– Control del momento.
– El abecé del FBI.
– ¿Y vosotros estabais de acuerdo con que lo hiciera público?
– No. Le pedimos una semana. Nos ha dado un día. La conferencia de prensa es a las seis de la tarde hora del este.
– Como si hoy fuera a ocurrir algo.
– Sí, lo sabemos. Nos ha jodido.
– Backus probablemente se esconderá, cambiará de cara otra vez y no volverá a aparecer en otros cuatro años.
– Probablemente, pero al director no le salpicará. El estará a salvo.
Nos quedamos unos segundos reflexionando en silencio. Podía entender la decisión del director, pero ciertamente le ayudaba más a él de lo que ayudaba a la investigación.
Estábamos en la interestatal 15 y yo estaba metiéndome en el carril de salida para la autopista Blue Diamond.
– ¿Qué ha ocurrido antes de la reunión con el director?
– La ronda habitual. Actualizaciones de cada agente. -¿Y?
– Y no hay grandes novedades, algunos detalles. Básicamente hablamos de ti. Confío en ti, Harry.
– ¿Para qué?
– Para una nueva pista. ¿Adónde vamos?
– ¿Saben que vienes conmigo, o se supone que me estás vigilando?
– Creo que preferirían esto último; de hecho, lo sé. Pero eso sería aburrido y además ¿qué van a hacerme si descubren que voy en el coche contigo, enviarme a Minot? Gran cosa, ya me gusta ese sitio.
– Minot podría no ser gran cosa, pero quizá te manden a otro sitio. ¿No tienen oficinas del FBI en Guam y en sitios así?
– Sí, pero todo es relativo. He oído que Guam no está tan maclass="underline" mucha cosa de terrorismo que es lo que hace furor. Y después de ocho años en Minot y Rapid City un cambio podría no estar tan mal, no importa de qué trate la investigación.
– ¿Qué dijeron de mí en la reunión?
– Sobre todo hablé yo, porque es mi misión. Les dije que te investigué a través de la oficina de campo de Los Ángeles y que obtuve tu expediente. Les dije eso y también que estuviste detrás del muro el año pasado.
– ¿Qué quieres decir, que me retiré?
– No, Seguridad Nacional. Los enredaste, fuiste detrás del muro y volviste a salir. Eso impresionó a Cherie Dei. Le hizo apostar por que te dejáramos un poco de cuerda.
– He estado pensando en eso.
De hecho, me había estado preguntando por qué la agente Dei no me había puesto simplemente el cepo. -¿Y las notas de Terry McCaleb? -pregunté.
– ¿Qué pasa con ellas?
– Mentes mejores que la mía deben de haberse puesto a trabajar con eso. ¿Qué han descubierto? ¿Cuál era su opinión sobre la teoría del triángulo?
– Es un modelo establecido con los asesinos en serie que cometen «crímenes en triángulo». Lo vemos con frecuencia. Es decir, la víctima puede ser rastreada a través de los tres vértices de un triángulo. Está el punto de origen o entrada: su casa, o en este caso el aeropuerto. Después está lo que llamamos el punto de presa: el lugar donde el asesino y la víctima establecen contacto, donde sus caminos se cruzan. Y después está el lugar donde el asesino se deshace del cadáver. Con los asesinos en serie los tres puntos nunca son el mismo porque es la mejor forma de evitar ser detectados. Eso es lo que vio Terry cuando leyó el artículo del periódico. Lo marcó porque el policía de la metropolitana estaba abordando mal el asunto. El no estaba pensando en un triángulo, sino en un círculo.
– Así que ahora el FBI está trabajando en el triángulo.
– Por supuesto, aunque algunas cosas llevan su tiempo. Ahora mismo se pone un mayor énfasis en el análisis de la escena del crimen. Pero tenemos a alguien en Quantico trabajando con el triángulo. El FBI es eficaz, pero a veces es lento, Harry. Estoy segura de que ya lo sabes.
– Claro.
– Es una carrera de la liebre y la tortuga. Nosotros somos la tortuga, tú eres la liebre.
– ¿De qué estás hablando?
