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—¡Ocho o diez días! Y luego tendrá que dar a los miembros del grupo lecciones de ingeniería, y luego esperar a que la instalación de ese ridículo aparato no se haya corroído hasta un punto en el que la respiración sea imposible. ¿Cuánto piensa que durará el rescate real?

—Creo que no puedo arriesgarme a hacer una conjetura —respondió Raeker con la máxima suavidad que pudo conseguir—. Como señaló acertadamente, no podemos saber el daño que ha sufrido la zona de instalación expuesta a la corrosión. Comprendo que la espera no es agradable, pero todo puede estar bien en un mes a partir de ahora…

—¿Hasta qué grado de estupidez puede llegar un ser humano? —preguntó el drommiano—. Acaba de hablar ahora con ellos y han oído tan bien como yo que la joven humana decía que mi hijo no podía ver tan bien como ella.

—Lo oí, pero creo que se me escapó el significado —admitió el biólogo.

—La vista de los drommianos es tan buena y precisa como la de los seres humanos, si no mejor, y mi hijo siempre ha sido normal para su edad. Si no puede ver tan bien como ella es que algo anda mal; y sospecho que se debe a que la baja concentración de oxígeno le está afectando. Concluyo de ello que sus ingenieros no preveyeron la alteración de ese factor del entorno.

—Probablemente no, pues la tripulación debía estar compuesta de hombres —admitió Raeker—. Y he de reconocer que no veo la emergencia, canciller; trataré de encontrar los medios de acelerar la operación…; por ejemplo, puedo conseguir que los ingenieros me proporcionen fotos de los cables afectados por las puertas abiertas y dar un resumen a Nick de lo que habrá de buscar mientras espera a los otros. Mi relevo vendrá en media hora, probablemente no se opondrán a venir ahora si le llamo. ¿Ha recibido ya algún consejo médico de Dromm? Creo que ha llegado un doctor humano hace unas horas y que está tratando de averiguar lo que se puede hacer con la dieta existente en el batiscafo.

—Eta Cassiopeia está medio parsec más lejos de aquí y no puedo obtener un mensaje con tanta rapidez —admitió el drommiano—. Pero pronto llegará uno.

Raeker se dio cuenta de que había sido un buen paso forzar al no humano a admitir tal cosa; desgraciadamente, admitir errores bajo alguna presión no mejora el temperamento del ser humano medio, y la raza de Aminadabarlee era bastante humana en este aspecto. Podía dejar de insultar de momento; hasta sus costumbres se lo impedían; pero la cólera reprimida era mucho más peligrosa para la paz que su arrogancia usual. Se retiró a su habitación —que al menos tenía una atmósfera adecuada gracias a los «incompetentes» ingenieros humanos— a rumiar su cólera.

Cuando el drommiano se había ido, Racker decidió no llamar a su relevo tan pronto, pero nada más aparecer éste se dirigió a la sección de ingeniería y les hizo la propuesta que, aguijoneado en aquel momento, le había hecho a Aminadabarlee. Sakiiro y sus colegas estuvieron de acuerdo en que podía intentarse y cogieron los anteproyectos para decidir qué cosas podían decir a Nick y la manera más fácil de que la información fuese comprendida.

Dedicaron a esto varias horas. Luego Raeker se fue a comer y regresó a su habitación para dormir unas cuantas horas. Cuando reapareció en la sala de observación, su ayudante se levantó con alegría.

—Easy tiene algo que informar —dijo—, pero quiere decírselo personalmente —Raeker enarcó las cejas, sintonizó su estación y cogió el micrófono.

—Estoy aquí, Easy —dijo—. ¿Qué ha ocurrido?

—Quise decírselo a usted porque fue el único que dijo que no nos moveríamos —respondió en seguida la niña—. Nos hemos estado acercando a la costa desde hace cinco o seis horas.

Raeker sonrió.

—¿Estás segura de que no es la costa la que se está acercando a ti? —preguntó—. Recuerda que el nivel del mar tiene un largo camino que recorrer incluso después de tu llegada a la superficie.

