—Si somos arrastrados al mar, ¿qué podrán hacer los de Nick o cualquier otro? —preguntó—. Estaremos fuera de su alcance y del de Swift, y usted dice que no hay vientos en ese planeta, aunque no sé por qué.
—La presión es tan alta que la atmósfera ni siquiera se acerca a las leyes clásicas del gas —contestó Raeker. No era físico, pero había tenido que responder muchas veces a esa pregunta en la última década y media—, y los pequeños cambios de temperatura que se producen dan como resultado un número todavía menor de cambios de volumen y, por tanto, de densidad y de presión. Pequeñas diferencias de presión significan poco viento. Incluso la fase cambiante, de gas a líquido, produce un cambio de densidad tan pequeño que las grandes gotas de lluvia son arrastradas como burbujas a pesar de la gravedad.
—Gracias, le sacaré provecho a eso cuando vuelva a la escuela —dijo Easy—. Probablemente tendrá razón, pero no me ha contestado a la pregunta de qué podrá hacer Nick en caso de que lleguemos al mar. Perdóname si parece que intento darle a entender que ha cambiado de tema.
Raeker rió en voz alta por primera vez en muchas semanas.
—Oh, no. No estaba intentando cambiar de tema; me hiciste una pregunta que me han hecho todos los visitantes desde hace dieciséis años, y la contesté sin ni siquiera pensarlo. ¿Pulsaste un botón? Voy a hablar con Nick mañana por la mañana… no podría hacer nada ahora.
—De acuerdo —dijo Easy—. Si tiene esa seguridad no quiero preocuparle. ¿Cómo podremos decirle cuándo hemos alcanzado el mar?
—Flotaréis, de la misma forma que lo hicisteis en el lago, por lo menos cuando el agua comience a evaporarse por la mañana. No me sorprendería que os separaseis del fondo incluso por la noche cuándo alcanzaseis el mar, pero no puedo asegurarlo. No sé en qué porcentaje o con qué rapidez el agua diluye el ácido. Vigila el paisaje y si empiezas a alzarte avísanos.
—De acuerdo. Lo haré en seguida.
Pero todavía estaban en el fondo cuando el batiscafo dejó de moverse. Los seres humanos que se encontraban a ambos extremos de la línea habían dormido mientras tanto, pero allí todavía quedaban unas horas antes de que llegase la luz del día. La corriente se había hecho más lenta y ya no era capaz de arrastrar el gran cascarón. Raeker sospechaba que habían alcanzado el océano, pero no había medio de comprobarlo hasta que fuese de día. El tiempo sobrante se utilizó en el aprendizaje de la lengua; no había nada más que hacer.
Luego la nave comenzó a elevarse suavemente del fondo. El movimiento era tan gradual que los niños tardaron uno o dos minutos en estar seguros de que se estaba produciendo, y pasaron más de tres horas antes de que se pudiera ver el fondo. Incluso entonces no habían alcanzado la superficie, o podría decirse que la superficie no les había alcanzado a ellos. Ya era de día y Raeker había disipado todas sus dudas con respecto al lugar en que se encontraba la nave. El río se había secado con mucha más rapidez el día anterior. Le dijo a Easy lo que iba a hacer, le sugirió que escuchara, y llamó a Nick.
No hubo respuesta inmediata y la visión de la pantalla mostró a Nick y a Betsey cuidando el ganado a media milla. Mandó el robot hacia ellos, repitiendo mientras tanto su llamada en tonos más penetrantes. Ambos pastores agitaron las lanzas en señal de reconocimiento y Nick se dirigió hacia la máquina. Raeker detuvo al robot, pues ya había visto parte de lo que quería desde el pie de la colina.
Nick le saludó antes de llegar y le preguntó qué ocurría.
—Te lo diré en unos momentos, Nick —respondió—. ¿Puedes ir hasta la vagoneta, coger un cubo y venir hasta aquí?
—Por supuesto.
Nick ascendió a grandes zancadas la colina. Raeker no había hecho que el robot cogiera el cubo a causa de un hábito, muy arraigado, por el que no usaba las partes móviles de la máquina, como el equipo de manejo, cuando no hacía verdadera falta.
