– ¿Realmente crees que ése es el problema? ¿No te das cuenta, Nick? Yo creí que estaba enamorada de Jonathan. Me casé con él, ¡Por el amor de Dios! Pero si de verdad hubiera estado enamorada de él, me habría quedado a su lado, habría hecho cualquier cosa para ayudarlo. No soy particularmente inteligente, pero es lo que hacen las mujeres enamoradas. Pero yo no quería seguir a su lado. Yo sólo quería que él saliera de mi vida.
– Eso es un sentimiento de culpa.
– Es posible. Yo no le deseaba la muerte, sólo que se marchase, pero no lo lamenté… sólo sentí alivio.
– No debes ser tan dura contigo misma. Él no tuvo ningún reparo en destruirte. Y si dejas que él te arrebate la posibilidad de una vida feliz, en cierto modo ha podido contigo.
– Él no me arrebata nada -era cierto. Se acababa de dar cuenta-. Yo lo he estado culpando por ello todo el tiempo, diciéndome que no podría volver a confiar en un hombre, pero no es cierto -se tocó las mejillas-. ¡Oh! ¿Cómo he podido ser tan tonta? El motivo por el que no puedo tener otra relación es porque tengo miedo a volver a equivocarme. Yo creía que estaba enamorada… -lo miró a los ojos-. ¿Lo comprendes? No podría volver a creer en mi juicio.
– No volverás a cometer el mismo error dos veces.
– ¿Estás seguro? ¿Realmente quieres arriesgarte conmigo?
El extendió la mano y le tocó la mejilla.
– Ahora mismo asumo ese riesgo, Cassie. Pero yo no soy quien necesita que lo convenzan.
– No creo que pueda estar segura nunca…
– Sí. Un día cualquiera. Ya te darás cuenta -él se puso de pie, le tomó la mano y tiró de ella hacia él-. Ven. Será mejor que vayamos a ver qué están haciendo los niños.
– ¿Cassie? ¿Cassie? -Era la voz de Bethan. Llevaba dormida unos segundos, o eso fue lo que le pareció a ella.
Abrió un ojo.
– ¿Ha vuelto Sadie?
– ¿Sadie? -repitió ella atontada-. ¿Ha ido al servicio? Pensó que la niña se estaba haciendo más valiente, si había sido capaz de atravesar el campo en la oscuridad. Cassie se sentó, completamente despierta ya, y buscó la linterna.
– ¿Quieres ir tú, cariño? Espera que encuentre mi chaqueta.
– Sadie no ha ido al servicio, Cassie. Se ha ido a alguna parte con Mike, se lo he oído decir…
Las tres de la madrugada no era la mejor hora para pensar con claridad, pero la preocupación en la voz de la criatura la despertó como una ducha de agua fría.
Alumbró un instante los sacos de dormir, y confirmó sus temores. Sadie se había ido con su saco de dormir.
– Quédate ahí, Bethan.
Abrió la tienda. No estaba lloviendo exactamente, pero estaba muy húmedo, como si lloviznase casi imperceptiblemente.
Corrió hasta la otra tienda, la abrió e iluminó a los ocupantes. Eran sólo tres. No estaba Mike.
– ¡Nick! -susurró ansiosa.
Este se puso la mano en los ojos para no deslumbrarse con la luz de la linterna.
– ¿Qué diablos…? -exclamó Nick, sobresaltado.
– Se trata de Mike y Sadie. No están en las tiendas.
CAPÍTULO 12
– BETHAN, cariño, intenta recordar. ¿Qué has oído decir a Mike exactamente?
– Dijo…dijo -la niña bostezó.
– Está medio dormida, Nick.
– Bethan. Es muy importante que nos digas lo que has oído.
– He oído a Mike. Ha dicho… que se iba a escapar y que se iba a ir a vivir a una isla -la niña sollozó.
– Pero, ¿por qué?
– Porque dice que le da dolor de cabeza a su madre. Y que cuando su madre tiene dolor de cabeza, su padre es desgraciado.
– Debí de suponerlo -dijo Cassie furiosa con su hermana por dejar que las cosas llegasen a ese extremo-. Él finge que nada le importa, pero no es así.
– ¿Y Sadie? -preguntó Nick-. ¿Por qué se ha ido?
– Sadie le dijo que si no la llevaba con él, lo contaría todo.
– Eso lo explica todo, señorita -se dirigió a Cassie y le dijo-: Acuéstala, Cassie. Iré hasta el bote a ver si están allí.
