– ¿Tenía que hacerlo parecer real, no? Si yo simplemente me metía en tu cama y de repente un día me despertaba y decía: «¡Oye! ¡Averigüé dónde está el tesoro!», tú sabrías que pasaba algo. -Sus hombros se hundieron-. La verdad es que te he mentido sobre casi todo. Excepto cuando me hacías el amor. Entonces nunca mentía.
– Hacía el amor -repitió él suavemente. Su mirada era tan intensa que le robó la respiración.
Ella enrojeció y apartó la mirada rápidamente.
– Lo siento. Quería decir tener sexo. En serio. Un desliz de la lengua. No te sientas presionado. Sé que tenemos una relación de sexo sin compromiso. Estoy totalmente de acuerdo con eso. Estoy…
– Yo no estoy de acuerdo con eso. -Él le alzó la barbilla y la obligó a mirarlo.
– ¿No lo estás?
– No.
– Me estás dirigiendo La Mirada. -Ella le miró boquiabierta-. ¡Santa madre de Dios!, no puedo creer que me estés dirigiendo La Mirada después de lo que acabo de decirte.
Él inclinó la cabeza y le lamió el labio inferior.
– ¿La Mirada «prepárate porque voy a hacerte el amor»?
– ¿Hacerme el amor? -susurró ella contra su boca con el corazón acelerado.
– No puedo creer todas las locuras que has hecho solo para estar conmigo. -Rick la atrajo más cerca y descansó su mejilla sobre la cabeza de ella-. Me siento totalmente adulado porque una mujer con tu cerebro haga algo tan completamente fuera de lugar por un tipo como yo.
Ella resopló.
– No todos los días entra en mi oficina un magnífico mercenario y me ofrece el pasar un mes conmigo. Habría tenido que ser tonta para desperdiciar la oportunidad de juntarme contigo. Nunca pensé que terminaríamos siendo amantes. Solo pensé que podría disfrutar mirándote un poco.
La mirada que él la dirigió cuando la empujó hacia atrás era a la vez ardiente y profundamente afectuosa.
– Librémonos del profesor y hundámonos en esos juguetes que trajiste. -Él le besó la punta de la nariz y luego se rió en voz alta-. ¿Estabas planeando una seducción aquí? ¿Sobre el sucio suelo? No es que me importe -le aseguró él rápidamente.
El hecho de que él no quisiera arriesgar su oportunidad de jugar con ella le hizo sentirse toda estremecida por dentro.
– Estaba planeando un último jugueteo contigo. Sabía que cuando te dijera la verdad de todo te enojarías verdaderamente. -Ella enrojeció-. Estaba siendo egoísta de nuevo.
– En lo que a mí se refiere, puedes ser todo lo egoísta que quieras.
– ¿En serio? ¿No estás enfadado?
– Puedes compensarme. -Él le hizo un guiño-. Todavía tengo la cámara de vídeo encendida.
Sam se le quedó mirando boquiabierta.
– ¡Santa madre de Dios! ¿Quieres filmarnos follando?
Rick gruñó y puso sus manos en la pared a ambos lados de su cabeza. Luego dobló las rodillas de forma que pudiera frotar su pene contra su sexo.
– ¿Sientes lo duro que me pongo cuando hablas así? Quiero arrancarte ese traje y montarte hasta que grites.
Ella apretó su tenso trasero y lo frotó.
– ¡Adelante!
– Lo conseguiste nena.
Mientras ella mirada, él hizo un rápido trabajo atando a Curt de pies y manos y luego llevó fuera el cuerpo inconsciente de Asno sin Seso.
Cuando Rick volvió se estaba frotando las manos. Luego se precipitó hacia ella y recogió la bolsa.
– ¡Vamos!
– ¡Santo Dios!, actúas como si yo fuera más excitante que los libros electrónicos.
Él la arrastró dentro del ascensor y apretó el botón que inició su descenso. Antes de que ella pudiera jadear él estaba acariciando su sexo a través de su traje y ella se estaba meciendo contra sus dedos. Mientras lamía el contorno de su oreja él murmuró:
– Este es el único tesoro en el que estoy interesado ahora mismo.
