– ¿Qué ves? -preguntó él, con su visión obstruida por el pelo de ella.
– Tu pene. Duro y grueso. Rojo y como si tuviera aspecto enojado.
– Estoy desesperado por ti.
– Puedo verlo. Tus venas están latiendo y la piel está brillante por mis fluidos.
– Estás empapada por dentro. -Rick alzó sus caderas, con su pene clavándose dentro de ella-. Se está tan bien dentro de ti, nena. Ardiente y apretado como el infierno. -Él se bajó, deslizándose dentro de ella-. Lo siento. No creo que vaya a durar mucho. Hacerte llegar con los dedos siempre me vuelve loco.
– No te preocupes por mí. Yo ya tuve lo mío. -Introduciendo una mano entre ellos, Sam separó sus labios-. Fóllame ahora -suspiró ella, con sus piernas que se sacudían mientras él corcoveaba hacia arriba de nuevo y su vagina se lo tragaba entero-. ¡Santa madre de Dios!
– ¿Te gusta la forma en que se ve?
– Me gusta la forma en que se siente. Eres tan grande.
Rick aceleró su ritmo, sus caderas se alzaban y caían su maravilloso pene se hundía en su vagina con golpes rítmicos y expertos. Ella gimió de placer, su mano cayó al suelo de metal para sostenerse en alto, todo su cuerpo se sacudía con la necesidad de correrse. El ascensor se sacudió al pararse bruscamente, pero Rick no lo dejó.
– Apriétame con tu sexo -dijo él entre dientes-. ¡Ah…! -Él empujó más rápido, moviéndose tan rápidamente que ella apenas pudo verlo- Estoy… llegando…
Ella gritó cuando él aceleró, sus dedos magullaban los muslos de ella, el grito desgarrado de él hizo eco en el ascensor. Él se corrió fuertemente, con su pene hinchado, su semen ardiente que la llenaba hasta que la deliciosa presión la empujó a otro orgasmo. Él gimió y la tomó a través de sus espasmos.
Sam sintió como si estuviera ahogándose, su cuerpo inundado de un calor sensual y de deseo, su lujuria y anhelo ondulando por su espina dorsal. Ella no había sabido que esto podía ser así, nunca había pensado que encontraría un hombre que la quisiera tan profundamente. Sus lágrimas cayeron sobre su camisa. Él la atrajo hacia abajo, de forma que pudiera acunarla en su pecho.
Ellos no tenían que decir nada en voz alta. Simplemente lo sabían.
– Tiene que estar aquí, en algún sitio -refunfuñó ella mientras sus manos rozaban despacio la piedra esculpida.
– ¿Estás segura de que esto es una puerta? -le preguntó Rick imitando sus movimientos al lado de ella.
Ella le atravesó con la mirada y él arqueó una ceja.
– ¡Oye, tengo que preguntar! Hemos estado palpando este muro durante casi una hora.
– Tiene que estar aquí. Lo sé.
– Miraré tanto tiempo como tú quieras -dijo él solícito-. Pero reclamo el derecho a un descanso con polvo si estamos aquí demasiado tiempo.
– Eres un maniaco sexual.
– ¡Nunca usamos los juguetes!
Ella sonrió y luego se rió, no pudo evitarlo. Era más feliz de lo que lo había sido en su vida.
– No necesitamos juguetes.
– Eso es cierto. Maldición, soy un bastardo afortunado. -Él se quedó rígido-. Espera un minuto. -Se inclinó más cerca del muro y sopló con fuerza sobre la imagen de una flor. La arena voló hacia fuera, revelando un diminuto agujero.
– ¡Oh, guau! -Sam no podía moverse. Cierto, había estado creída y despreocupada sobre el hecho de encontrar el tesoro, pero eso era en parte porque temía estar equivocada. ¿Y si este no era el lugar? ¿Y si las bases de datos no existían? ¿Y si descubría que todo por lo que había trabajado tan duro no era más que un mito? La mano de Rick se deslizó en la suya y la apretó.
– ¿Quieres esperar un poco? ¿Considerarlo un poco? No hay ninguna prisa. Disponemos de una semana hasta que tengamos que estar en Rashier 6.
Giró la cabeza y clavó la mirada en la de él. Nosotros. Estaban en esto juntos.
