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Los ingenieros estaban sorprendidos; estaban demasiado aterrorizados por los niños para poder tener ideas constructivas; pero Raeker creyó tener la respuesta.

—¡Están chocando con gotas de lluvia! —gritó.

Más tarde se pensó que tenía razón, pero la información no sirvió entonces de ayuda. El batiscafo siguió sacudiéndose. El piloto automático hizo todo lo que pudo por mantener un vuelo uniforme, pero los controles aerodinámicos eran muy inadecuados para esa tarea. Por lo menos en dos ocasiones la nave dio un vuelco total, por lo que Racker pudo colegir de la forma en que el drommiano fue catapultado por la habitación. Sólo la suerte le mantuvo fuera de contacto con los conmutadores del panel de mando. Durante un tiempo los controles fueron inútiles porque sus esfuerzos quedaban invalidados por fuerzas ajenas… un desesperado intento de forzar un giro a la izquierda no servía de nada si el ala derecha chocaba con una esfera de agua de cincuenta pies, incluso aunque el agua no fuera mucho más densa que el aire. Además resultaban inútiles porque carecían del necesario asimiento con la atmósfera; la nave había perdido energía cinética ante las gotas de lluvia y caía por debajo de la velocidad mínima de sustentación. Los controles, como ya dije, eran ineficaces a tan baja altura en una atmósfera siete u ocho veces más densa que la de la Tierra al nivel del mar. En ese momento la nave estaba cayendo, en el más viejo y simple sentido de la palabra. El movimiento era todavía irregular, pues de vez en cuando chocaba con alguna gota; pero ya no eran choques violentos.

La tasa de caída era sorprendentemente pequeña para un campo de tres gravedades. La razón era bastante simple: aunque la atmósfera exterior ocupaba la mayor parte de su volumen, la nave tenía una densidad muy baja. Tenía doscientos pies de largo, en forma de cigarro, y la única parte realmente pesada era la esfera de cuarenta pies que se encontraba en el centro, y que era la parte habitable. Es muy posible que hubiera escapado sin serios daños mecánicos incluso aunque hubiera aterrizado sobre tierra sólida, pero cayó sobre líquido.

Líquido real; no el material intermedio que compone la mayor parte de la atmósfera de Tenebra.

Aterrizó cabeza abajo, pero las alas, así como los frenos de velocidad, se habían perdido y su centro de gravedad estaba lo suficientemente bajo como para ponerlo en una actitud más cómoda. El suelo dejó de moverse, o al menos lo hizo el drommiano, pues con el campo de visión unido a la nave, el suelo siempre les había parecido carente de movimiento a los distantes observadores.

Vieron cómo el gigante se ponía cautelosamente de pie y luego caminaba lentamente hasta la silla de la niña y la tocaba ligeramente en el hombro. Ella se agitó y trató de sentarse.

—¿Estás bien? —preguntaron ambas padres casi a gritos. Adminadorneldo, respetando las anteriores órdenes de su padre, esperó que respondiera Easy.

—Imagino que sí —dijo ella al momento—. Siento haber gritado, papá; estaba asustada. Pero no quería asustar a Mina.

—No te preocupes. Estoy seguro de que nadie va a acusarte, y supongo que no fue tu reacción la que provocó la de tu amigo. Lo principal es qué os encontréis bien y que la nave esté intacta… y supongo que habríais muerto si no lo estuviera.

—Es totalmente cierto —añadió Sakiiro.

—Habéis hecho un viaje difícil, pero todo ha acabado ahora. Ya que estáis ahí podéis mirar por las ventanas… sois los primeros no nativos que hacen eso directamente. Cuando hayáis visto todo lo que podáis o queráis, hablad con mister Sakiiro y él os dirá cómo podéis ascender de nuevo. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, papá —Easy cruzó un antebrazo por su cara cubierta de lágrimas, desabrochó el cinturón de seguridad y se puso de pie.

