– Mmm… Realmente estoy seguro de haberte oído la primera vez. Simplemente quería que me lo dijeras a la cara. ¿Qué es lo que te ha convencido finalmente?
– ¡Tú!
– ¿Sí?
– Te amo. Eso es todo. Tenías razón cuando dijiste que me daría cuenta de ello. El pensar que podías morirte ahí en el lago, el pensar que habría preferido morirme yo en tu lugar, el saber que jamás me perdonaría por no haber tenido el coraje de enfrentarme a mis sentimientos por temor. El miedo a no tener la oportunidad de decir todo esto. Y el darme cuenta de que la vida es riesgo, que podría estar más segura con mi corazón metido en una caja fuerte, pero que también sería infinitamente más pobre de ese modo. Todo eso me ha convencido.
– Bueno. He vuelto, Cassie, así que puedes contarme lo que sientes cuando quieras. Te prometo no cansarme de oírte.
– Te amo, Nick. Y gracias a ti, estoy preparada para asumir el riesgo del amor.
– ¿Estás segura ahora? -le preguntó riéndose. Ella sonrió.
– Bueno, ya sabes. No está mal alcanzar algo de lo…
– …que uno sueña -terminó de decir él.
– Y lo cierto es que he fantaseado contigo desde que te vi en la librería de Beth.
– Se te veía en la cara.
Ella abrió la boca para protestar por semejantes palabras, pero él la acalló con un beso dulce y tierno.
– ¡Oh! ¡Se están besando!
Nick y Cassie se dieron la vuelta y descubrieron un numeroso público de niños, con dos policías disfrutando también del espectáculo.
– ¿No deberíais estar haciendo algo útil, como hacer las maletas? -sugirió Nick.
Los pequeños salieron corriendo y riéndose.
– ¿Todo en orden, señor Jefferson? -dijo uno de los policías.
– ¡Oh! ¡Dios! ¡Sí! Lo siento. Debí llamarlos enseguida…
– Pero estaba ocupado, señor -el policía sonrió a Cassie-. Es comprensible.
– ¿Les apetece un té? -preguntó Cassie rápidamente-. Estaba a punto de prepararlo.
– Es muy amable, señorita, pero no podemos quedarnos -sonrió y le dijo a Mike y a Sadie, que estaban en el embarcadero-. No volváis a hacer algo así otra vez. ¿Me habéis oído?
Los niños asintieron solemnemente.
Después de que se hubieran ido los policías, Nick les dijo:
– ¿Y? ¿Qué tenéis que decirnos?
Mike dio un paso al frente.
– Lo siento, tía Cassie.
– Yo también -Sadie estaba a punto de llorar.
Cassie la abrazó y la acunó.
– No ha sido culpa suya -dijo Mike.
– Nick, ¿puedes quedarte con Sadie? Quiero hablar un momento con Mike -dijo ella.
Nick asintió y dijo.
– Tómate tu tiempo. Iré a poner la tetera.
– He encontrado tu nota. Mike -dijo Cassie cuando estuvieron solos-. Sólo la he visto yo.
El niño estaba con la cabeza gacha.
– No te culpo, ¿sabes? Porque tu madre y tu padre están pasando un mal momento. Es un problema de adultos, algo que pasa a veces cuando la gente está tan ocupada que se olvida de decirle al otro lo mucho que lo quiere. Es posible que tu madre se ponga impaciente contigo, pero te quiere mucho más de lo que te imaginas, Mike. Te aseguro que te está echando de menos. Mike la miró dudoso.
– ¿Van a separarse? Los padres de algunos de mis compañeros se han separado.
– No lo sé, Mike. Pero ahora han tenido la oportunidad de hablar. Tal vez eso haya sido lo que les hacía falta. Pero eso es problema suyo, y no tuyo -ella lo abrazó-. Venga. Vayamos a desayunar. Debes de estar muerto de hambre. ¿Has remado todo el camino desde la isla?
– No. Empezamos bien. Pero luego el viento cesó y nos quedamos en el medio. Después perdimos el tiempo tratando de encontrar un poco de viento, pero era imposible. Sólo hemos estado remando unos diez minutos, hasta que llegó Nick.
– ¡Oh!
– No ha querido subir al bote y ayudarnos. Ha dicho que nosotros nos hemos metido en este lío, y que nosotros tendríamos que salir de él, si no, no aprenderíamos nunca.
