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El hecho de que los libros electrónicos fueran en realidad la única razón de que hubieran estado juntos hizo que se le cerrara la garganta.

– Puedes enviarme mi parte. Ahora solo vete, Rick. No digas nada que me haga lamentar lo que ha pasado entre nosotros, ¿vale? Solo déjalo estar.

Él entró en su cuarto y la puerta se deslizó hasta cerrarse detrás de él.

– ¿Qué sucedió entre nosotros?

– Aparentemente abusé de tu hospitalidad. -Ella se encogió de hombros e hizo un esfuerzo por ocultar su cara llorosa, pero su voz se rompió un poco. Solo esperaba que él simulara no notarlo.

– Si eso fuera cierto -dijo él suavemente-, no me estaría desgarrando el que tú te fueras.

Ella se quedó rígida.

– No debería haberte hablado en la forma en que lo hice, Sam. Admito francamente que soy un estúpido.

Él se paró directamente detrás de ella, haciendo que cada terminación nerviosa de su cuerpo llameara con conciencia y calor sensual. Ella inhaló profundamente y la inundó el aroma de su piel -piel a la que había besado y tocado cada centímetro. Ella se puso caliente, su sexo se humedeció.

– Soy basto y tengo tendencia a jurar -murmuró él en un profundo rumor que hizo que le dolieran los pezones-. No soy ni de lejos tan inteligente como tú y pierdo los estribos demasiado fácilmente. No hay absolutamente ninguna razón para que me des siquiera la hora. Pero has hecho más que eso, y esta semana ha sido la mejor de mi vida.

Sam oyó el remordimiento en el tono de Rick, y se dijo que realmente necesitaba irse a casa antes de que se hundiera más profundamente. Si se iba ahora, estaría bien de nuevo en una semana o dos.

O en varias. Si se quedaba más tal vez nunca dejaría de echarle de menos, y tenía que dejarlo.

– Me puse celoso.

Su declaración en tono de queja la sobresaltó lo suficiente como para girarse.

– ¿De Curt? -Ella alzó la vista para mirar al hombre más apuesto que había visto nunca y notó una vulnerabilidad cautelosa en sus ojos que le hizo difícil respirar- ¿Por qué demonios estarías celoso de él?

Rick encogió tímidamente sus anchos hombros.

– Es inteligente, se especializa en lo mismo que tú, no está mal, es…

Sam se rió por lo de «no está mal». Curt era apuesto, no había duda. Pero…

– Él nunca hizo que me corriera.

Rick parpadeó.

– ¿Huh?

– Él nunca me dio un orgasmo.

Él se quedó mirándola boquiabierto.

– ¿Nunca?

– Bueno, solo lo hicimos un par de veces, pero sí nunca. -Ella se dio en la barbilla con el dedo y simuló pensar en ello-. Podría ser porque su pene era terriblemente pequeño. Y honestamente, no sabía cómo usarlo.

Conteniendo una risa Rick atrapó la cara de ella en sus manos.

– Me alegro de que sea un amante pésimo y siento haber sido un tonto. Te compensaré si te quedas.

– ¿Con tu gran pene y con un orgasmo?

Sus labios se torcieron con humor reprimido.

– Estás matándome. Sí, con mi gran pene y mis manos y mi boca, que se desharán en disculpas hasta que me creas. No tengo excusa, simplemente la cagué y no te merezco. Estoy preparado para suplicarte que te quedes.

– De acuerdo, todo eso suena bien, ¿pero que hay de los orgasmos? -Ella jadeó cuando él se arrodilló-. Pensé que estabas bromeando sobre lo de suplicar.

Esto no podía pasar de ninguna manera. Los macizos no se arrastraban a sus pies.

Pero es que él no estaba arrastrándose. Estaba acariciando su sexo con la boca a través de su traje espacial. El calor de su aliento quemaba hasta su piel y ella tembló de anhelo por su habilidosa lengua.

– ¿Rick?

– ¿Hum…?

– ¿Esto es la disculpa o el orgasmo?

– Ambos.

Él la arrastró al suelo y se disculpó apropiadamente.

