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– Entiendo -dijo Rachel tranquilamente-. No tiene que preocuparse por mí. ¿Puedo irme ahora?

– Otra cosa más.

Alpert vaciló un momento. Fuera lo que fuese, se trataba de algo delicado.

– No todos los implicados en esta investigación están al corriente de la relación con Robert Backus. Es need to know y quiero que siga así.

– ¿Qué quiere decir? ¿La gente que está allí trabajando no sabe que fue Backus quien lo hizo? Deberían…

– Agente Walling, ésta no es su investigación. No trate de apropiársela. Ha venido aquí a observar y ayudar, limítese a eso. No sabremos con segundad si fue Backus hasta que…

– Claro. Sus huellas dactilares sólo estaban en el GPS y su modus operandi en todas partes.

Alpert miró a Dei, lanzándole una mirada de enfado.

– Cherie no debería haberle hablado de las huellas y por lo que respecta al modus operandi, no sabemos nada a ciencia cierta.

– Sólo porque ella no debería habérmelo dicho no significa que no sea cierto. No va a poder tapar esto, agente Alpert.

Alpert se rió, frustrado.

– ¿Quién ha hablado de tapar nada? Mire, lo único que estamos haciendo es controlar la información. Existe el momento adecuado para revelar datos. Eso es lo único que estoy diciendo, ¿está claro? Simplemente no quiero que usted decida qué se revela ni a quién se revela. Ese es mi trabajo. ¿Entendido?

Rachel asintió con la cabeza sin convicción. Miró a Dei al hacerlo.

– Perfectamente.

– Bien. Entonces, Cherie, acompáñala a la visita.

Salieron de la caravana y Dei condujo a Rachel Walling hacia la primera tienda pequeña.

– Ciertamente te lo has ganado -dijo Cherie Dei al salir.

– Tiene gracia. Algunas cosas nunca cambian. Creo que es imposible que una burocracia evolucione, que aprenda algo de sus errores. De todos modos, no importa. ¿Qué tenemos aquí?

– Hasta ahora tenemos ocho bolsas y gas en otros dos. Sólo que todavía no hemos llegado a ellos. La clásica pirámide invertida.

Rachel entendió el resumen. Había inventado parte de esa jerga. Dei estaba explicándole que se habían recuperado ocho cadáveres y que los valores obtenidos por las sondas de gas indicaban que quedaban otras dos víctimas por exhumar.

La historia trágica creaba datos a partir de los cuales se elaboraban modelos de conducta similar. Se había visto antes: un asesino que retorna con las víctimas al mismo lugar de sepultura sigue un modelo: los enterramientos más nuevos irradian desde el primero en forma de pirámide invertida o de V. Ese era el caso en Zzyzx. Conscientemente o de manera no intencionada, Backus estaba siguiendo un modelo basado en datos que él había ayudado a recopilar como agente.

– Deja que te pregunte una cosa -dijo Rachel-. Estaba hablando por teléfono con Brass Doran. Ella conoce la conexión con Backus, ¿no?

– Sí, ella lo sabe. Brass encontró las huellas en el paquete.

Rachel asintió con la cabeza. Al menos tenía una colega en la que podía confiar y que estaba al corriente.

Llegaron a la tienda y Dei tiró de la solapa de entrada. Rachel fue la primera en entrar. Como la solapa de ventilación superior estaba abierta, la tienda no se hallaba a oscuras. Sólo en penumbra. Las pupilas de Rachel se adaptaron de inmediato y vio un gran agujero rectangular en el centro de la tienda. No había ningún montón con el material extraído. Supuso que la tierra, las rocas y la arena habrían sido enviadas a Quantico o al laboratorio de la oficina de campo para ser analizadas.

– En el primer emplazamiento es donde están las anomalías -dijo Dei-. Los otros son simples sepulturas. Muy limpios.

– ¿Cuáles son las anomalías?

– La lectura del GPS nos llevó a este punto. Cuando llegaron aquí había un barco. Era…

– ¿Un barco? ¿En el desierto?

