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La miró mientras procesaba esta información, recorriendo con la mirada el inmenso paisaje que los rodeaba. Transcurridos unos minutos suspiró.

– Confiaba en que sólo necesitaría encontrar una forma de protegernos del viento, pero va a ser indispensable hacer mucho más que eso, ¿verdad?

– Si quiere seguir viva mañana por la mañana, sí.

– Me lo temía. -Le dio el último sorbo de agua, después bajó cuidadosamente su cabeza hasta la manta y sacó el brazo de debajo de él. Su sonrisa era triste mientras metía la mano debajo del montón de ropa que lo cubría y finalmente sacaba la navaja-. Entonces mejor me pongo en marcha. Esto llevará tiempo.

– No trate de hacer nada complicado. Tiene que ser suficientemente pequeño para que el calor corporal pueda calentar un poco el aire a nuestro alrededor; así que cuanto más reducido, mejor, siempre que haya espacio para los dos. Rescate lo que pueda del avión; el cuero de los asientos, cualquier alambre que pueda utilizar para atar postes o palos, cosas así.

Ella resopló ante sus instrucciones.

– ¿Complicado? Ni lo sueñe. Para su información, le diré que soy un verdadero desastre para la construcción.

Capítulo 10

Que Justice confirmara lo que ella había sabido instintivamente -que nadie los estaba buscando- puso a Bailey más nerviosa de lo que quería aparentar. En realidad, habría necesitado oír que serían rescatados pronto, porque preparar cualquier tipo de refugio pondría a prueba hasta el límite la poca fuerza que le quedaba. Sencillamente, no sabía cuánto más podía seguir en pie.

Descansar junto a Justice y calentarse mientras trataba de hacerle entrar en calor la había ayudado, pero ahora el menor esfuerzo parecía producir un ataque violento de vértigo, lo cual era un peligro si se tenía en cuenta la pendiente de la ladera en la que se encontraban. Cualquier mal paso o ligero tropezón podía hacerla caer montaña abajo, y en aquel terreno accidentado seguramente se rompería una pierna o un brazo, por lo menos. Lo único positivo que se le ocurría era que, aunque su dolor de cabeza no remitía, no parecía ir en aumento. Algo positivo…, pero no le devolvía la esperanza.

Sus vidas dependían de ella, así que tendría que ser extremadamente cautelosa. Sin embargo, la precaución llevaba tiempo, y el tiempo era casi tan limitado como su fuerza. La temperatura, que dudaba que hubiera superado los cero grados durante el día, caería en picado incluso antes de que el sol se ocultara por completo. En cuanto se escondiera detrás de la cumbre de las montañas que se erguían sobre ella, lo cual podría suceder un par de horas antes de la puesta de sol, la temperatura empezaría a descender. Tendría que conseguir agua cuanto antes y construir un refugio, aunque fuera rudimentario.

Agarró la botella vacía del colutorio, se agachó y empezó a meter nieve por la estrecha boca. Sus manos estaban frías incluso antes de comenzar, y en un minuto el dolor de sus dedos se hizo insoportable. Tuvo que detenerse y meter las manos debajo de las axilas, cerrando los ojos y balanceándose mientras el dolor disminuía lentamente y el calor traspasaba su piel. Necesitaba algo para taparse las manos, lo más rápidamente posible.

De forma automática empezó a considerar sus opciones. Había traído dos pares de guantes a prueba de agua para coger los remos, pero no tenían dedos, así que aunque fueran buenos para evitar ampollas no ayudarían a mantener calientes sus manos. Podía ponerse calcetines en las manos como mitones improvisados, pero entorpecerían sus movimientos y se mojarían, lo cual enfriaría aún más sus extremidades. Los calcetines serían útiles después.

Tenía que olvidarse de los guantes; necesitaba un método eficaz para meter nieve en la botella que no implicara poner las manos en ella. ¿Qué podía usar como rastrillo o pala improvisada?

