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No había nada más al alcance, así que agarró la parte alta del asiento de Justice y se impulsó hacia arriba, deslizándose entre lo que quedaba del techo y la parte alta del asiento del copiloto. La mejor posición en la que podía ponerse era en cuclillas, con los pies apoyados contra la puerta derecha.

– Justice -dijo, porque había leído en alguna parte que las personas inconscientes a veces aún podían oír y responder a su nombre. No sabía si era verdad o no, pero ¿qué daño podría hacer?-. ¡Justice! -repitió más insistentemente, mientras le agarraba los hombros y trataba de ponerlo derecho. Era como tirar de un tronco. Su cabeza cayó hacia un lado, la sangre goteaba de su nariz y su mejilla.

Tirar de él no iba a servir de nada. Su cinturón de seguridad lo mantenía en su sitio, pero ella estaba trabajando contra la gravedad. Necesitaba liberar el cinturón y sacarlo del asiento, tratar de sacarlo del avión.

Como le había pasado a ella, él caería, del asiento en cuanto soltara el cinturón, pero era un avión pequeño; la distancia era de unos sesenta centímetros, como mucho. Aun así, el fuselaje se había plegado hacia dentro en el lado del copiloto y una rama de árbol había perforado todo el revestimiento de metal como una estaca a través del corazón de un vampiro. El extremo afilado de la rama formaba un ángulo hacia atrás, en vez de apuntar hacia arriba, pero no quería correr el riesgo de que él pudiera quedar empalado, así que miró a su alrededor buscando algo que poner sobre la rama.

Lo primero en lo que pensó fue en su bolso, pero no lo veía. Estaba a la izquierda del asiento, así que pudo haber salido volando cuando esa parte del avión se había partido. Todo lo que había disponible era su chaqueta de seda, sucia y manchada de sangre. Retorciéndose, gruñendo por el esfuerzo, se las arregló para agarrar una manga y arrastrarla hacia ella. La prenda era fina, casi no pesaba. La seda era fuerte, pero lo que necesitaba en esa situación era algo voluminoso para cubrir el extremo afilado de una rama, no una tela que se pudiera tensar.

Le llegó la inspiración. Rápidamente se inclinó hacia delante y se quitó el zapato que le quedaba, un mocasín de diseño muy caro, y lo metió en la punta que sobresalía. Después dobló su chaqueta y la puso sobre la rama como relleno adicional.

– Bueno, Justice, vamos a moverle de este asiento -dijo suavemente-. Después trataré de sacarle del avión, pero lo primero es lo primero. Cuando suelte tu cinturón de seguridad va a caer un poco, unos treinta centímetros. ¿Preparado? -Probablemente caería sobre ella, dado lo extremadamente limitado del espacio, y entonces quedaría apresada, sin espacio para escapar. Estaba realmente en una mala posición. Suspirando, trepó sobre el lado superior del asiento hacia la parte de atrás de nuevo.

En lo más profundo de la garganta de él sonó un gemido bajo.

Ella saltó, tan sobresaltada por el quejido que casi grita.

– Oh, gracias a Dios -susurró para sí misma mientras se ponía derecha. En un tono ligeramente más alto que el normal volvió a decir su nombre-: ¡Justice! Despierte si puede. No puedo sacarlo del avión sola; tiene que ayudarme todo lo que pueda. Ahora voy a soltar el cinturón, ¿de acuerdo?

Mientras hablaba extendió la mano hacia arriba y a su alrededor, buscando la hebilla, deslizando los dedos por el tejido del cinturón, hasta que encontró el metal. Un rápido movimiento en el cierre y él cayó como una piedra sobre su costado derecho, libre de la sujeción, con la cabeza y los hombros descansando en el suelo, sus largas piernas aún dobladas sobre el tablero y enredadas en los controles.

– ¡Maldita sea! -gimió ella. Aquella posición no era mejor; él le daba la espalda y aún no podía verle mucho la cara ensangrentada. Ni había espacio para que ella se metiera delante de él para descubrir de dónde venía la sangre.