– Pero no es posible que… Está muy oscuro.
– Si el bote está allí, volveré.
– ¿Y si no está? -susurró ella, con un nudo en la garganta.
– Llamaré a la policía. Pueden organizar una búsqueda en cuanto sea de día.
– ¿Nick?
Él la abrazó un instante para tranquilizarla.
– Todo saldrá bien, cariño. ¿Por qué no pones agua a calentar para un té? Seguramente tendrán frío… -él se interrumpió.
La temperatura había bajado con la lluvia. Tendrían frío. Y si no se daba prisa, se congelarían.
Cassie llevó a Bethan a su saco de dormir. La niña se quedó dormida enseguida.
Luego Cassie fue a la tienda de campaña que funcionaba como cocina, encendió el hornillo y puso la tetera a calentar.
Sabía que Nick le había dicho que preparase té para mantenerla ocupada y que se preocupas! menos. Pero tenía razón, si encontraba a los chicos, éstos estarían helados.
Pero, ¡los encontraría!, pensó angustiada. No podían haber ido a la isla estando tan oscuro. No era posible que fueran tan traviesos. Si les pasaba algo…
Oyó a Nick.
– Se han llevado el bote.
– ¡No! -gritó ella, desesperada-. ¡Deben de estar tan asustados! -exclamó abrazándose a él.
– Llamaré a la policía ahora mismo -la miró a los ojos y le dijo-: Estarán bien, Cassie. Te lo prometo.
Ella quiso creerle, y por un instante lo creyó; al menos mientras estaba abrazada a él. Pero en el momento en que él se separó de ella para hablar por el teléfono móvil la asaltaron todas las dudas. Su pobre hermana. Helen. Los niños. ¿Cómo saldría todo aquello?
Pero debía dejar de pensar en todo lo peor.
– ¿Va a venir la policía a rescatarlos?
– Van a estar aquí en cuanto haya algo de luz.
– Pero faltan horas hasta entonces.
– Es así, Cassie -le dijo él-. Al menos faltan dos horas. Pero no pueden hacer otra cosa. He pensado en ir con el minibús hasta el lago y encender las luces para iluminarlo. Tal vez veamos algo. Al menos, si tienen miedo, sabrán que estamos haciendo algo para encontrarlos.
– ¡Pero no estamos haciendo nada! ¡Estamos aquí sin hacer absolutamente nada! -exclamó ella, desesperada.
– Iré a buscar el minibús.
– Voy contigo.
Iluminaron el campo primero y luego el lago. Había mucha niebla.
– ¿Qué es eso? -dijo ella, saliendo de la camioneta. Sus pies sonaron sobre la madera del embarcadero al correr convencida de que había visto algo con las luces.
– Es la niebla, Cassie -dijo Nick, yendo detrás de ella.
– No. Estoy segura de que he visto una vela.
– No irán muy lejos con una vela. El viento ha cesado. Me temo que si quieren llegar a la isla, tendrán que remar -caminó hasta la orilla del embarcadero, luego se dio la vuelta abruptamente y dijo-: ¿Tienes los prismáticos para ver de noche en tu tienda?
– Creo que sí. ¿Por qué? ¿Qué has visto?
– Probablemente nada. Pero me gustaría mirar mejor.
Ella fue a buscar los prismáticos. Emily se despertó y tuvo que tranquilizarla. Buscó los prismáticos, pero no los encontró. Se le ocurrió que Sadie se los podría haber llevado. Se preguntó qué más se habría llevado.
No veía a Nick en el embarcadero al volver. Sadie y Mike se habían llevado lo que quedaba de comida enlatada. Al parecer tenían idea de pasar bastante tiempo adonde hubieran ido. Pero se habían olvidado del abrelatas. También se habían llevado una rebanada de pan, pero detrás de su sitio habían dejado una nota.
Nick no estaba en la camioneta. Lo llamó a gritos, iluminando el sitio haciendo un arco con la linterna. Suspiró aliviada al ver algo al otro extremo de la orilla. Pero al acercarse se dio cuenta de que no era Nick.
En un primer momento no fue capaz de distinguir qué era. Luego se dio cuenta de que era una pila de ropa. Corrió hacia ella, con la esperanza de que se hubiera equivocado. Pero no lo estaba. Al recoger la camiseta gruesa de Nick olió su especial fragancia mezclada con el olor a humo de leña. En los días que habían pasado allí, parecía que su fragancia la había penetrado hasta los poros para que no se olvidara de ella.