Un calor puro viajó por su espina dorsal y endureció sus pezones. Rick mordisqueó su cuello y presionó la longitud acerada de su pene contra su muslo. La habilidad de ella para pensar con claridad disminuyó rápidamente.
– ¿Aquí? ¿Y qué pasa si el ascensor está hecho un cacharro?
– Entonces moriré como un hombre feliz.
Él encontró su clítoris y lo frotó.
– ¡Espera! -jadeó ella alcanzando su cadena. Ella quería llevarle a la cueva, tomarse su tiempo, amarlo bien. Tenía un plan, un objetivo…
Con una mano pasó el chip de datos sobre su cabeza y lo dejó caer alrededor del cuello de ella, pero no dejó de manipular su clítoris justo del modo que le gustaba.
Sus ojos se cerraron y su vagina se apretó con anticipación.
– No pares.
– Acabas de decirme que espere.
– No. No esperes…
– ¿Quieres correrte, Sam?
Ella asintió.
– Sí… por favor… hazme correrme.
Rick bajó el cierre del traje de ella.
– Lo que tú quieras, nena.
Bajó la cabeza y atrapó el pezón de ella en su boca, acariciándole con lametones suaves de su lengua. Su mano se deslizó dentro del traje y luego entre sus piernas. Sam gimió, con sus sentidos en llamas y sus piernas temblando tan violentamente que él dejó caer la bolsa y la sujetó por la cintura.
Él separó los labios de ella con un toque reverente, deslizándose a través de la suavidad de su deseo antes de sumergirse en su vagina con dos dedos.
– Estás siempre tan mojada para mí.
Girando la cabeza ella presionó suaves besos en su mejilla, con sus caderas moviéndose al compás del bombeo dentro de ella.
– No puedo evitarlo. Te quiero todo el tiempo.
Y así era. Todo el tiempo. Había estado sola durante tanto tiempo, añorando un hombre que apreciara el paquete completo -el cerebro y el cuerpo.
Él tomó su boca con un beso profundo y posesivo. Contra su muslo, su pene era un peso ardiente y pesado, una promesa seductora.
– Yo también te quiero todo el tiempo -dijo él contra sus labios. La yema de su dedo encontró su clítoris y lo rozó, golpeándolo repetidamente con cada sacudida del ascensor en descenso-. Quiero tocarte así siempre que me apetezca. Quiero sostenerte y estar contigo.
– ¡Oh, Rick! -gritó ella, corriéndose en su mano, su vagina derretida de placer, sus pechos pesados y doloridos. Al conocerla tan bien, él chupó las duras puntas, dándoles profundos tirones que resonaban alrededor de sus dedos pujantes.
– Te necesito -gruñó él, retirando su toque y hundiéndose hasta el suelo del traqueteante ascensor.
Sam bajó la mirada al hermoso hombre que esperaba por ella, con sus grandes manos que abrían sus pantalones, su enorme pene que saltaba orgullosamente erecto. ¿No había deseado ella siempre ser la clase de mujer que podía despertar la lujuria de un hombre? Amaba la forma en que siempre solicitaba sexo de ella sin importar dónde estuviera, como si fuera a morir si no podía tenerla. Ahora mismo.
– Siempre me haces sentir como la mujer más sexy del universo.
La punta de su pene relucía con lujuria por ella.
– Para mí, Sam, lo eres.
Ella se despojó rápidamente de su traje y se sentó a horcajadas sobre sus delgadas caderas, sosteniéndose en alto mientras él colocaba la gruesa cabeza en su empapada hendidura. Los ojos de ella se cerraron mientras se hundía lentamente en él. Siempre saboreaba este momento, la sensación de él estirándola, masajeando sus cremosas paredes. La unión innegable.
– ¡Por los dioses! -dijo él con voz ronca, con las manos en sus muslos empujándola gentilmente hacia abajo hasta que él llegó tan profundo como podía.
Ellos se quedaron quietos durante largos segundos, disfrutando la cercanía. Luego él preguntó:
– ¿Estás lista para mirar?
Ella asintió, con sus ojos que encontraban los de él. Nada le hacía llegar más fuerte que mirar su pene abriéndose camino en su sexo y él lo sabía. Ella se inclinó hacia delante, colocando sus manos en los hombros cubiertos de lino de él, su barbilla juntándose con su pecho mientras ella alzaba lentamente las caderas.