Bailey continuó soltando improperios, murmurándolos contra su cálida garganta.
– Cuando se duerma le voy a quitar todos esos puntos de la cabeza. Ya lo verá. Y me voy a llevar la ropa también, puede calentarse con la suya, con las tres prendas que tiene. Y quiero que me devuelva la botella de colutorio.
– Shhh -murmuró él. Movía la mano en lentas caricias sobre su columna, arriba y abajo, arriba y abajo-. Descanse ahora. Puede continuar enviándome al infierno cuando se sienta mejor.
– Le enviaré al infierno cuando me dé la gana y no cuando a usted le venga bien. ¿Se está riendo? -preguntó furiosa, levantando la cabeza para ver si estaba en lo cierto, porque habría jurado que había oído una nota delatora en su voz.
Si lo había hecho, se las arregló para borrar la evidencia antes de que ella pudiera verla.
– ¿Quién, yo? Jamás. Vamos, baje la cabeza -dijo, moviendo la mano hacia la parte de atrás de su cabeza, para aplicar una pequeña presión-. Acerqúese más.
¿Más cerca? La única forma de acercarse más a él era quitándose también la ropa. Se rindió a la insistencia de su mano, apretando una vez más la cara contra la calidez de su piel.
– Deje de reírse de mí. Odio eso y no funcionará.
– Nunca pensé que lo hiciera.
Maldito sea, seguía riéndose. Pensó en pellizcarlo, pero eso requeriría un enorme esfuerzo y estaba empezando a relajarse por completo. No deseaba otra cosa que estar allí acostada ante la perspectiva que se les presentaba, con la dolorida cabeza sobre la cálida almohada de su hombro.
No se atrevía a quedarse dormida. La oscuridad estaba acercándose a toda velocidad, y aún le quedaba mucho que hacer.
– Tengo que levantarme. Está oscureciendo…
– Nos queda casi una hora de luz diurna. Podemos permitirnos cinco minutos para que descanse y entre un poco en calor. He estado añadiendo nieve a la botella según se derretía, así que tenemos como medio litro de agua si necesita beber.
Vaya. No lo había visto moverse, pero había estado concentrada, así que eso no era sorprendente. Sacó la botella de debajo de las mantas. Pudo ver algunas minúsculas manchas oscuras de suciedad flotando en la nieve derretida, pero, francamente, le importaba un bledo. Tenía tanta sed que habría podido beber toda el agua, pero sólo se permitió tres sorbos, moviendo el maravilloso líquido en la boca hasta que se calentó antes de tragarlo.
– Está buena -dijo en un suspiro, volviendo a poner la tapa a la botella. Cam la devolvió a su sitio bajo la ropa, y de nuevo la atrajo hacia él.
Acurrucada fuertemente entre sus brazos, rodeada por su calor, Bailey dejó salir toda la tensión de sus músculos. Qué demonios; a pesar de que la había hecho enfadar, la dura realidad era que estaban juntos en esto. Enfrentados al frío brutal de una noche a gran altitud, podían sobrevivir juntos o morir separados. Era sólo una noche; al día siguiente serían rescatados. Se reuniría con Logan y Peaches, que en aquel momento estarían locos de preocupación, y quizá aún pudieran sumarse a la partida de rafting más abajo, en la ruta planeada. Medio dormida pensó que ahora el rafting en agua dulce le parecía algo suave después de haber sobrevivido a un accidente de avión. Había aventura; nada como una situación de vida o muerte para producir adrenalina.
Gradualmente, se percató de otra dura realidad.
Justice estaba medio muerto por la pérdida de sangre, tenía la cabeza abierta, e indudablemente tenía una conmoción. Había estado cerca de morir de hipotermia y sólo Dios sabía qué otras heridas tenía. Había pasado por todo eso… y el muy maldito tenía una erección.
Capítulo 13
– Mierda -dijo Bailey con tono de culpabilidad, exagerando sólo un poco-. Necesita orinar, ¿verdad? Lo siento, debería haber preguntado hace mucho.
Pasaron un par de segundos antes de que él dijera:
– Estoy bien, puedo esperar.
