– ¿Cuándo fue eso?
– Principios de febrero. Estoy seguro de que pueden comprobarlo. En cualquier caso, ese artículo, su nombre en ese artículo, atrajo al Poeta hacia él.
– Mire, no vamos a confirmar nada sobre el Poeta. ¿Lo entiende?
– Claro, como quiera. Puede tomar todo esto como hipotético si lo prefiere.
– Continúe.
– Alguien estaba secuestrando a esos hombres, y ahora sabemos que los enterraba en el desierto. Como todos los buenos asesinos en serie mantenía un ojo en los medios para ver si alguien ataba cabos y se le acercaba. Vio el artículo de seguimiento y reparó en el nombre de McCaleb. Es un viejo colega. Mi hipótesis es que conocía a McCaleb. De Quantico, de antes de que Terry saliera de Ciencias del Comportamiento a su destino en Los Ángeles. Antes de que tuviera su primer ataque al corazón.
– De hecho, Terry fue el primer agente del que Backus fue mentor en la unidad -dijo Walling.
Dei la miró como si hubiera traicionado su confianza. Walling no le hizo caso, y eso me gustó.
– Ahí está -dije-. Tenían esa conexión. Backus ve su nombre en el periódico y, una de dos: o lo toma como un desafío o sabe que McCaleb es irreductible y que va a seguir insistiendo, a pesar de la aparente falta de interés en él por parte de la policía de Las Vegas.
– Así que fue a por McCaleb.
– Exacto.
– Y tenía que eliminarlo de forma que no planteara preguntas -agregó Rachel.
– Exacto.
Miré a Zigo. Era hora de que interviniera, pero no dijo nada.
– Así que fue allí para asegurarse -continué-. Llevaba la barba, el sombrero y las gafas de sol, probablemente un poco de cirugía estética. Contrató a Terry para que lo llevara de pesca.
– Y Terry no sabía que era él -dijo Rachel.
– Terry sospechó de algo, pero no estoy seguro de qué. Esas fotos forman parte de una serie. Terry sabía que había algo extraño en ese tipo y por eso hizo más fotos. Pero creo que si entonces hubiera sabido que el tipo era Backus habría hecho algo más. No lo hizo, y eso me hace pensar que no estaba seguro de lo que tenía o de quién era el tipo. -Miré a Rachel-. Ha estudiado la foto. ¿Puede saber si es él? Me refiero, de manera hipotética.
– No puedo decirlo ni hipotéticamente ni de ninguna manera. No le veo los ojos ni la mayor parte de la cara. Si es él, hay mucho bisturí. La nariz es diferente y los pómulos también.
– Es fácil de cambiar -dije-. Venga un día a Los Ángeles. Le llevaré a un tipo de Hollywood que trabaja para las putas de lujo. Tiene algunas fotos del antes y el después que le harían rendirse a las maravillas de la ciencia médica.
– Estoy segura -dijo Dei, aunque yo estaba hablando con Rachel-. Entonces, ¿qué? ¿Cuándo cambió los medicamentos de McCaleb?
Quería consultar mi cronología, pero tenía la libreta en el bolsillo de la chaqueta. Todavía no me habían registrado, así que quería mantener mis notas al margen, y con un poco de suerte salir de allí con ellas.
– Um, unas dos semanas después de la excursión de pesca entraron en el barco de Terry. El que lo hizo se llevó un GPS, pero creo que sólo era una tapadera por si Terry se daba cuenta de que alguien había… ¿Qué pasa?
Había observado sus reacciones. El GPS significaba algo.
– ¿Qué clase de GPS era? -preguntó Rachel.
– Rachel -le interrumpió Dei con rapidez-. Recuerda que eres una observadora.
– Un Gulliver-dije-. No recuerdo el modelo exacto. La denuncia al sheriff está en el barco. De hecho, no era de Terry, sino de su socio.
– ¿Conoce el nombre de su socio? -preguntó Dei.
– Sí, Buddy Lockridge. ¿No lo recuerda de la película?
– No la vi. ¿Sabe algo más de la historia de este GPS?
– Buddy me dijo que lo ganó en una partida de póquer. Tenía buenos lugares de pesca marcados. Se cabreó mucho cuando se lo robaron, pensó que había sido otro guía de pesca.
