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– Dame cinco minutos.

– ¿Dónde estás?

– He tenido que ir a una reunión en la oficina de campo. Estoy en camino.

– ¿Qué reunión?

– Te lo diré cuando nos veamos. Ahora estoy en Paradise.

– Vale.

Cerré el teléfono y esperé, mirando el cartel de la parte posterior de un taxi que estaba parado delante de mí. Era un anuncio de un espectáculo en el Riviera. Mostraba los traseros espléndidamente proporcionados de una docena de mujeres desnudas. Me hizo pensar en la naturaleza cambiante de Las Vegas y en lo que había mencionado el artículo del Times sobre los seis hombres desaparecidos. Pensé en toda la gente que se había trasladado a Las Vegas por la oferta familiar sólo para encontrarse con un millar de anuncios similares al que acababa de ver al llegar a la ciudad.

Un clásico vehículo federal -un Crown Victoria- llegó desde la otra dirección y se detuvo a mi lado. Rachel bajó la ventanilla.

– ¿Vamos en mi coche?

– No, quiero conducir -dije, pensando que eso me proporcionaría una leve ventaja en el control de la situación.

Ella no discutió. Aparcó el Crown Vic en un hueco y entró en mi coche.

Yo no me moví del Mercedes.

– ¿Vas a tomarte esos dos cafés? -me preguntó.

– No, uno es para ti. Hay azúcar en la bolsa. No tenían nata.

– Lo tomo así.

Rachel levantó uno de los cafés y lo probó. Miré adelante a través del parabrisas y después por el retrovisor. Y esperé.

– Bueno -dijo ella al fin-, ¿nos vamos?

– No lo sé. Creo que tendríamos que hablar antes.

– ¿De qué?

– De lo que está pasando.

– ¿A qué te refieres?

– ¿Qué estabas haciendo tan temprano en la oficina de campo? ¿Qué está pasando, agente Walling? Ella dejó escapar el aire, enfadada. -Mira, Harry, te estás olvidando de algo. Esto es una investigación de gran importancia para el FBI. El director está implicado personalmente.

– ¿Y?

– Y cuando quiere una reunión a las diez de la mañana, eso significa que los agentes de Quantico y los que están sobre el terreno se reúnen a las nueve para tener claro qué le van a decir y asegurarse de que no les va a salir el tiro por la culata.

Asentí. Lo había entendido.

– Y las nueve de la mañana en Quantico son las seis de la mañana en Las Vegas.

– Exacto.

– ¿Y qué pasó a las diez hora de Quantico? ¿Qué le habéis dicho al director?

– Eso es asunto del FBI.

La miré y ella me estaba esperando con una sonrisa.

– Pero te lo voy a decir porque tú también vas a contarme todos tus secretos. El director va a hacerlo público. Es demasiado arriesgado no hacerlo. Parecería una tapadera si después la información salta de forma incontrolada. Todo es cuestión de controlar el momento, Harry.

Puse la marcha y me dirigí hacia la salida del aparcamiento. Ya había trazado mi ruta. Tomaría por Flamingo hasta la 15 y seguiría hasta la autopista Blue Diamond. Desde allí el camino era directo hasta Clear.

– ¿Qué va a decir?

– Ha convocado una conferencia de prensa para última hora de la tarde. Anunciará que al parecer Backus está vivo y que lo estamos buscando. Mostrará la foto que Terry McCaleb le hizo al hombre que se hacía llamar Shandy.

– ¿Ya han comprobado todo eso?

– Sí. No hay ninguna pista de Shandy, probablemente sólo es un nombre que le dio a Terry. Pero ahora mismo se están haciendo análisis fotográficos y comparaciones de las fotos que sacó Terry con fotos de Backus. El informe preliminar es que va a haber coincidencia. Era Backus.

– Y Terry no lo reconoció.