– Avanzas más deprisa que nosotros, Harry. Algo me dice que ya has entendido la teoría del triángulo y estás adivinando el punto faltante. El punto de presa.
Asentí con la cabeza. Tanto si me estaban utilizando como si no, me estaban permitiendo participar en la caza, y eso era lo importante para mí.
– Empiezas con el aeropuerto y terminas con Zzyzx. Eso deja un punto más, la intersección del depredador con la presa, y creo que lo tengo. Vamos allí.
– Entonces dímelo.
– Antes dime una cosa más de las notas de McCaleb.
– Creo que ya te lo he dicho todo. Todavía las están estudiando.
– ¿Quién es William Bing?
Ella vaciló, pero sólo un instante.
– Un cabo suelto, no lleva a ninguna parte.
– ¿Cómo es eso?
– William Bing es un paciente trasplantado de corazón que estuvo en el Vegas Memorial haciéndose unas pruebas. Creemos que Terry lo conocía y que cuando estuvo aquí lo visitó en el hospital.
– ¿Ya habéis hablado con Bing?
– Todavía no. Estamos tratando de encontrarlo.
– Parece extraño.
– ¿Qué? ¿Que visite a un tipo?
– No, eso no. Me refiero a por qué escribió su nombre en el archivo si no estaba relacionado con el caso.
– Terry apuntaba cosas. Es bastante obvio por sus archivos y libretas que apuntaba cosas. Si iba a venir aquí a trabajar en esto, entonces tal vez también anotó el nombre de Bing y el número del hospital para no olvidar ir a visitarlo o llamarlo. Puede haber un montón de razones.
No respondí. Todavía me costaba verlo de ese modo.
– ¿De qué conocía al tipo?
– No lo sabemos. Tal vez por la película. Terry recibió cientos de cartas de personas trasplantadas después del estreno de la película. Era una especie de héroe para mucha gente que estaba en el mismo barco que él.
Mientras nos dirigíamos al norte por Blue Diamond vi un cartel de un área de descanso de Travel America y me acordé del recibo que había encontrado en el coche de Terry McCaleb. Me metí, aunque había llenado el depósito del Mercedes después de salir de la casa de Eleanor esa mañana. Detuve el coche y simplemente miré al complejo.
– ¿Qué pasa? ¿Has de poner gasolina?
– No, ya he puesto. Es sólo que… Terry McCaleb estuvo aquí.
– ¿Qué? ¿Tienes una conexión psíquica o qué?
– No, encontré un recibo en su coche. Me pregunto si eso significa que fue a Clear.
– ¿Adónde?
– A Clear, es la ciudad adonde vamos.
– Bueno, puede que nunca lo sepamos a no ser que vayamos allí y hagamos algunas preguntas.
Asentí, volví a meterme en la autopista y me dirigí de nuevo hacia el norte. Por el camino le conté a Rachel mi idea sobre la teoría. Es decir, mi concepción del triángulo de McCaleb y cómo Clear encajaba en él. Me di cuenta de que mi narración captaba su interés. Rachel compartía mi percepción de las víctimas y con cómo y por qué podía haberlas elegido. Estaba de acuerdo en que se correspondía con la «victimología» -según el término de Rachel- de Ámsterdam.
Debatimos durante una hora sobre ello y después nos quedamos en silencio cuando empezábamos a acercarnos. El paisaje estéril y alfombrado estaba dando paso a puestos de avanzada de humanidad y empezamos a ver carteles que anunciaban los burdeles que nos aguardaban un poco más adelante.
– ¿Has estado alguna vez en uno? -me preguntó Rachel.
– No.
Pensé en las tiendas de masajes de Vietnam, pero no las saqué a colación.
– No me refiero a como cliente, sino como policía.
– Tampoco. Pero seguí la pista de alguna gente a través de ellos. Por tarjetas de crédito y otros medios. No vamos a encontrarnos con gente muy cooperante. Al menos nunca lo fueron por teléfono. Y llamar a un sheriff local es un chiste. El estado cobra impuestos de esos antros. Una buena parte de ello va al condado.