Le había dicho que le esperaría en una charca situada, como era usual, en el fondo de un agujero circular. También, como era corriente, sólo llenaba una pequeña parte del agujero, que representaba lo que había quedado cuando el lago nocturno que la había cubierto se secó casi totalmente durante el día. Hacía años que suponía, sobre la base de datos inadecuados pero sin ninguna evidencia contradictoria, que el material era aceitoso… principalmente ácido sulfúrico con un enlace pesado de iones metálicos de las rocas de alrededor que se habían disuelto con la lluvia nocturna, una cantidad equilibrada de los gases atmosféricos. El robot pasó por la charca para asegurarse de la profundidad —la pendiente cambiaba a veces abruptamente en la línea del ácido», por lo que el cálculo a ojo era insuficiente— y esperó a que regresara Nick con el cubo.
—¿Es resistente esto, Nick? ¿Mantendrá el líquido sin perderlo?
Como respuesta, Nick pasó el contenedor de cuero bajo la superficie de la charca, lo levantó rebosante y esperó a que se fuera el líquido de la superficie exterior. Esto ocurrió rápidamente, pues el cuero no estaba húmedo a causa del ácido sulfúrico fumante, y a los pocos segundos sólo una docena de gotas quedaban en la superficie exterior. Nick sostuvo el contenedor en alto durante otro minuto con el extremo de uno de sus brazos, pero nada más cayó.
—Creo que sirve —dijo por fin—. ¿Por qué es importante? Nunca tuvimos que llevar este material muy lejos; hay charcas de él por todas partes.
—No estoy interesado en guardarlo dentro del cubo, Nick. Vacíalo de nuevo —el estudiante obedeció—. Ahora coloca el cubo encima de la charca y déjalo ir…; no, no lo llenes —el retraso en la transmisión hizo que el aviso llegara demasiado tarde. Nick vació el cubo y lo colocó otra vez—. Eso es… arriba de la charca. Ahora déjalo ir —Nick obedeció. El peso de la cinta que servía para manejarlo pronto lo inclinó y penetraron tres o cuatro galones de ácido. Eso le dio el peso suficiente para dejar el borde por encima de la superficie y allí permaneció. Nick estaba asombrado, pues había dado por hecho que la cosa se iría al fondo.
—Me temo que he sido un poco negligente con tu educación —observó Raeker—, aunque supongo que la ambigua naturaleza de la mayor parte de los líquidos de este planeta me excusan de haber abandonado el principio de Arquímedes. Inténtalo de nuevo, Nick; pero esta vez pon un par de piedras en el cubo primero.
Como era de esperar, en cualquier lugar de Tenebra, excepto en las regiones orogénicas activas, no había piedras en los alrededores; pero llenando la tercera parte del contenedor con pedazos de arbustos, Nick consiguió cumplir con el espíritu de la orden de Fagin. Esta vez el cubo flotó casi verticalmente y gran parte de él quedó fuera del agua.
—Comprueba cuánto más puedes poner sin que se vaya a pique —dijo Raeker.
Nick obedeció sin preguntar el significado del nuevo verbo; quedaba claro por el contexto. Ante su asombro, que no pudo ocultar, comprobó que era posible llenar el cubo con tallos rotos sin hundirlo, aunque una ola de media pulgada hubiera cumplido este fin…, hecho que Raeker procedió a demostrar en seguida. Ante su orden, Nick golpeó vigorosamente con su pie en la charca; las olas pasaron por encima del borde del cubo y éste se fue a pique al momento.
—¿Crees que será posible hacer algo semejante a eso pero que impida que se hundan varias personas? —preguntó Raeker.
Nick no estaba seguro.
—Después de lo que he visto diría que sí —contestó más sensatamente—. ¿Qué beneficio sacaríamos de tal cosa?
Raeker aprovechó la oportunidad, de darle una explicación rápida del principio de Arquímedes más una relación de los informes de Easy, mencionando la breve aparición del cavernícola y concluyendo con la probabilidad de que el batiscafo hubiera llegado al mar. Nick comprendió por sí mismo el resto de la situación y se desbordó un poco en su entusiasmo.