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Capítulo 11 — Organización; revelación; declaración.

Las noches —las noches de Tenebra— eran duras para Aminadabarlee. Pero incluso eran más duras para cualquiera que tuviera tratos con él mientras durasen. El ver a la gente haciendo trabajos no comprometidos directamente con el rescate de su hijo, y el verlos así durante dos días terrestres, le resultaba difícil de soportar, aunque sabía perfectamente que nada podía hacerse mientras los agentes de Racker estuvieran inmovilizados o inconscientes. Pero no cambiaban por eso sus emociones; alguien, o todos, deberían estar haciendo algo se decía en su interior. Rápidamente, y sin poderlo evitar, empezaba a pensar en los seres humanos como en la raza de más sangre fría y menos cooperadora de la galaxia. Y ello a pesar de los hábiles esfuerzos de Rich, que se tenía que mantener plenamente dedicado a su profesión. Aunque el gran no humano no había descendido a la violencia física, más de un hombre se apartaba cuidadosamente de su camino. Al principio habían sido los menos familiarizados con los drommianos, pero Raeker se había dado cuenta de que el número iba en aumento.

Raeker no se preocupaba, no era de esa clase de personas. Además tenía suficientes ocupaciones para mantener su mente alejada de Dromm y de sus nativos. El robot, afortunadamente, no había tenido que luchar, pues ninguna forma de vida animal se había aproximado a la balsa y a sus pasajeros inánimes. Ni siquiera el vigilante robot pudo ver alguna señal de su existencia. En cierta manera era un respiro, aunque Racker estaba profesionalmente desanimado. Le hubiera gustado aprender algo de las criaturas responsables de las pérdidas en el ganado de sus pupilos varias noches antes y de quienes parecían poder vivir en tan pequeña contracción de oxígeno. Los cuatro de la balsa estaban bastante seguros, aunque el robot no se permitía estar lejos de ellos y era necesaria una vigilancia constante.

Cuando había pasado parte de la noche, las corrientes errantes que habían arrastrado la balsa y sus ocupantes disminuyeron y se debilitaron tanto que no fueron capaces de mover al conjunto, aunque su peso efectivo no debía pasar de varias libras. El hombre que controlaba el robot tuvo que dejarlo sin movimiento por períodos más y más largos; en cierto momento Racker casi se quedó dormido en el sillón de control. La voz aguda del drommiano le sacó de su adormilamiento «Y los hombres de la tierra esperan que la gente coopere con ellos», frase en la que se podía reconocer un tono despectivo, y ya no repitió la cabezada. De nada valió, pues los pasajeros de la balsa seguían indemnes cuando llegó el día. Este período era el más duro por lo que concernía a montar la guardia; cuando el agua comenzó a evaporarse, la densidad del mar aumentó y la balsa, comenzó a flotar. Fue una suerte que no existieran corrientes, pues de ese modo la balsa ascendió. Desgraciadamente, se dio la vuelta al hacerlo, por lo que durante un par de horas el operador del robot se sintió molesto al ver a los nativos colgando de la plataforma volante mientras la superficie del océano retrocedía. Se habían alejado de la colina durante la noche y acabaron flotando en una charca relativamente pequeña en uno de los agujeros de la zona. Cuando fue evidente que la charca no disminuiría más, el robot tuvo que entrar en acción.

Afortunadamente, el ácido sulfúrico tenía poca profundidad… tan poca que la balsa era sostenida más por los cuerpos que colgaban de ella que por su propia fuerza ascensional. Racker guió la máquina a través del líquido, empujando a los cuatro inconscientes nativos para darles la vuelta. Finalmente, el desaliñado grupo se encontró chorreando en el borde de la charca de ácido, mientras sus miembros regresaban gradualmente a un estado consciente.

Por entonces, el batiscafo ya se encontraba fuera del mar. Al igual que la balsa, estaba encerrado en una charca del fondo del valle; pero al contrario que aquélla, en este caso no se planteaba la flotación. La charca también era poco profunda, por lo que Easy y su amigo se encontraron en un resistente castillo rodeado de un foso que impedía que Swift y sus hombres lo alcanzasen.

Swift estaba allí. Se presentó a la hora de que la charca hubiera disminuido a pesar de la considerable distancia que debla haber corrido el batiscafo durante la noche. Easy dijo que no se veía el mar; si el viento, que lo estuvo moviendo todo tierra adentro, había transportado la nave. A ella no le importaba; dijo que se estaban llevando muy bien con Swift y no le preocuparon mucho los reveses nocturnos de Nick. Rich perdió los nervios por primera vez cuando supo que Racker le había contado a la niña la destrucción del campamento y no volvió a controlarse hasta que la voz de la niña dejó perfectamente claro que la historia no había afectado a su moral.

Racker, por el momento, pensaba más en la operación rescate que en ella; por eso había tenido tan poco cuidado con sus palabras. Nick, Betsey, Jim y Jane estaban a salvo; los mapas y la mayor parte de las armas habían permanecido unidos a la balsa. Le costó tiempo averiguar dónde estaban, a pesar de que probablemente se habían movido muy poco. Cuando hallaran el campamento no tendrían muchas probabilidades de encontrar demasiado. Nadie podría decir si encontrarían el ganado o la vagoneta. Un período similar bajo un océano terrestre lo hubiera estropeado todo, en el caso de que se hubiera podido encontrar algo. Aquí en Tenebra nada se podía aventurar, pero Raeker era pesimista al respecto.

Encontrar el lugar en el que hicieron los fuegos la noche anterior resultó ser más fácil de lo que pensaban. El viento sirvió de indicación, siguiendo la idea de Jim, cosa que sorprendió a Raeker. El y Jane lo habían soportado durante todo el camino de regreso desde sus áreas de investigación; ahora les sirvió para restaurar su sentido de la orientación, que para los tenebritas, lo mismo que para los humanos, es una suma de la memoria y la comprensión de los fenómenos naturales elementales. Una vez que conocieron la dirección del mar ya no tuvieron problemas, pues no cabía duda de que habían sido arrastrados directamente tierra adentro. En una hora encontraron la vagoneta y los restos de los fuegos de la noche anterior. Racker se sorprendió de encontrarlo todo intacto; el que el huracán de dos millas por hora hubiera transformado el mar en un líquido apenas más denso no había afectado a la mayor parte de los objetos sólidos.

—Creo que podremos ahorrar un poco de tiempo —dijo finalmente, cuando ya se había determinado el status de las pertenencias del grupo—. Ahora podemos regresar al mar llevando el bote con nosotros. Dejaremos un mapa con un mensaje escrito para los otros; ellos pueden seguirnos o comenzar a mover el campamento, depende de lo que crean más conveniente en el momento de su regreso. Comprobaremos el bote y buscaremos por la costa en dirección sur mientras el tiempo lo permita.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Nick—. ¿Buscaremos hasta que oscurezca o hasta el punto en que nos dé tiempo regresar aquí antes de que oscurezca?

—Hasta que casi haya oscurecido —respondió Raeker con presteza—. Iremos hacia el sur hasta que pensemos que estamos bastante lejos y entonces nos desviaremos tierra adentro para estar lejos del océano cuando éste suba de nivel.

—Entonces será mejor que los otros, no importa cuándo regresen, se dirijan al sur con el plano que les dejemos. Todos vamos a tener problemas de comida ahora que no tenemos ganado.

—¿Que no tenemos? Yo he visto unos cuantos que eran rodeados por Jim y Jane.