Bailey respiró profundamente unas cuantas veces, preguntándose cómo iba a manejar aquella situación. El aire que inspiró era frío y cargado del aroma de los pinos. El efecto fue casi como una bofetada. Una vez más hizo balance de su situación. No podía arrastrarlo hacia arriba; era demasiado pesado y la inclinación del avión, excesiva. Por otra parte, si pudiera abrir la puerta del copiloto, podría sacarlo por ahí. Examinando la rama que sobresalía, vio que en realidad había entrado por la cabina frente a la bisagra de la puerta, así que no constituía un obstáculo. Pero por la forma en que estaba inclinado el avión, la portezuela podía estar bloqueada. Atisbo por las ventanas manchadas del lado derecho, que estaban tan rayadas que casi no podía ver a través de ellas, y mucho menos apreciar si algo obstruía el paso desde el exterior.

La ventana del copiloto tenía batiente. Si pudiera abrirla… La acción siguió directamente al pensamiento, pero el marco estaba curvado lo suficiente para que no funcionara el batiente de la ventana, y no podía apoyarse para hacer palanca sobre ella. Levantó el puño con frustración y golpeó la ventana, pero lo único que consiguió fue hacerse más daño.

– Maldita sea, maldita sea. ¡Maldita sea! -Soltó aire con desesperación. Si no podía abrir la ventana, probablemente tampoco conseguiría abrir la puerta-. Por otra parte -se dijo en voz alta-, ¿por qué estoy perdiendo tiempo con la ventana cuando necesito abrir la puerta? Si lograra empujar la portezuela, no necesitaría abrir la ventana.

Sentía como si estuviera pasando por alto unos cuantos aspectos obvios, que su cerebro estaba trabajando sólo a medio gas, pero estaba haciéndolo lo mejor que podía en esas circunstancias. Sentía todo el cuerpo como si la hubieran aporreado con ensañamiento, le dolía la cabeza y le sangraba el brazo. Pensaría lo mejor que pudiera, y al que no le gustara que se largara.

Largarse. Muy divertido. Ja, ja. No había nadie allí a quien le gustaran o le dejaran de gustar sus decisiones -aparte de Justice, y él no estaba en situación de hacer comentarios-, así que su retahila de lamentaciones era totalmente inútil.

Las piernas. Las piernas eran mucho más fuertes que los brazos, y ella era más fuerte que la mayoría de las mujeres gracias a todas las horas de ejercicio. Era capaz de levantar casi doscientos kilos con sus piernas. No era una enclenque y no debía actuar como si lo fuera. Si la puerta estaba atascada, tal vez pudiera empujarla y abrirla con las piernas.

El alto cuerpo de Justice le estorbaba, pero pensó que podía hacer palanca en algún sitio. Antes de colocarse en posición, sin embargo, se inclinó a un lado y tiró de la manilla para ver si el pestillo cedía. Notó resistencia, como de metal contra metal, pero había contado con ello y tiró más fuerte. Finalmente el pestillo cedió, pero la puerta permaneció en su sitio. Tampoco le sorprendió.

Tenía que encontrar una manera de sujetar la manilla en posición de apertura o si no nunca podría abrir la puerta de una patada. No había nada a lo que sujetarla, suponiendo que tuviera algo con qué atarla, que, evidentemente, no lo tenía. Tendría que colocar algo por debajo para mantenerla abierta, y por el momento no veía nada que pudiera servirle.

Quizá hubiera algo debajo de alguno de los asientos. La gente siempre metía cosas bajo ellos. Estirándose, tanteó la parte inferior de cada uno. Nada.

Tal vez sirviera un calcetín. Se quitó uno de sus finos calcetines de ejecutivo y lo retorció hasta hacer una especie de cuerda que enroscó en torno a la manilla; después volvió a torcerlo para mantenerla asegurada. Reptando se dobló en el asiento del copiloto, en un ángulo tan estrecho como pudo, y apoyó los dos pies contra la puerta. La postura era increíblemente incómoda, pero usar el calcetín para sujetar la manilla le daba unos cuantos centímetros preciosos. Forzando su hombro y su brazo, tiró del calcetín, sintiendo de nuevo el crujido del metal al ceder. Con la otra mano agarró el extremo delantero del asiento para no irse hacia atrás, en cuyo caso no lograría nada.