Выбрать главу

—De acuerdo. ¿Dónde están…? Ah, aquí, están muy bien etiquetados. En el extremo superior derecho, un grupo de doce palancas con una barra que puede abarcarlas a todas.

—Exactamente. Podrás ver los metros sobre ellas. Cierra el grupo, pulsa el conmutador principal y dame las lecturas.

—De acuerdo —levantó su delgado brazo, lo puso fuera del campo de visión y todo el mundo pudo oír el ruido de los conmutadores. Easy dejó reposar su mano sobre su regazo y se arrellanó en su sillón, impulsada por sus trescientas libras de peso, observando todos los contadores. Después dijo—: Las lecturas son todas cero. ¿Qué hago ahora?

Capítulo 5 — Peregrinación; consideración; estibación.

Nick había elegido un fuego en la parte inferior de la colina, por eso fue el primero en considerar el problema del nivel del mar. En su valle el nivel de agua nunca pasaba de treinta o cuarenta pies; además, aunque lentamente, siempre se escapaba hasta el pie del valle y el poblado se mantenía seco. Sabía, gracias a Fagin, que el agua que fluía alcanzaría finalmente algo como un lago o un mar; pero ni siquiera Fagin se había detenido a pensar lo que ocurriría entonces; la superficie de los océanos terrestres en comparación con el volumen del promedio de lluvia de un día no mantenían una estrecha relación.

En Tenebra, la situación era diferente. No existe ninguna cuenca de mar gigante, sólo lagos muy moderados que incluso son menos permanentes que los de la Tierra. Lo que esta diferencia significaba en términos de nivel de «mar» podía calcularse de antemano, pero no por parte del pueblo de Nick.

Al principio no tuvo motivos para preocuparse. Las grandes y nubosas gotas flotaban a mucha distancia, caían hacia abajo y desaparecían nada más recibir la radiación de los fuegos. Luego fueron descendiendo más y más hasta que se situaron por debajo del nivel de la colina por todos los lados.

Un potente estremecimiento de la tierra duró medio minuto o más, pero cuando Nick vio que el pedazo de tierra que unía la colina con la orilla estaba todavía allí, dejó de preocuparse. Algo mucho más inusual estaba comenzando a ocurrir. En su valle, las gotas de lluvia que tocaban la tierra después de que ésta se había enfriado se agrupaban en semiglobos nebulosos y flotaban por los alrededores hasta que un fuego las hacía desaparecer; aquí se comportaban de forma diferente. Las gotas golpeaban la superficie del mar y desaparecían al instante y, para la costumbre de Nick, violentamente. La diferencia de presión y temperatura hacía que la reacción entre el ácido sulfúrico y el agua se notase menos que en un laboratorio de la Tierra, pero todavía era apreciable.

Tras cada encuentro, podía observarse que las nuevas gotas que caían en la misma área desaparecían un poco más arriba de lo usual durante unos minutos; de ello dedujo Nick, correctamente, que la reacción estaba liberando algún calor.

Llevaba cierto tiempo observando este fenómeno, interrumpiendo un par de veces su observación para encender de nuevo el fuego que una gota especialmente cercana había apagado, cuando notó que la colina era una isla. Ello le sorprendió un poco y centró toda la atención en el asunto. El terremoto no lo había hecho; una vez que éste desapareció se fijó especialmente en que el pasillo estaba intacto. No tardó mucho tiempo en llegar a la conclusión de que si la tierra no se estaba hundiendo, el mar debía estar elevándose; unos cuantos minutos de observación atenta de la línea divisoria demostró que algo así debía estar ocurriendo. Despertó a los otros para decirles lo que había visto y a los pocos minutos todos estaban de acuerdo en que aquello estaba ocurriendo en todos los lados de la colina.

—¿Cuánto tardará en alcanzarnos, Nick? —la voz de Betsey era comprensiblemente ansiosa.

—No creo que pueda alcanzar este nivel —respondió Nick—. No se ha elevado tanto como lo habría hecho el agua en nuestro propio valle a estas horas de la noche, y la colina es casi tan alta como nuestro poblado. Estamos a salvo.

