– ¿Dónde consiguió eso? -preguntó ella mientras tendía la mano para cogerlo.
Las cejas de él se alzaron de nuevo.
– La gané en una apuesta. El dueño anterior había dejado de tratar de hacer algo con ella. -Cuando él dejó caer de nuevo la cadena dentro del cuello de la camisa Sam pudo vislumbrar una piel cálida y dorada-. Puede examinarla todo lo que quiera si está de acuerdo en ayudarme.
Ella tragó saliva fuertemente y volvió su atención al contenido del cajón.
– ¡Ja! -gritó ella triunfalmente, sosteniendo un broche para el pelo con la mayoría de los dientes rotos y luego lo usó para recoger sus mechones salvajes-. Soy una escarbadora nata.
– ¿Por qué no lo prueba -la retó él- ayudándome? Piense en toda la gente a la que ayudará si conseguimos que esos libros vuelvan al mercado. Además, ¿no le gustaría un poco de aventura?
Aventura. Suponía que sería excitante hacer la investigación de cerca en lugar de a través de imágenes y frases arcaicas en los libros. Pero eso no fue lo que le hizo decidirse.
Fue Rick Bronson quien lo hizo. La perspectiva de pasar más tiempo con él era mucho más excitante que sus estudios o la posibilidad del tesoro. En su línea de trabajo, la mayor parte de los hombres que encontraba eran pedantes y débiles de constitución. Nunca había encontrado a ningún hombre tan descaradamente primitivo como el mercenario que estaba en su oficina. Era, de manera simple, el héroe de un libro electrónico erótico en carne y hueso.
– Soy la oradora principal en la apertura de la RetroCon en Rashier 6 -dijo ella cruzando los brazos sobre el pecho-. Es dentro de un mes. Así que ese es todo el tiempo que tiene. Haga lo que yo digo y cuando yo lo diga y podríamos conseguir algo en esa cantidad limitada de tiempo.
– Ciertamente espero que consigamos algo.
El repentino calor de su mirada hizo que jadeara asustada. ¿Era una insinuación sexual? Se dio una patada mental en el trasero. Rick Bronson no podía estar interesado en ella.
Era baja y algo rechoncha, con pelo castaño oscuro y unos ojos marrones poco atractivos. Nunca había sido la lujuria física lo que había inspirado sus encuentros sexuales. No, habían sido más del tipo de encuentros de: «Oye, estoy cansado de estudiar. ¿Quieres follar?». Como una ocurrencia o simplemente una ruptura de la monotonía. Aunque algunas veces eran más aburridos que la catalogación meticulosa.
Deseaba ser la clase de mujer que los hombres deseaban. Que no daría ella por tener a todo un macho alfa que la abordara y la tomara hasta perder el sentido. Pero esa clase de cosas solo sucedían en los libros electrónicos eróticos, y lamentablemente solo tenía un par de docenas de ellos para que la satisficieran.
– ¿Podemos empezar entonces? -preguntó él rompiendo sus reflexiones.
– Sí, permítame recoger algunas cosas y me encontraré con usted en su nave.
Él asintió.
– ¿Necesita mi ayuda con algo?
Un orgasmo que me hiciera gritar sería agradable.
– Oh, no -dijo ella sonrojándose ante sus propios pensamientos carnales-. Puedo arreglármelas.
Recordatorio: Guardar juguetes sexuales.
Iba a ser un largo mes.
Rick salió de la oficina llena de libros de Samantha Tremaine y se ajustó los pantalones. ¿Quién iba a saber que le gustarían las bibliotecarias medio tímidas? Él desde luego no. No hasta que había sido ignorado por una bonita morenita.
