La mañana transcurrió sin señal de perseguidores. Consiguió una media de velocidad inusualmente buena a causa de la notable falta de animales salvajes… mientras que la media de cuarenta millas sería unas cuatro o cinco luchas, él sólo había tenido una. Sin embargo, perdió más tiempo del que había ganado cuando entró en un área mucho más áspera que las que había visto nunca.
Las colinas eran agudas y dentadas en lugar de redondas; se veían algunas rocas desprendidas y, de vez en cuando, éstas caían rodando y dando tumbos desde cráteres anormalmente escabrosos. Tuvo que escalar o descender de agudos riscos, pero otras veces logró pasar a través de grietas amenazadoramente estrechas sin tener la seguridad de que había una abertura en el otro extremo. A veces no la había y tenía que dar la vuelta.
Como la vida vegetal mantenía las características acostumbradas, incluso ahí dejó un rastro; pero con esa zona a sus espaldas le pareció más difícil justificar el sentimiento de que le estaban persiguiendo. ¡Sus ex captores merecían atraparlo si pudieron seguirle a través de ella! Pero a pesar de la frecuencia con que fijó la atención en la retaguardia no pudo detectar ningún signo de ellos.
Pasaron varias horas y Nick seguía viajando a la máxima velocidad que podía mantener. Sólo una lucha le había retrasado; fue un flotador que lo vio desde arriba y descendió al nivel del suelo para interceptarle. Era pequeño, tan pequeño que sus brazos sobrepasaban los tentáculos del animal, y con una rápida cuchillada le produjo una abertura en la vejiga de gas, suficiente para dejarlo debatiéndose inútilmente tras él. Envainó el arma y continuó su carrera sin disminuir la velocidad, frotándose un brazo que había sido ligeramente tocado por el veneno del animal.
Cuando se encontró en un entorno familiar el brazo había dejado de picarle y Altair estaba alta en el cielo. Ya había cazado antes lejos del valle familiar, y por muy rápidos que fuesen los cambios el área era todavía reconocible. Cambió ligeramente de dirección y se dispuso a realizar un último esfuerzo en cuanto a velocidad. Por primera vez se sintió seguro de ser capaz de dar un informe de su captura y, también por primera vez, se dio cuenta de que no había intentado organizar ninguno. El contar paso a paso lo que le había ocurrido podía resultar demasiado largo; era importante que Fagin y los demás se fueran en el menor tiempo posible. Por otra parte, sería necesaria una completa explicación del asunto para convencer al profesor de aquello. Nick, inconscientemente, disminuyó de velocidad mientras se entregaba a estos pensamientos. Pero el sonido de su nombre le sacó de su ensueño.
—¡Nick! ¿Eres realmente tú? ¿Dónde has estado? ¡Pensamos que te habrías dormido demasiado!
Al primer sonido Nick se había dirigido a sus cuchillos, pero corrigió el movimiento al reconocer la voz.
—¡Johnny! ¡Qué agradable resulta volver a oír la lengua de uno! ¿Qué estás haciendo tan lejos? ¿Ya se han comido las ovejas todo lo que había cerca de casa?
—Estoy cazando, no de pastor —John Doolittle salió de la vegetación y se puso a la vista—. ¿Pero dónde estuviste? Ya hace semanas que te marchaste y que dejamos de buscarte.
—¿Me buscasteis? No me gusta nada eso, aunque sospecho que no habrá cambiado las cosas, pues en caso contrario ya lo habría sabido.
—¿Qué quieres decir? No entiendo de qué me hablas. ¿Y qué quieres decir con eso de que es bueno oír la «propia lengua»? ¿Qué otra lengua has oído? Cuéntame tu historia.
—Es larga y tengo que contársela a todos lo más pronto posible. Vamos a casa; no tiene sentido el contarla dos veces.
Se dirigió hacia el valle que ambos llamaban «casa» sin esperar respuesta. John envainó sus espadas y le siguió. Incluso aunque Nick no hubiera dejado entrever que había un problema, no se hubiera perdido voluntariamente el informe. Pero a pesar de encontrarse descansado, le resultaba difícil mantener el paso del explorador. Nick parecía tener prisa.
Por el camino se encontraron a otros dos del grupo, Alice y Tom, que estaban haciendo de pastores. Ante las imperativas y precipitadas palabras de Nick se dirigieron hacia el pueblo con toda la rapidez que sus animales se lo permitían.