Dejando la botella sobre la nieve -desde luego, no iba a derretirse y verterse la que ya había dentro-, se acercó a las bolsas de basura que ahora contenían el resto de su ropa y de sus provisiones, se sentó sobre una de ellas y empezó a sacar metódicamente de las otras todo lo que no fuera ropa. Analizó cada objeto, tratando de pensar en un uso diferente del habitual.

No encontró ninguna utilidad inmediata para su desodorante de barra. Suponía que si necesitaba algo parecido a la cera, serviría, pero en aquel momento no se le ocurría nada. El cepillo del pelo, el maquillaje básico -rímel, crema solar, barra de labios-, los libros y revistas que había traído para leer podían usarse de formas diversas, pero ninguna de ellas la ayudaría a meter nieve en una botella de colutorio. Tenía su linterna para la lectura, útil sin duda, pero no ahora. También encontró un par de bolígrafos, un bloc, un rollo de cinta aislante que dejó a un lado porque lo necesitaría cuando trabajara en construir el refugio, una baraja de cartas, repelente de insectos, un poncho que también apartó, pañuelos y toallitas -también las puso cerca-, así como cuatro toallas de micro-fibra y un puñado de cepillos de dientes desechables.

«Maldita sea», pensó con impaciencia. ¿Por qué no habría metido algo útil, como una caja de cerillas? Sus dientes estarían limpísimos y su boca fresca cuando encontraran su cuerpo congelado, pero ¿de qué demonios le servía eso?

Volvió a revisar la variada selección de objetos que en su momento había considerado útiles para hacer rafting durante dos semanas y suspiró desanimada… Entonces miró otra vez la baraja de cartas. Eran nuevas; la caja aún estaba sellada con plástico. Las cogió, agarró un extremo del plástico con los dientes y empezó a romperlo. Después abrió la caja y sacó una carta. Estaba plastifica-da, así que podría aguantar mucho.

«Bien», pensó con un cierto aire de satisfacción.

La carta era lo suficientemente rígida y flexible para enrollarla y hacer una especie de pala diminuta para así empujar la nieve hacia la boca de la botella. Sacudió la botella y golpeó el fondo contra una piedra haciendo que la nieve bajara, para poder meter más. Cuando el recipiente estuvo lleno de nieve, le volvió a poner la tapa y la enroscó bien fuerte.

– Esto no va a tener un sabor agradable -advirtió mientras caminaba de vuelta hacia Justice con cuidado.

Él había permanecido con los ojos cerrados mientras ella se ocupaba del agua y los abrió lentamente cuando la oyó. Su cara estaba pálida, lo que no era sorprendente, pero en su boca apareció una sonrisa irónica.

– Entonces, ¿qué novedades hay?

Ella le enseñó la botella de nieve.

– No será mucha agua cuando se derrita, pero es lo mejor que se me ocurre. El truco es conseguir que la nieve se derrita. Tengo que poner la botella en un sitio caliente. ¿Adivina cuál es?

– Apuesto que no es debajo de su camisa. -La sonrisa dibujó una curva sardónica.

– Eso sería apostar sobre seguro. -Ignoró su referencia a la forma en que le había calentado los pies. El hecho de que hubiera tocado sus senos desnudos no la avergonzaba, pero tampoco se sentía lo que se dice cómoda con aquel cambio brusco en su relación, si es que podía llamar relación a una fría enemistad. ¿Se habían convertido de repente en los mejores amigos sólo porque habían sobrevivido juntos a un accidente de avión? No lo creía. Por otra parte, no había lugar para la hostilidad entre ellos ahora; aún se necesitaban mutuamente para sobrevivir. Y si había otro aspecto a tener en cuenta, tras considerar el esfuerzo hercúleo realizado para controlar el impacto y hacer posible la supervivencia, sus sentimientos hacia él eran de respeto y admiración. Tenía que ser sincera. Él era su héroe.