Capítulo 4

– ¿Sabes, nena? -dijo Rick, con sus ojos puestos en el trasero lleno y balanceante que estaba delante de él mientras subía por el escabroso camino de grava. Tenía que darse a sí mismo una palmadita en la espalda por el diminuto grabador de vídeo que llevaba al cuello. El plan había sido grabar el posible descubrimiento de los libros electrónicos. Ahora podía reproducirlo y comerse con los ojos el delicioso trasero de Sam siempre que le apeteciera- Te admiro totalmente por encontrar este lugar. Me detallaste todo perfectamente y aun así no puedo explicarme cómo descubriste todo esto en tres semanas.

– Todavía no hemos descubierto nada.

– Pero lo haremos. Contigo al mando no hay forma de que fallemos.

– Solo tratas de adularme para llevarme a la cama -replicó ella, pero él oyó el placer en su voz.

– ¿Ahora tengo que adularte para llevarte a la cama? -Él dio un dramático suspiro- Señor, ¿qué pasó con eso de sacarme el pajarito?

Sam se detuvo en el camino y se rió en voz alta. Él se alegró de oír el sonido. Todo el día había estado crispada y nerviosa, como si estuviera preparándose para lo peor. Él sabía que esta búsqueda era importante para ella, así es que la comprendía. Pero su felicidad era importante para él, y el verla tan tensa y ansiosa no le gustaba nada.

Sus ojos oscuros le sonrieron, y cuando ella le tendió su mano él la tomó sin vacilar. No era un tipo romántico, pero Sam sacaba cada diminuta partícula de romance que había en él. Su boca se arqueó en una media sonrisa. Mejor encarar los hechos de frente -había sido domado por una bibliotecaria.

Se volvió más complicado andar mientras escalaban, pero siguieron a buen paso y, antes de que hubiera pasado una hora, habían recorrido la distancia entre su lanzadera y la cima de la pequeña montaña en el planeta Cerridwen.

– De acuerdo -dijo ella cuando terminó la pista-. Ahora necesitamos encontrar una roca grabada con este símbolo. -Sacó una hoja de papel doblada de la pequeña bolsa que llevaba.

– ¿Qué es eso? -Él estudió el diseño sobre el hombro de ella- Parece un círculo encima de una cruz.

– En la Tierra lo llamaban anj &. Representa la vida eterna.

– Hum. Bueno, es apropiado para esas bases de datos, supongo.

Asintiendo, Sam le tendió la imagen y empezó a examinar detenidamente las rocas que estaban delante de ella. Él hizo lo mismo. Les llevó casi media hora localizar la marca, pero una vez que lo hicieron las cosas empezaron a moverse rápidamente.

Debajo de la roca había un interruptor, que abría una pequeña puerta en un lado de la montaña. Rick abrió el camino, con la pistola de rayos preparada, pero todo lo que encontraron dentro fue un ascensor.

– ¿Confías en esa cosa? -preguntó él observándolo escépticamente- Ha estado aquí desde siempre.

– ¿Tienes miedo, tipo duro?

– Por ti, sí. -Se inclinó y miró hacia el fondo del pozo-. Parece como si esto siguiera hasta muy abajo. Iré solo y si no hay ningún obstáculo volveré y te llevaré.

– No hay forma de que vayas sin mí.

Mirándola con el ceño fruncido por encima del hombro dijo:

– No vas a entrar en esta cosa hasta que no esté seguro de que esto no está destrozado.

– Rick.

Él odiaba cuando ella empleaba ese lisonjero tono de voz con él, nunca era capaz de decir que no.

– No me hagas esto, Sam. ¿De acuerdo? No quiero que resultes herida.

Ella le dirigió esa mirada suave que le derretía y le volvía loco por ella.

– Sea lo que sea lo que pase, quiero que sepas que lo que has hecho por mí estas semanas pasadas ha cambiado mi vida.

– ¿Hum? -Eso sonaba como el comienzo del discurso del «Querido John» &. Su ceño se profundizó.

– Antes de encontrarte no pensaba que pudiera importarle a alguien. Gracias por hacerme sentir como si hubiera sido importante para ti.

– ¿Hubieras sido?

Una garganta se aclaró detrás de ellos, y se dirigieron el uno al otro una mirada conocedora.