A los pocos momentos de la llegada de John, Oliver, Nancy, Dorothy, y el robot había pedido que se le enseñase a hacer fuego. Easy, con sus dos segundos de ventaja, le dijo a John que lo hiciera antes de que Racker supiera incluso que la orden había sido dada. John, sabiendo que la persona que se hallaba en el batiscafo pertenecía a la raza de su maestro, obedeció inmediatamente. Sacó sus utensilios friccionadores y encendió una hoguera en dos o tres minutos.
Swift pidió entonces que se le enseñara el manejo del dispositivo; cuando Nick, Betsey, Jim y Jane llegaron la balsa, el jefe había conseguido encender una hoguera y se encontraba en un estado casi de euforia.
Esto era más de lo que podía decir cualquiera del Vindemiatrix. Aminadabarlee estaba más convencido que nunca de que los seres humanos formaban una raza mal templada y poco cooperadora; precisamente ahora tenía más razones que nunca que avalaban su opinión. Todos los seres humanos de la nave estaban furiosos con el drommiano, siguiendo el ejemplo de Easy Rich. Una noche de sueño no había restaurado su usualmente agradable temperamento; estaba indignada por los insultos de la tarde anterior, y no sólo se negó a explicar Aminadabarlee su justificación de haber dicho que escaparían dentro del día de Tenebra sino que ni siquiera quiso decírselo a nadie por miedo a que el drommiano pudiera oírlo. Era una reacción infantil, por supuesto; pero Easy era una niña a pesar de que hablara y actuara como un adulto. Se le pidió a su padre que la persuadiera para que hablase; miró durante un momento la imagen de ella en la pantalla, pero no dijo una palabra. Algo debió pasar entre ellos, no obstante, pues al momento se volvió y dijo:
—Por favor, que mister Sakiiro tenga lista la nave para encontrarse con el batiscafo. Imagino que tomará algún tiempo la instalación y ajuste de los cohetes exteriores —abandonó la habitación en seguida, ignorando las preguntas que se le hicieron, y desapareció en sus habitaciones.
—¿Qué hacemos? —la pregunta no era retórica; el geofísico que la hizo era muy amigo de la familia Rich.
—Lo que él dice, imagino —respondió otro científico—. Rich parece estar seguro de que la chica sabe de qué está hablando.
—Sé que él está seguro; ¿pero lo está ella? El es su padre; ella es la única familia que tiene desde hace diez años y ha hecho de su educación una maravillosa tarea, pero a veces la sobreestima. Ella le convenció de que todo está perfecto; pero yo no sé… no sabemos. ¿Qué hacemos?
—Hagamos lo que él pidió —puntualizó otro—. Aunque la niña esté equivocada nada se pierde con tener la nave preparada. ¿Por qué armar tanto alboroto?
—Porque sabemos lo que les ocurrirá a la niñita y al padre si está equivocada —contestó el geofísico— Si ella está hablando por lo que conoce, perfecto; pero si esa comadreja de diez patas le ha hecho perder su temperamento y le ha hecho hablar para justificar sus acciones… —agitó su cabeza con expresión adusta—. Ella cree sus propias palabras ahora, de acuerdo, y lo mismo le ocurre al padre. Si se llevan una desilusión…; los niños siguen vivos allí gracias al autocontrol de la familia Rich —terminó la discusión hablando por el micrófono de otro circuito y transmitiendo la petición de Rich a los ingenieros.
Raeker había estado comiendo, Y ocasionalmente durmiendo, en la sala de observación; ya había olvidado el tiempo que llevaba allí. El robot estaba fuera de todo, pero podía vigilar. Sus pupilos parecían haber sido reabsorbidos por la tribu de Swift y recibían las órdenes alternativamente del mismo jefe y de Easy desde el batiscafo. Nadie preguntaba a Fagin qué hacer o cómo hacerlo, pero a pesar de todo las cosas ocurrían demasiado rápidas para que Racker pudiera seguirles convenientemente el paso. Sabía que Easy había tenido una discusión con Aminadabarlee, aunque desconocía los detalles; se le había informado de la promesa de la niña de estar fuera de allí al día siguiente, pero no tenía más idea que cualquier otro de cómo ella esperaba conseguirlo. Había recibido su parte del mal humor de Aminadabarlee, pues el estallido de Easy no había silenciado al drommiano y se había pasado bastante tiempo señalando a Racker lo loco que había sido al separar a los nativos de su propia cultura y que habría aprendido mucho más de Tenebra si hubiera tomado contacto en primer lugar con el pueblo de Swift. Raeker no había sido realmente rudo, pero sus respuestas fueron vagas a causa de su preocupación por los acontecimientos del planeta y había acabado por ofenderte más que nunca. Sabía los resultados, pero no acababa de preocuparse seriamente por la perspectiva de un endurecimiento de las relaciones entre Sol y Dromm.