– ¿Recuerdas que te he dicho que este lugar lo fundó un predicador? Cavó un canal para que lo llenara el agua del manantial. Suponemos que el barco llegó entonces. Ha estado aquí durante décadas. El caso es que lo movimos, hundimos una sonda y empezamos a excavar. La anomalía número dos es que la tumba contenía las dos primeras víctimas. Todas las otras sepulturas son individuales.

– ¿Estas dos fueron enterradas al mismo tiempo?

– Sí, un cadáver encima del otro. Pero una víctima estaba envuelta en plástico y llevaba mucho más tiempo muerta que la otra. Siete meses más, creemos.

– O sea que se guardó un cadáver durante cierto tiempo. Lo envolvió para conservarlo. Y cuando tuvo el segundo se dio cuenta de que tenía que hacer algo, por eso vino al desierto a enterrarlos. Utilizó el barco como marcador. Como una especie de lápida para sí mismo, porque sabía que volvería con más.

– Tal vez. Pero ¿para qué necesitaba el barco si tenía el GPS?

Rachel asintió con la cabeza y sintió que la adrenalina empezaba a latirle en la sangre. El brainstorming siempre había sido la mejor parte del trabajo.

– El GPS vino después. Recientemente. Eso era sólo para nosotros.

– ¿Nosotros?

– Para ti. Para el FBI. Para mí.

Rachel se acercó al borde y miró al agujero. No era demasiado profundo, sobre todo para dos cadáveres. Dejó de respirar por la boca y el aire fétido se introdujo en sus fosas nasales. Quería recordarlo.

– ¿ Identificaciones?

– Nada oficial. No ha habido contacto con familiares todavía, pero sabemos quiénes eran algunos de ellos. Al menos cinco. El primero fue hace tres años. El segundo siete meses después.

– ¿Habéis establecido un ciclo?

– Sí. Una reducción de aproximadamente un ocho por ciento. Creemos que los dos últimos nos llevan a noviembre.

Eso significaba que los intervalos entre los asesinatos se habían reducido en un ocho por ciento desde el periodo inicial de siete meses entre los asesinatos uno y dos. De nuevo, la información era familiar. El intervalo decreciente era común en la casuística, un síntoma del cada vez menor control de sus impulsos por parte del asesino al mismo tiempo que crecía su fe en su invulnerabilidad. Uno sale impune del primero y el segundo llega más fácil y más pronto. Y así sucesivamente.

– Según eso lleva retraso -dijo Rachel.

– Supuestamente.

– ¿ Supuestamente?

– Vamos, Rachel, es Backus. Sabe lo que nosotros sabemos. Sólo está jugando con nosotros. Como en Amsterdam. Se fue incluso antes de que reconociéramos que era él. Aquí lo mismo. Ha pasado a otra cosa. Venga, ¿por qué si no, nos envió el GPS? Ya se ha ido. No lleva retraso y no va a volver aquí. Está en alguna parte riéndose de nosotros, observando cómo seguimos nuestros modelos y rutinas, sabiendo que no nos acercaremos a él más de lo que lo hicimos la última vez.

Rachel asintió con la cabeza. Sabía que Dei tenía razón, pero decidió ser optimista.

– Tiene que cometer un error alguna vez. ¿Y el GPS? ¿Se sabe algo de eso?

– Estamos trabajando en ello, obviamente. Brass está en ello.

– ¿Qué más?

– Estás tú, Rachel.

Rachel no dijo nada. De nuevo Cherie tenía razón. Backus tenía algo en juego. Su mensaje oscuro pero directo para Rachel parecía hacerlo obvio. La quería allí, quería que participara en la función. Pero ¿cuál era la función? ¿Qué quería el Poeta?

Como Rachel había sido mentora de Dei, Backus había sido mentor de Rachel. Era un buen maestro. En retrospectiva, mejor de lo que ella o ningún otro podían haber imaginado.

Rachel había tenido de mentor al agente y al asesino, al cazador y a la presa, una combinación única en los anales del crimen y el castigo. Rachel siempre recordaba un comentario que Backus había hecho de pasada una noche, cuando subían por la escalera del sótano de Quantico para abandonar la unidad hasta el día siguiente.