Por sus reacciones supe que estaba dándolas todas. El GPS era importante. No se lo habían llevado simplemente como una tapadera. En eso me había equivocado. Tardé un momento en comprenderlo.
– Ya lo entiendo -dije-. Así es como encontraron este sitio, ¿no? Backus les mandó el GPS con este sitio marcado. Les llevó aquí como hizo con Terry.
– No se trata de nosotros -dijo Dei-, sino de usted.
Pero yo miré a Rachel y vi la confirmación en sus ojos. Di el siguiente salto y supuse que se lo había enviado a ella. Por eso estaba allí como observadora. Backus la había convocado, igual que había convocado a Terry.
– Ha dicho que Terry fue el primer agente del que Backus fue mentor en la unidad. ¿Quién fue el segundo?
– Sigamos -dijo Dei.
Rachel no respondió, pero me ofreció esa leve sonrisa que parecía tan triste con aquellos ojos apagados. Me estaba diciendo que no me equivocaba. Ella había seguido a Terry McCaleb en el programa de formación.
– Espero que esté tomando las precauciones apropiadas -dije en voz baja.
Dei abrió la carpeta en la mesa.
– De hecho, no es asunto suyo -dijo ésta-. Veamos, hay algunas cosas en sus notas sobre las que queremos preguntarle. En primer lugar, ¿quién es William Bing?
Miré a Dei. Ella pensaba que eran mi carpeta y mis notas.
– No lo sé. Sólo un nombre con el que me he cruzado. -¿Dónde?
– Creo que Terry lo escribió. Todavía no he averiguado quién es.
– Y esta referencia a la teoría del triángulo, ¿qué significa?
– ¿Qué significa para usted?
– Señor Bosch, no me irrite. No se haga el listo.
– ¿Cherie? -intervino Rachel.
– ¿Qué?
– Creo que probablemente son notas de Terry.
Dei miró la carpeta y se dio cuenta de que Rachel tenía razón. Miré a Rachel como si me sintiera dolido porque me hubiera delatado. Dei cerró la carpeta abruptamente.
– Claro, por supuesto. -Me miró-. ¿Sabe lo que significa eso?
– No, pero creo que usted me lo va a decir.
– Significa que a partir de aquí nos ocuparemos nosotros. Ya puede volver a Los Ángeles.
– No voy a Los Ángeles, voy a Las Vegas. Tengo una casa allí.
– Puede ir a donde quiera, pero manténgase alejado de esta investigación. La estamos asumiendo oficialmente.
– ¿Sabe?, no trabajo para ningún departamento de policía, agente Dei. No puede quitarme nada a no ser que yo quiera. Soy un investigador privado.
Ella asintió con la cabeza como si me entendiera.
– Está bien, señor Bosch, hablaremos después con su cliente y dejará de tener cliente antes de anochecer.
– Sólo intento ganarme la vida.
– Yo sólo intento capturar a un asesino. Así que, entiéndame, sus servicios ya no se requieren. Apártese de esto. Está fuera. Ha terminado. ¿Puedo ser más clara?
– ¿Cree que podría ponérmelo por escrito?
– ¿Sabe qué? Creo que debería salir de aquí e irse a casa mientras todavía puede. Tom, ¿puedes devolverle la licencia y las llaves al señor Bosch y escoltarlo hasta su coche?
– Encantado -dijo Zigo, en lo que fueron sus primeras palabras en el interior de la caravana.
Me estiré a recoger la carpeta, pero ella la apartó de mi alcance.
– Y nos quedaremos esto.
– Claro. Buena caza, agente Dei.
– Gracias.
Seguí a Zigo hacia la puerta. Miré atrás y saludé a Rachel con la cabeza. Ella me devolvió el saludo. Creo que vi un rastro de luz entrando en sus ojos.
20
Los agentes continuaban hablando de Bosch cuando el helicóptero se elevó del suelo del desierto e iniciaron el trayecto de cuarenta y cinco minutos hasta Las Vegas. Los tres llevaban auriculares para poder comunicarse a pesar del ruido del rotor. Dei continuaba claramente molesta con el detective privado y Rachel pensó que tal vez Cherie sentía que de alguna manera Bosch la había superado. A Rachel la situación le divertía. Sabía que volverían a oír hablar de Bosch. Tenía aquella mirada de haberlo visto todo antes y ese saludo con la cabeza antes de salir dejaba claro que no iba a limitarse a hacer las maletas e irse a casa.