– Quizá lo intentó. Por lo que parece, también tenía problemas con la radio. No conozco ningún problema eléctrico que inutilice la radio y el transpondedor, pero un accidente de algún tipo…, quizá algo chocó contra el aparato.
– Si el avión se hubiese mantenido en el aire todo ese tiempo, Cam habría intentado un aterrizaje -dijo Bret optimista-. Estamos hablando de un tipo con nervios de acero que prácticamente nació con alas.
– Si algo golpeó al aparato, pudo resultar herido -dijo MaGuire-. La pasajera, la señora Wingate…, ¿era una persona histérica, totalmente inútil, o podría haber empuñado los mandos y evitado que el avión cayera en picado?
– Habría cogido el timón -dijo Karen inmediatamente. Como de costumbre, estaba ahí, escuchando cada palabra-. Y la radio. No se necesita ser un genio para manejar la radio. Pero estaba en el asiento de atrás; tendría que inclinarse sobre los asientos y estirarse por encima de Cam para agarrar el timón.
– Pudo haber ocurrido cualquier cosa allí arriba. Si, por ejemplo, perdieron el parabrisas, la fuerza del viento sería tremenda, pero no se puede disminuir la velocidad lo suficiente para contrarrestarlo, o uno se estrella. De todos modos probablemente no habría sabido cómo reducir la potencia. -MaGuire se encogió de hombros-. El caso es que algo fue mal en el avión. Podemos imaginarnos todas las situaciones posibles, pero, en realidad, no sabemos lo que pasó, sólo que ocurrió algo. Si tomamos el punto en el que se perdió la señal del transpondedor y estimamos la distancia que pudieron volar antes de que se recibiera la llamada de socorro, entonces se amplía el área de búsqueda a todo el Cañón del Infierno. Esa es una zona inmensa, y tiene el terreno más abrupto del país. Mis chicos están en el aire todo el día de sol a sol, pero esto va a llevar tiempo.
Bret había sido miembro de la Patrulla Aérea Civil, pero fue excluido de la búsqueda por varias razones, la más convincente de ellas era que J &L Executive Air Limo no había cerrado sus puertas cuando desapareció el avión de Cam. Todavía había un negocio que dirigir, y personas que dependían de ese negocio para vivir. No había volado el día anterior porque no había dormido nada, pero hoy tenía que hacerse cargo de un charter. Karen se opuso a que el negocio se detuviera, aunque tenía los ojos hinchados de llorar y de vez en cuando salía disparada al baño para entregarse de nuevo al llanto. Bret se encargaría del vuelo que ella había programado o respondería ante ella.
– Existe también la posibilidad de que el avión fuera manipulado -dijo Karen a MaGuire, lanzando una mirada desafiante a Bret. Se aferraba a esa teoría, independientemente de lo que él dijera. Él se pellizcó el puente de la nariz, agotado.
MaGuire pareció sobresaltarse.
– ¿Qué la impulsa a decir eso?
– El hijastro de la señora Wingate llamó el día antes, interesándose por ese vuelo. Nunca lo ha hecho antes. No se llevan bien, por decirlo de alguna forma. Ella controla todo el dinero y él no lo acepta.
Rascándose la mejilla, MaGuire miró a Bret.
– Eso es interesante, pero por sí solo no significa nada. ¿Pudo tener el hijastro acceso al avión y habría sabido cómo sabotear un aparato para que no pudiera ser detectado?
– Tiene algunos conocimientos sobre aviones -dijo Bret-. Ha recibido algunas clases de vuelo, creo. Pero si podría saber lo suficiente o no… -Se encogió de hombros.
– Pudo haber contratado a alguien -interrumpió Karen con irritación-. No he dicho que tuviera que hacerlo él mismo.
– Cierto -admitió MaGuire-. ¿Y con respecto al acceso al aparato?
Bret se frotó la cara con la mano.
– Este es un campo de aviación pequeño. Fundamentalmente presta servicios de vuelos privados y a nuestra compañía charter. Hay una cerca alrededor y cámaras de vigilancia, pero nada parecido a lo que puede haber en un aeropuerto comercial.