Resultó más difícil adherirse a esa creencia cuando las horas pasaban y el nivel del agua seguía creciendo. Podían ver las charcas de las orillas aumentando y desbordándose en el cuerpo principal; con el tiempo llegaron a formarse varios grandes ríos cuya área de formación era desconocida. Algunos de esos ríos representaban un peligro, pues eran tan altos, o más, como la colina, antes de desparramarse en el mar. Todavía seguía la violencia del encuentro del agua con el ácido; el mar, al menos cerca de la orilla, estaba muy diluido.

Por supuesto, «cerca de la orilla» no era una afirmación muy afortunada. Ninguno de los que estaban en la colina podían decir ahora dónde se hallaba la orilla. El camino que habían seguido se encontraba bajo el nivel del mar y la única evidencia de la existencia de tierra seca eran los ríos que todavía se veían por encima del nivel.

La isla que había formado la colina disminuía progresivamente. El ganado no parecía inquieto, pero lo condujeron al interior del anillo de fuegos. Luego tuvieron que estrechar el anillo, y finalmente, tanto ellos como los animales se encontraron amontonados tras un solo anillo de calor mientras el mar les ascendía más que su débil protección. Las gotas de lluvia eran cada vez más claras. Caían desde una altura suficiente para perder el oxígeno suspendido e, inevitablemente los últimos fuegos sucumbieron. Su calor había mantenido durante los últimos minutos un agujero en la superficie del mar, pero cuando los fuegos desaparecieron, el mar reclamó lo que le correspondía. A los pocos segundos de que el último fuego muriera, todos los seres vivos de la colina estaban inconscientes, y al cabo de un minuto sólo un turbulento hoyuelo en la superficie del mar mostraba el lugar en que se había encontrado la ligeramente más caliente colina. El último pensamiento de Nick fue que al menos los animales estarían a salvo; estarían descubiertos mucho antes de que cualquier cosa pudiera llegar a ellos.

Pero se equivocó. Cuando despertaron a la mañana siguiente y se deshicieron de la delgada capa de cristales de cuarzo que tenían en sus escamas, todos estaban allí, pero el ganado parecía haber disminuido. Un recuento confirmó que habían desaparecido diez animales, de los que sólo quedaban unas escamas. Fue una suerte que tales animales fueran de una especie cuyo armazón de escamas era frágil, pues de no haber sido así los carnívoros que habían llegado durante la noche podían haber hecho una elección diferente. La comprensión de que había cosas vivientes en el mar sorprendió a todo el grupo, pues conocían la física lo suficiente como para preguntarse de dónde sacarían el oxígeno tales criaturas.

La nueva situación requería nuevos planes.

—La idea de que Fagin nos busque por la orilla del mar hasta que nos encuentre no funciona —comentó Nick tras el desayuno—. La orilla no permanece fija. Además, no podemos quedarnos aquí si ello significa perder el ocho o el diez por ciento de nuestros animales cada noche.

—Lo que tenemos que hacer es un mapa más correcto —comentó Jim—. No estaría mal encontrar un lugar protegido por el mar, pero que no se sumergiera durante la noche.

—Podríamos darle un empleo más adecuado a este lugar si lográramos que lo visitara el pueblo apropiado —dijo Nancy en tono pensativo. Todos ponderaron esto durante algún tiempo y se mostraron cada vez más de acuerdo. Sonaba prometedor. Una idea tras otra fueron propuestas, discutidas, rechazadas o modificadas, y a las dos horas se había hecho un plan definido.

Nada podía llevarse a cabo, sin embargo, hasta que fuera posible salir de la isla, y esto no ocurriría hasta doce horas después del amanecer. Una vez que apareció el pasillo, todos entraron en una furiosa actividad.

El ganado —lo que quedaba de él— fue conducido tierra adentro por Betsey y Oliver. Nick, una vez seguro de que tenía su hacha y su equipo de hacer fuego, se metió también tierra adentro, pero en una dirección más al sur. Los otros cinco se desparramaron desde la base de la península y se dedicaron a hacer un mapa de todo lo que era útil en la zona. Debían determinar, dentro de lo posible, la parte que quedaba sumergida por el mar en su más alto nivel, y el informe tenían que hacerlo antes de que cayera la segunda noche. El grupo elegiría entonces un campamento más adecuado y más al norte del de la desafortunada elección de la noche anterior. Llegaron al acuerdo de enviar a un par de ellos a la base de la península todas las mañanas hasta que regresara Nick o hubieran pasado diez días. En el último caso pensarían otra cosa.