– Eso es cierto.
– Sí, excepto que no ha dicho la verdad exactamente.
– ¿No?
– No subió al bote por Sadie. Lo he visto nadando en el lago. No tenía ropa. Supongo que se sentiría incómodo.
Estaban desayunando cuando oyeron un coche por el campo. Joe corrió a investigar.
– Son mamá y papá -gritó excitado-. Han venido a recogernos.
Matt aparcó al lado del minibús. Lauren casi bajó del coche en movimiento para abrazar a los tres niños.
– ¡Dios mío! ¡Cuánto os he echado de. menos! -exclamó riendo.
– En cuanto aterrizó el avión, Lauren insistió en venir directamente aquí, en lugar de ir a casa -dijo Matt.
– En ese caso, será mejor que toméis un desayuno -sugirió Nick-. Quédate y conversa con ellos -agregó poniendo un brazo alrededor del hombro de Cassie al ver que ella se disponía a levantarse-. Creo que puedo arreglármelas para freír unas lonchas de beicon sin quemarlas.
– Ven a ver el bote, papá -dijo Mike-. Nick me ha enseñado a navegar, y quiero apuntarme al club de vela. ¿Puedo hacerlo, papá?
Lauren sonrió al ver que Mike se llevaba a su padre. Los otros niños los siguieron hasta el lago.
– Es un encanto, Cassie.
– Sí, lo es.
– Me alegro por ti, Cassie. ¡Y este sitio es tan bonito! No tenía ni idea de que fuera así. Matt hablaba de él de una manera tan… Bueno, ya sabes, todas esas historias de grupos de hombres tan fuertes, en fin…
– Debe de ser porque nunca estuvo aquí con una mujer. Te lo recomiendo.
– Realmente te ha dado un brillo especial en la cara, hermanita.
– Tú también pareces contenta. ¿Qué tal en Portugal?
– ¡Oh, ya sabes!
– No. Cuéntame.
– Hemos tenido tiempo de conversar, tiempo de relajarnos. Tiempo para todo. Se me había olvidado cómo era eso. Y Matt ha estado maravilloso. ¿Sabes? Hace una semana estaba dispuesta a tirar todo por la borda y marcharme.
– ¿De verdad? -preguntó Cassie, escéptica.
– Últimamente he estado terrible, ¡pobre Matt!
– Mike ha estado sufriendo también. Necesita que le den seguridad. Que le hagáis comprender que, pase lo que pase con vosotros dos, lo queréis.
– No sé qué me ha pasado.
– No has sido sólo tú. Los dos habéis perdido de vista el significado que tiene el matrimonio, querida. Demasiado trabajo y muy poca diversión. Todas las parejas necesitan un tiempo juntos, y solos.
– ¿Sí? -Lauren abrió los ojos y miró con interés a su hermana-. En ese caso, ¿puedo hacerte una sugerencia? ¿Qué te parece si nos quedamos unos días aquí con los niños? -dijo Lauren, aceptando una taza de café de Nick-. Mientras vosotros dos os tomáis un descanso, ¿no?
Nick sonrió pícaramente.
– Lauren, ¿te ha dicho alguien alguna vez, que tienes todas las trazas de una cuñada perfecta?
– No, pero soy muy susceptible a los halagos.
– En ese caso, no te importará que yo proponga otra alternativa, ¿no es verdad? ¿Por qué no te llevas a todos los niños a casa, y nos dejas Morgan's Landing a Cassie y a mí?
Cassie se puso colorada. Él le tomó la mano cariñosamente.
– Mira, Lauren, tengo un nuevo saco de dormir que probar, y con siete niños a nuestro alrededor será imposible.
– ¿Está engordando Helen? -le preguntó Nick a su cuñado mientras el órgano de la catedral anunciaba la llegada de la novia.
Graham se rió.
– Es lo que tú llamarías un souvenir de París. Pero yo se lo advertí. Si esta vez no es un varón, me rindo.
– Las vacaciones son peligrosas, parece. La hermana de Cassie también está embarazada, pero en su caso es un souvenir de Portugal. Creo que ella está desesperada por tener una niña -sonrió Nick-. Podríais hacer un cambio.
– Muy gracioso. ¿Adónde vais de luna de miel, Nick? -le preguntó Matt.