Perdida en su libro, Samantha había estado allí, mordiéndose una uña y mascullando para sí misma. Él casi había abierto la boca para hacerle saber que no estaba sola, pero estaba condenadamente adorable con su nariz toda arrugada y sus suaves ojos marrones velados por un ceño de concentración. Reacio a molestarla, simplemente la había contemplando en silencio hasta que ella le había notado arrellanado en la puerta. Entonces había vuelto esa estudiosa mirada hacia él, recorriéndolo de la cabeza a los pies y deteniéndose un largo momento en su pene. Él conocía la apreciación sexual cuando la veía y, sorprendentemente, se había excitado por su examen casi científico. Su subsiguiente incapacidad aturdida para hablar había sido muy lisonjera.
Antes de aproximarse a ella Rick había investigado sus áreas de especialidad. Había visto sus fotos, leídos sus teorías y examinado las fotos de sus colecciones en las bases de datos. Nada de eso había sido capaz de expresar a la mujer como era en persona. Había algo en ella, una cualidad indefinible, casi como si anhelara algo.
Al conocer a las mujeres como las conocía, Rick diría que estaba ansiosa por un buen revolcón. Dudaba que la hubieran montado apropiadamente alguna vez.
La mayor parte de los hombres eran tristemente ignorantes de las mujeres como Samantha, y pensaban que les gustaba una mano suave. Tal vez era así con la mayoría. Pero había pistas que le decían que Samantha no era una de ellas.
El pelo por un lado.
Por todos los dioses, esas guedejas de seda color chocolate habían caído de ese tenso rodete y se había puesto al instante duro como una piedra. Lo llevaba así para que no la estorbara, pero no se lo cortaba. ¿Por qué? Apostaría que era porque la hacía sentir sexy. Él podía fácilmente verla desnuda, con esa cascada de pelo oscuro cayendo por su espalda.
Y luego estaba el regalo obvio -su experiencia en el romance erótico antiguo.
Era considerada una de las autoridades principales de la galaxia en la materia. Se preguntaba si algún hombre había sido lo suficientemente listo como para aprovechar al máximo todo ese conocimiento. Demonios, él se ofrecería como sujeto de investigación en cualquier momento.
De hecho, planeaba hacer justo eso.
Después de la forma adorable en que había enrojecido con sus propios pensamientos verdes sabía que ella sería muy traviesa, y la perspectiva de toda la diversión que podía tener con ella todo el mes siguiente era demasiado buena para renunciar a ella. Los dos solos en su nave, con días que pasaban sin nada que hacer además de estar tumbados en la cama y follar como locos. Tenía que palmearse a sí mismo en la espalda por haber venido en busca de Samantha Tremain en lugar del profesor Terrance Milton de la Universidad Tolana. La intención de Rick no había sido el verse envuelto en nada personal, pero reconocía una oportunidad inestimable cuando le saltaba a la cara. Y un gran trasero. También reconocía uno de esos cuando lo veía.
Tarareando en voz baja aceleró el paso.
Iba a ser un gran mes.
Capítulo 2
Sam deslizó el último texto de investigación que había traído consigo en el estante inclinado de la librería y asintió con satisfacción. Tenía todo lo que necesitaba para traducir cualquier texto extranjero con el que se encontraran. Ahora que estaba instalada podía examinar el interior de la deep-space & Starwing a su placer. Él había dicho que ella era el cerebro y él los músculos, pero eso no era enteramente cierto. Obviamente él también tenía cerebro.
Toda su nave, excepto el puente, estaba decorada como una mansión del siglo XIX. Todas las sillas, mesas y camas estaban hechas de madera simulada. La iluminación estaba formada por réplicas de candelabros, velas y arañas de cristal. Todas las telas eran terciopelos y satenes exuberantemente ricos en tonos oscuros de joyas. Los libros que se alineaban en las estanterías de la biblioteca eran como los suyos, papel y encuadernación cosida antiguos en vez de ediciones electrónicas que habrían ocupado mucho menos espacio.
Habría llevado meses, quizá años, de investigación alcanzar este nivel de precisión histórica. Sam no podía evitar preguntarse por su fascinación con este periodo en particular de la historia de la Tierra. ¿Qué representaba para él? ¿Por qué le gustaba tanto?