– Bueno, si está seguro de que…
– Estoy seguro. -Su tono era ligeramente enfadado.
No se permitió ni siquiera insinuar una sonrisa, porque tal y como estaba estaba con la cara apretada contra él habría notado moverse sus músculos faciales. Si a Justice se le había pasado por la cabeza tener una relación sexual -ella era la única persona disponible-, haber atribuido su erección a una función corporal y no a una de índole sexual seguramente le daría a entender que ella no estaba pensando en él en esos términos. En cualquier caso, no podía entender cómo en tales circunstancias se le podía pasar por la cabeza algo semejante, pero se había dado cuenta de que los hombres perdían la noción de la realidad cuando se trataba de su pene.
Sin embargo, ella tenía una fuerte noción de la realidad y sabía que estaban en una difícil situación. Aunque él no hubiera estado herido, ella no tenía tiempo ni espacio en su lista de tareas pendientes para implicarse en juegos. Y, además, siempre podía esgrimir la clásica excusa para negarse: tenía un dolor de cabeza real, y tan fuerte que lo único que la había mantenido activa había sido la urgente necesidad de hacer un refugio para pasar la noche.
Hablando de eso… A por ello, vamos, se dijo a sí misma, dejando a un lado sus quejas con respecto a su estado físico.
– Si está seguro de que no necesita orinar…
– Estoy seguro -bramó él. Ahora parecía definitivamente molesto.
– Entonces pongámonos en funcionamiento, capitán Justice.
Más de una hora después, se arrastró literalmente dentro del destartalado refugio junto a él y se derrumbó sobre los trozos de gomaespuma, que había cubierto con la manta térmica, basándose en la teoría de que el calor siempre ascendía, así que estarían más calientes acostados sobre la manta que debajo de ella. Le había parecido lógico, así que lo había puesto en práctica.
Justice estaba pálido a causa del agotamiento y el dolor cuando ella logró hacerle subir la pendiente. Recorrer esa corta distancia, avanzando centímetro a centímetro con enorme esfuerzo, había sido una pesadilla que los dejó temblorosos a los dos. Antes, con la ayuda de él, le había puesto ropa limpia. Había hecho varios viajes arriba y abajo de la pendiente, arrastrando las bolsas de ropa y otras provisiones, pero por fin todo había finalizado y había caído la noche.
Otra vez se encontró tiritando de frío, pero se las arregló para estirarse y arrastrar una de las bolsas de basura llenas más cerca hasta tapar la mayor parte de la abertura de entrada al refugio. Se quedaron acostados en la oscuridad total unos segundos, con el único sonido del áspero jadeo de la respiración de ella; entonces él encendió la linterna de ella. La pequeña luz arrojó sombras dentadas sobre su cara de huesos fuertes mientras se esforzaba por acercarse a Bailey, sin que su expresión revelara nada de lo que debía costarle ese movimiento.
Silenciosamente, la acurrucó en sus brazos de nuevo, para estar lo más cerca posible, y arregló los montones de ropa sobre los dos. Entonces apagó la luz para ahorrar pilas, y se quedaron allí juntos hasta que la respiración de ella fue menos dificultosa y ambos casi habían cesado de tiritar.
– Cuando le apetezca -dijo él con voz profunda y tranquilizadora en la total oscuridad que los rodeaba-, terminaremos ese Snickers y beberemos el resto del agua. Creo que a los dos nos vendrían bien un par de aspirinas también.
– Ajá. -Fue la única palabra que pudo articular Bailey. Estaba tan cansada que le dolía todo el cuerpo. Sí, tenía hambre, pero si tomar alimento requería moverse, entonces podía pasar sin comer. Los trozos de gomaespuma eran tan mullidos para su cuerpo maltratado como cualquier cama en la que hubiera dormido, y había algo profundamente reconfortante en estar acostada tan cerca de él que podía sentir su aliento agitándole el pelo y su pecho moverse mientras respiraba. Su aroma y su calor la envolvían. Apoyando la cabeza dolorida sobre su hombro, se durmió.