—Estoy completamente segura. Hemos sido capaces de mantener nuestra mirada fija en un pedazo de orilla y el mar ha permanecido allí mientras nos acercábamos. Tiene un rasgo que la hace más reconocible, aunque hasta ahora no fuimos capaces de averiguar de qué se trataba exactamente.

—¿Qué es ello? —preguntó Raeker al darse cuenta de que la niña esperaba su pregunta.

Easy le miró con esa expresión que reservan los niños para los adultos que han cometido un error.

—Un grupo de unos cincuenta nativos —contestó.

Capítulo 10 — Comprensión; construcción; inundación.

Nick, por centésima vez, miró hacia el océano y se soltó en improperios. No podía verlo, por supuesto; para que estuviera fuera de su alcance por la noche el campamento había sido colocado fuera de su vista durante el día, pero sabía que estaba allí. Quiso verlo, empero; no sólo verlo sino llegar hasta él. Explorarlo, situarlo en un mapa. La última idea presentaba un problema que ocupó su mente durante algún tiempo antes de abandonarla. Fagin conocería la respuesta; entre tanto había que construir un bote. Eso era lo más molesto. Nada podía hacerse, en realidad, hasta que regresaran los equipos de búsqueda. Mientras el cuidar el ganado y recoger leña ocupase todo su tiempo y el de Betsey no se podría hacer ninguna caza efectiva, y el bote, obviamente, iba a necesitar muchas pieles.

Nick no estaba seguro de cuántas y, para su sorpresa, Fagin se había negado a hacer cualquier conjetura. Era realmente razonable, pues Raeker, que no era un físico, ignoraba la densidad precisa de los océanos y la atmósfera de Tenebra, el volumen medio de cada saco de cuero que había de ser usado en el bote y hasta el peso de sus pupilos. Le había dicho a Nick que lo descubriera por sí mismo, observación que había hecho con mucha frecuencia durante el proceso educativo de sus agentes.

Incluso esto significaba una pequeña cacería, pues no valía la pena sacrificar a un miembro del ganado para el experimento. Betsey estaba explorando ahora los valles de los alrededores con la esperanza de encontrar algo que fuera lo suficientemente grande… los flotadores de la vecindad ya habían aprendido a dejar solos al ganado y a los pastores, y de los que habían muerto o caído en el proceso ya habían dado buena cuenta los comedores de carroña. Aparte de eso, sus pieles eran demasiado frágiles para proporcionar un buen cuero.

No cabía duda de que Betsey encontraría una piel, por supuesto, pero Nick deseaba que se diera más prisa. La paciencia, como hasta Easy había notado, no era uno de sus puntos fuertes.

Ya estaba un poco más calmado cuando ella llegó; no sólo había traído la pieza, sino que le había quitado ya la piel y las escamas… trabajo que a Nick no le habría importado hacer, pero que disminuiría el tiempo que faltaba para el experimento. Betsey, conocedora del propósito que iba a dársele a la piel, se la había quitado con un mínimo de cortes; pero todavía se necesitaban algunos trabajos para convertirla en un saco impermeable al líquido. Tomó cierto tiempo hacer la cola, pero no tanto secarla…; para ser exactos, el material no se secó del todo, pero formó en seguida un enlace lo suficientemente resistente entre las capas de materiales. Finalmente la obra fue acabada satisfactoriamente y acarreada a la charca en donde el cubo había flotado unas horas antes.

Nick la lanzó al líquido y no quedó tan sorprendido como la primera vez al ver que flotaba; no era éste el punto del experimento. Nick tenía un natural buen sentido del equilibrio, pues había pasado su vida en un mundo de media gravedad en el que la tierra que pisaba era con frecuencia inestable; pero fue vencido al tratar de armonizar sus reflejos con el saco de aire. Aquello rehusaba a permanecer bajo él a pesar de los ingeniosos modos que ideó para que sus ocho miembros sirvieran para controlarlo. Una y otra vez se estrelló sin remedio contra la charca, que afortunadamente sólo le llegaba por la cintura. Un niño de diez años intentando sentarse sobre un balón flotador de playa habría hecho bufonadas semejantes.