MaGuire se dirigió a la ventana y miró hacia fuera con las manos en los bolsillos.
– No quiero pensar que alguien haya jugado sucio, y he de decir que en todos los años que llevo haciendo esto jamás he visto nada que me haya hecho pensar que un avión hubiera sido saboteado deliberadamente. Mientras que nadie presente alguna prueba de que ha habido manipulación, no veo la necesidad de preocuparnos por ello. Por otra parte, siempre es bueno pensar en la seguridad. ¿Hay alguien aquí las veinticuatro horas del día?
Bret le lanzó una mirada a Karen. Había entrecerrado los ojos y tenía un aspecto beligerante, pero no dijo nada. Imaginó que si MaGuire trabajara allí, su correo personal desaparecería durante el próximo milenio.
– A veces, pero depende. Los mecánicos en ocasiones trabajan hasta tarde, y nosotros podemos tener programado algún vuelo de madrugada. Puede aterrizar o despegar un avión privado. Pero no hay nada establecido que siga un patrón fijo.
– Si puede aparecer alguien en cualquier momento, resultaría difícil planear algo semejante. En ausencia de, digamos, un agujero en la cerca o un allanamiento aquí, en la terminal, no creo que debamos continuar con esta línea de investigación. Será mejor que nos concentremos en los recursos de que disponemos para localizar el lugar del accidente.
Esa era la respuesta correcta de un hombre que había tenido que tomar decisiones difíciles antes, pero a Karen no le gustaba que tiraran por tierra su teoría. Había aceptado que Cam estaba muerto, pero todavía no estaba dispuesta a admitir que no había nadie a quien culpar por ello.
– Bien, escondan la cabeza en la arena, como el avestruz -dijo de forma cortante, y salió airadamente de la oficina de Bret.
Bret suspiró y se dejó caer pesadamente en su silla.
– Discúlpela -murmuró-. Le cuesta trabajo aceptar esta situación. A los dos nos cuesta, supongo. He sacado todos los archivos de servicios e informes de reparación del Skylane, y el mecánico y yo los hemos revisado buscando algo, cualquier cosa que pudiera indicar qué pudo haber salido mal. Resulta duro no saber lo que ocurrió.
– Lo siento -dijo MaGuire-. Ojalá pudiera hacer más. Estos casos en que sabemos que se han ido, pero no podemos encontrarlos, son los más difíciles de controlar. La gente necesita saber. En un sentido o en otro, necesitan saber.
– Sí -dijo Bret con pesadumbre.
Como impulsado por algo, cogió el archivo del Skylane y lo abrió de nuevo, hojeando cada copia de los informes de mantenimiento, los recibos de combustible, los mil papeles que se requerían para cada aparato. Karen lo tenía todo en el ordenador, con copia de seguridad en una base de datos en línea, pero hacía ya tiempo habían perdido todos sus archivos por culpa de un lamentable problema informático y rellenar los formularios de Hacienda había sido una pesadilla. Desde entonces mantenían también un archivo en papel, independientemente de lo anticuado que resultara. Bret y Dennis habían comparado incluso cada informe con el archivo del ordenador para ver si habían pasado algo por alto o se había introducido algún dato incorrectamente. Pero sobre eso no habían dicho ni una palabra a Karen, porque les habría arrancado la cabeza por sugerir que podía haber cometido un error.
MaGuire lo miraba con gesto condescendiente, sabiendo lo difícil que era aceptar que a veces las tragedias sencillamente ocurrían, sin razón aparente.
De repente, Bret se puso tenso y volvió al principio del archivo. MaGuire frunció el entrecejo, interpretando su lenguaje corporal, y se acercó a él.
– No me diga que ha encontrado algo.
– No lo sé -dijo Bret-. Quizá he leído mal. -Era la factura de combustible de esa mañana. Hojeó el archivo de nuevo, sacó el papel que ocupaba el tercer lugar y se quedó mirándolo-. ¡Esto está mal! -exclamó de forma impetuosa-. ¡Esto está rematadamente mal!
– ¿Qué?
– ¡Esto! Mire la cantidad de litros introducidos. No es posible.
MaGuire miró la factura de combustible.
– Ciento cincuenta litros.