesquiera que sean las faltas que Colin pueda cometer, es un hombre de honor e integridad. Desgraciadamente, también tiene tendencia a ser muy audaz. Lo que creo es que, de algún modo, se habrá enterado de la verdad sobre lo que ocurrió hace tres años y, en vez de contármela, ha decidido solucionar las cosas sin ayuda de nadie.

– Pero ¿por qué no iba a explicártela? ¿Por qué no contar con tu ayuda?

Un músculo se contrajo en la mandíbula de Nathan.

– Tan solo puedo aventurarme a imaginar, pero diría que es porque hace tres años dudó de mí. Creo que, durante estos últimos tres años, por mucho que él quisiera creer en mi inocencia de cualquier fechoría, seguía manteniendo esa sombra de duda. Cuando descubrió lo que de verdad había ocurrido, y se dio cuenta de que yo no había traicionado la misión… -Dejó escapar un largo suspiro-. Estoy seguro de que le pudo el sentimiento de culpa. Conociéndole como le conozco, creo que está actuando por cuenta propia respondiendo a una especie de penitencia autoimpuesta. Es una forma de compensarme por su falta de fe en mí. Quiere encontrar las joyas, descubrir al traidor y limpiar mi nombre.

Victoria escrutó su mirada.

– Eso es lo que sientes porque es eso exactamente lo que tú harías por él.

– Sí. Lo haría.

– Apenas conozco a tu hermano, de modo que en calidad de observadora objetiva me siento en la necesidad de apuntar que, aunque podrías estar en lo cierto… es igualmente posible que estés equivocado. Puede que Colin sea el responsable de todo lo ocurrido.

– Cabe la posibilidad de que tengas razón, pero no me equivoco. Y eso significa que Colin podría estar en un grave peligro. -La tomó de la mano y la condujo hacia el escritorio de cubierta inclinada de caoba situado junto a la ventana-. Voy a reproducir la carta descifrada y la cuadrícula, y quiero que tú vuelvas a dibujar el mapa. Luego los estudiaremos hasta que descubramos lo que se nos ha escapado. Hasta que averigüemos cuál es el mejor lugar donde buscar. El instinto me advierte de que no tenemos mucho tiempo. No creo que podamos registrar las cinco cuadrículas que todavía nos quedan en el mapa.

Durante los treinta minutos siguientes, el único sonido que se oyó en la habitación, además del crepitar de la madera que ardía en la chimenea, era el rasgar de las plumas sobre el papel vitela. Victoria ocupó las dos horas siguientes en estudiar al detalle la serie de garabatos que había dibujado. Pa recían un auténtico galimatías. Hizo girar despacio el papel vitela, mirando las líneas desde todos los ángulos hasta que se le irritaron los ojos.