En sintonía con sus sentimientos, él la atrajo más cerca y le besó la frente.
– No me preocupa si no encontramos el tesoro. Pasaremos sin él. Si abres esta puerta, hazlo por ti. No por mí. O no lo hagas. Lo que quieras. Estaré aquí para lo que decidas.
Inspirando profundamente se sacó la cadena de la llave por la cabeza y se acercó al agujero en la pared.
– Hagámoslo o siempre nos lo preguntaremos.
Mientras ella deslizaba la llave dentro él se colocó detrás de ella y le puso unas manos reconfortantes sobre los hombros.
Desde una distancia, un crujido señaló el arranque de algún mecanismo antiguo. Los traqueteos y los gemidos vibraron a través de los muros y sacudieron el suelo bajo sus pies. Rick la atrapó por la cintura y la atrajo contra él, protegiéndola con su cuerpo mucho más grande. El polvo y la arena ondearon alrededor de sus piernas. Ambos se quedaron mirando, con la vista fija, cómo los enormes muros de piedra retrocedían lejos de ellos y luego se deslizaban a la derecha, dejando al descubierto una cámara enorme.
Sacando la pistola de rayos de su funda, Rick le hizo señas para que fuera detrás de él mientras él entraba con cautela en la oscura habitación. De repente, el espacio se llenó con luz cuando unos sensores detectaron su presencia y la activaron.
– ¡Esto es genial! -suspiró Sam, intimidada cuando entró en la cámara detrás de él.
Girando lentamente, se empapó de los antiguos jeroglíficos de la Tierra que cubrían las paredes. En el centro de la habitación esperaban tres bases de datos con forma de pirámide, no mayores que la bolsa que ella había traído.
– ¡Oh, Dios!… ¡Oh, señor! ¡Caramba, Rick! ¿Tienes idea de cuántos libros electrónicos eróticos pueden contener esas bases de datos?
– Sí, nena. Pienso que sí. Somos asquerosamente ricos. Y vamos a ser unos héroes. Oye, ¿puedes leer esto?
Ella alejó su mirada codiciosa de las negras bases de datos y lo miró a él.
– Pienso que sí.
Él señaló a los monolitos arqueados que se curvaban en las paredes y luego a través de los techos de piedra. A la izquierda, la enorme piedra estaba labrada con la forma de un hombre. A la derecha de una mujer. Sus espaldas estaban la una contra la otra y un texto llenaba el espacio entre sus tocados.
– ¿Qué dice? -preguntó él- Parece importante.
Sam sonrió.
– Dice: «Ellora’s Cave presenta».
– ¿Hum? -Él frunció el ceño- ¿No era eso una editorial electrónica del siglo XXI?
– ¡Hiciste tus deberes! -Ella brillaba de orgullo- EC era la mayor y más lucrativa del gran número de empresas de ese estilo que comenzaron durante ese periodo.
– ¿Qué quiere decir eso?
– Eso quiere decir que sabían lo que iba a ocurrir, Rick. No sé cómo lo supieron pero es así. EC planeó esto en el año 2004.
– ¿Cómo sabes eso? -preguntó él intimidado por su razonamiento deductivo- ¿Cómo sabías que esto estaba aquí, en Cerridwen?
– ¡Eran los anuncios del siglo XXI! Nadie les prestaba atención. Lo admito, yo también los pasé por alto. Pero en 2004 EC empezó a publicar antologías llamadas «Cavernícolas». En cada uno de los anuncios impresos de esos volúmenes había símbolos incrustados. Escritos en orden cronológico, el código revelaba la localización de Cerridwen. Piensa en ello. ¿Ellora’s Cave &? El mismo nombre de la compañía era una pista.
– ¿Cómo demonios podían saber ellos del Comité de Censura Conservador tantos años antes de su formación? Ni siquiera era posible entonces el viaje intergaláctico.
– Honestamente no lo sé. -Riendo y llorando y girando con los brazos extendidos, Sam estaba segura de que su vida era perfecta-. Pero mira el tesoro que creó su visión. ¡Mira lo que nos dejaron para que lo encontráramos!
Rick se inclinó para evitar sus brazos extendidos y la atrapó por la cintura, alzando sus pies del suelo.
– También nos encontramos el uno al otro.