Sabía de manera general lo que estaban haciendo en el planeta, pero no acababa de comprenderlo y nadie se molestó en explicárselo. No se le ocurrió que ello se debía a la petición de Easy; que esta había llegado al extremo de asegurarse de que ninguna información útil llegara al Vindemiatrix y, de esta forma, a conocimiento de la persona que le había irritado. Sólo podía mirar, fotografiar, grabar las conversaciones que estaban al alcance del robot y tratar de sacar alguna interpretación.
Botaron la lancha y Nick y Betsey llevaron a Swift por la superficie de la charca hasta el exterior de una de las ventanas de observación del batiscafo. Raeker pudo ver el encuentro entre los tenebritas y los dos ocupantes de la nave, pero no pudo oír la conversación… Easy utilizaba los altavoces exteriores y el robot estaba muy alejado para oírlos directamente. La conversación fue larga y muy animada, a juzgar por los gestos que se produjeron por ambas partes…; la ventana era lo suficientemente grande para permitirle a Raeker ver perfectamente el interior del batiscafo a través de los ojos del robot, trató de interpretar los movimientos pero fracasó en su intento. La conversación no terminó hasta casi la noche; luego la balsa regresó a la orilla y todos se dedicaron a recoger cosas. Una docena de cavernícolas ayudaron a transportar la balsa y otros ayudaron a empujar el carro. Swift prestó atención al robot por primera vez; utilizando a Nick como intérprete, le ordenó que les siguiera. Raeker se mostró de acuerdo en seguida; el motivo del viaje, obviamente, era escapar del mar, que posiblemente llegaría por lo menos hasta la misma línea tierra adentro que alcanzó la noche anterior.
—¿Adónde llegará la gran nave esta noche? —preguntó, más para obtener una demostración de las habilidades de los cavernícolas que porque la diferencia significase algo para él. Esperaba que Swift no se molestaría en responder, pero el jefe estaba de muy buen humor…; aquel día todo había salido justamente como él quería. Una vez que el grupo se hubo puesto en camino, se situó al lado del robot y habló alegremente. Nick retransmitió sus palabras y describió con gran detalle el lugar al que se estaban aproximando y el punto en el que esperaba se sumergiese el batiscafo. También explicó las razones de esta opinión y los geofísicos le escucharon, tomaron notas y miraban con cuidado maternal las cintas en las que se iba acumulando la conversación. Durante una o dos horas tras la caída de la noche hubo más felicidad general en la región de Altair de la que se había experimentado nunca en aquella zona. Aminadabarlee y Racker eran los únicos que no la compartían.
Swift detuvo a su grupo tras unas dos horas de lenta marcha. La noche había caído y la lluvia comenzaba a hacer otro tanto; puso a todos a trabajar para reunir leña y ordenó a Nick que situara los fuegos de guardia para un campamento. Nick y sus amigos obedecieron sin la menor discusión; Racker sospechó que eran bastante humanos y disfrutaban la oportunidad de demostrar sus conocimientos. Los cavernícolas se situaron en el lugar de emplazamiento de cada fuego con los equipos de encender el fuego y una a una las pilas de combustible comenzaron a arder.
Durante dieciséis años el encendido de los fuegos de la tarde había sido para el Vindemiatrix la señal de un período de descanso de cuarenta y ocho horas, pues nada, salvo la lluvia, podía producirse en la noche tenebrina. Ahora eso había cambiado; las discusiones, a menudo tendentes a la pelea, se sucedieron a toda velocidad. Los ingenieros estaban ocupados en ajustar al exterior de la nave auxiliar cohetes exteriores y líneas de control. Los diplomáticos no se habrían hablado entre sí de haber seguido sus inclinaciones personales, pero el orgullo profesional les mantuvo exteriormente corteses. Los que les conocían, empero, escuchaban su conversación con bastante inquietud y pensaron en las palancas de control de un reactor obstruido.