En el pueblo se encontraban cinco más y Fagin estaba en su lugar habitual en el centro del anillo de casas. Nick llamó al profesor por su nombre cuando se puso ante su vista.
—¡Fagin! ¡Tenemos problemas! ¿Qué hacemos para conseguir las armas que no nos has enseñado todavía?
Como era habitual, se produjo una pausa de un par de segundos antes de obtener una respuesta.
—¡Ah! Eres Nick. Habíamos pensado que no regresarías. ¿Qué es todo eso de las armas? ¿Esperas que tengamos que luchar con alguien?
—Temo que así sea.
—¿Contra quién?
—Hay más gente como nosotros; pero no cuidan animales ni utilizan el fuego y usan distintas palabras a las nuestras.
—¿Cómo te encontraste con ellos, y por qué tenemos que luchar?
—Es una larga historia. Será mejor que la cuente desde el principio.
—Pero no podemos perder un tiempo que hemos de necesitar.
—Estoy de acuerdo; un informe completo nos permitirá darnos cuenta de la situación. Continúa —Nick se acomodó sobre los miembros que utilizaba para trasladarse y obedeció.
—Tal como habíamos decidido me dirigí hacia el sur, viajando lentamente, para poder trazar un mapa. Nada había cambiado mucho junto a la región que habitualmente utilizamos para pastos; pero, por supuesto, no era fácil saber si alguna cosa había cambiado totalmente en tiempos recientes y de qué forma. La mejor señal que encontré al cabo del primer día fue una montaña de forma regular cónica y mucho más alta que las que había visto anteriormente. Estuve tentado de escalarla, pero decidí que los detalles del mapa los podía realizar mejor más tarde; después de todo, la finalidad de mi viaje era encontrar nuevas áreas, no evaluarlas. El segundo día, al poco tiempo de amanecer, pasé al este de la montaña. En esa región el viento era notablemente fuerte y parecía soplar hacia la montaña; en el mapa la señalé como Montaña de la Tormenta.
»A juzgar por el viento, debía haber allí muchas plantas nocturnas; debería planearse alguna expedición para conocerla antes de la oscuridad. Conforme avanzaba el viaje, todo se hacía usual. Tuve que matar bastante en autodefensa y para proporcionarme comida, pero ese día ninguno de los animales eran totalmente inusuales. Pero a la tercera mañana, cuando ya no se veía la montaña, me envolvió algo que vivía en un agujero en la tierra y que sacaba un brazo para capturar las cosas que pasaban. Me cogió por las piernas y no parecía preocuparse mucho por los golpes de mis espadas. No creo que hubiera podido zafarme si no llego a tener ayuda.
—¿Ayuda? —la pregunta se produjo sin la pausa característica de las anotaciones del profesor; era Jim quien la había hecho—. ¿Cómo pudiste obtener ayuda? Ninguno de nosotros estaba por aquella zona.
—No era uno de los nuestros… por lo menos no exactamente. Parecía uno de los nuestros y usaba lanzas como nosotros. Pero cuando tratamos de matar aquello que se escondía en el agujero e intentamos hablarnos, sus palabras eran diferentes; para ser exacto, he de decir que pasó un rato antes de que comprendiera que estaba hablando. Usaba como palabras la misma especie de ruidos que nosotros, pero las mezclaba con muchas otras que no hemos aprendido de ti. Cuando comprendí que esos ruidos eran palabras, me asombré de no haberme dado cuenta de ello antes…; después de todo, si esa persona no había sido educada por ti, tenía que haber buscado sus propias palabras para las cosas y sería estúpido pensar que éstas habían de ser como las nuestras. Decidí ir con él y aprender más, pues ello me pareció mucho más importante que hacer un mapa. Si era capaz de aprender su lenguaje podría enseñarme muchas más cosas de las que yo podría descubrir en meses de exploraciones. No pareció importarle que le siguiera y por el camino comencé a captar alguna de sus palabras. No resultaba fácil, pues las unía de extrañas maneras y no se trataba sólo de aprender el sonido que utilizaba para cada objeto. Cazamos juntos y pasamos casi todo el tiempo aprendiendo a hablar entre nosotros. No viajamos en línea recta, pero tomé buena nota de nuestro camino, y puedo poner su poblado en un mapa en cuanto tenga oportunidad.