—Caramba, ¿cuándo van a detener el motor? no me gustan todas esas G.

—Seguirás con ellas hasta que salgas de ahí —le contestó su padre.

—Lo sé. Sólo estaba bromeando. Parece que fuera es de noche. No puedo ver nada.

—Lo es si estáis cerca del robot —contestó Racker—, pero no habría ninguna diferencia para tus ojos si fuera mediodía. Ni siquiera Altair puede traspasar suficiente luz para unos ojos humanos a través de esa atmósfera. Tendrás que usar las luces.

—Muy bien —la niña miró el panel en el que antes había localizado los conmutadores de las luces; luego, ante la sorprendida aprobación de los ingenieros, preguntó a Sakiiro si eran esos los que ella necesitaba. Sakiiro lo admitió después que en ese momento aumentaron sus esperanzas de rescatarlos.

Una vez encendidas las luces, ambos niños se precipitaron a las ventanas.

—No hay mucho que ver —gritó Easy—. Creo que hemos caído en un lago o un océano. Es tan uniforme como un cristal; ni una ola. Hubiera pensado que es sólido si la nave no lo hubiera penetrado. Hay glóbulos nebulosos flotando, pero parecen desaparecer cuando tocan la superficie. Eso es todo lo que puedo ver.

—Está lloviendo —dijo Raeker—. El lago es probablemente ácido sulfúrico, supongo que algo diluido a estas horas de la noche, y es bastante más caliente que el aire, de forma que el agua se evapora antes de tocarlo. No tendría por qué haber olas, pues ahí no hay viento. Un viento de tres nudos es un salvaje huracán en Tenebra.

—¿Con toda esa energía calorífica? —Rich estaba sorprendido.

—Así es. Nada hace que ella funcione… utilizo la palabra en su sentido físico. No hay suficiente cambio de volumen cuando la atmósfera cambia de temperatura, o incluso de estado, para crear las diferencias de presión que se necesitan para los grandes vientos. Tenebra es el lugar más calmado que encontrará dentro de alguna atmósfera en toda la galaxia.

—¿No se contradice eso con lo que dijo antes acerca de las sacudidas del suelo? —esta frase daba la medida de la reavivada confianza de Aminadabarlee, pues no podía hablar de otra cosa que no fuera la estupidez de los seres humanos.

—En absoluto —replicó Raeker—, y tengo que admitir, Easy, que existe la posibilidad de que te encuentres con algunas olas si flotas lo suficiente. Pero no te llevarán a ningún lugar más interesante. Me temo, jovencita, que ya has visto todo lo que puede verse; ya es hora de que seáis rescatados.

—De acuerdo. Sólo me gustaría saber qué hay que hacer para que esto vuele y si el viaje va a ser tan difícil como el anterior.

—No lo será. Volará verticalmente y a una velocidad mucho menor. Vais a volar como si estuvierais en un globo. La atmósfera está compuesta de agua en su mayor parte y tiene la suficiente pérdida de iones como para hacer de buen conductor. La mayor parte de vuestra nave está dividida en células y cada célula está dividida de nuevo en otras dos por una membrana flexible. Esas membranas se están apretando ahora contra una pared de cada célula debido a la presión atmosférica. Cuando enciendas las unidades de electrólisis se descompondrá parte del agua; el oxígeno será conducido fuera de la nave, pero el hidrógeno se liberará en el otro lado de las membranas y sacará gradualmente el aire fuera de las células. El antiguo batiscafo se basaba en la misma idea, pero no necesitaba las membranas para impedir que los dos líquidos se fundieran el uno en el otro.

—Ya entiendo. ¿Cuánto tiempo tardará el gas en elevarnos?

—No podría decirlo; no conocemos la conductividad de la atmósfera. Una vez que se inicie el proceso hay un grupo de amperímetros debajo de los conmutadores correspondientes a cada célula; si me das la lectura una vez que estéis en marcha te lo podré calcular.