– Bueno, obviamente reconoció algo. Hizo las fotos, así que algo sospechaba. Pero el tipo llevaba barba, gorra y gafas. El técnico dice que también se ha cambiado la nariz y los dientes, y tal vez lleva implantes en las mejillas. Hay muchas cosas que puede haberse hecho, incluso podría haberse cambiado la voz mediante cirugía. Mira, yo me fijé bien en las fotos y no lo vi seguro, y trabajé para Backus cinco años, mucho más que Terry. A Terry lo trasladaron a Los Ángeles para llevar el puesto de avanzada de Ciencias del Comportamiento.

– ¿Alguna idea de dónde se hizo todo eso?

– Estamos casi seguros. Hace seis años aparecieron los cadáveres de un cirujano y su esposa en su vivienda quemada de Praga. La casa tenía un quirófano y el médico era objeto de un informe de inteligencia de la Interpol. La mujer era su enfermera. La policía sospechaba que cambiaba la cara a delincuentes. La hipótesis de trabajo era que alguien a quien operó lo había asesinado a él y a su esposa para cubrir la pista. Todos los registros que pudiera tener sobre las caras que había cambiado se perdieron en el incendio. Se consideró un incendio provocado.

– ¿Qué conectaba a Backus con él?

– Nada a ciencia cierta. Pero como puedes imaginar, todo lo que Backus hizo o tocó como agente fue examinado. Su historial de casos completo se investigó todo lo posible. Hizo muchas asesorías en casos del extranjero: parte de la maquinaria de imagen del FBI. Fue a lugares como Polonia, Yugoslavia, Italia, Francia, lo que quieras.

– ¿Estuvo en Praga?

Rachel asintió.

– Fue a Praga en un caso. Como asesor. Mujeres jóvenes que desaparecieron y terminaron en el río. Prostitutas. El cirujano fue interrogado porque había aumentado los pechos de tres de las víctimas. Backus estuvo allí. Participó en el interrogatorio del médico.

– Y pudieron haberle hablado de la presunta actividad complementaria del médico.

– Exactamente. Creemos que lo sabía y creemos que fue allí a cambiarse la cara.

– Eso no le resultaría fácil. Su cara real estaba entonces en todos los periódicos y revistas.

– Mira, Bob Backus es un asesino psicópata, pero es un psicópata muy listo. Aparte de los personajes de los libros y las novelas, no ha habido nadie más listo en esto. Ni siquiera Bundy. Hemos de suponer que desde el primer momento tenía un plan de fuga. Desde el primer día. Estoy convencida de que ya tenía un plan en marcha cuando cayó por esa ventana hace ocho años. Estoy hablando de dinero, identificación, lo que le hiciera falta para reinventarse y huir. Probablemente lo llevaba encima. Suponemos que desde Los Ángeles se fue al este y después partió a Europa.

– Quemó su apartamento -dije.

– Sí, eso se lo atribuimos a él, lo cual lo sitúa en Virginia tres semanas después de que yo le disparara en Los Ángeles. Ése fue un movimiento astuto. Arrasó la casa y después se fue a Europa, donde podría ocultarse durante un tiempo, cambiar de cara y empezar de nuevo.

– Ámsterdam.

Rachel asintió con la cabeza.

– El primer asesinato de Ámsterdam ocurrió siete meses después de que el cirujano plástico muriera en Praga.

Todo parecía encajar. Entonces pensé en otra cosa.

– ¿Cómo va a anunciar el director la sorpresa de que Backus está vivo cuando hace cuatro años hubo lo de Ámsterdam?

– Tiene todo tipo de formas de negar eso. Lo primero y más importante es que entonces había otro director. Así que puede cargarle con todo lo que necesite. Eso es tradición del FBI. Además, era otro país y no era una investigación dirigida por nosotros. Y nunca se confirmó de manera absoluta. Teníamos análisis grafológicos, pero en realidad eso era todo, y cuando se trata de confirmar una identidad esas pruebas no son equiparables a las huellas dactilares o al ADN. Así que el director simplemente puede decir que no estaba seguro de que se tratara de Backus en Ámsterdam. En cualquier caso, está a salvo. Sólo tiene que preocuparse por el aquí y ahora.