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Cam ya estaba haciendo los preparativos, apartando la nieve y cavando un hoyo poco profundo. Bailey dejó caer la mochila de sus hombros y fue a buscar leña. No podía recoger mucha de una vez, porque tenía que dejar una mano libre para mantener el equilibrio y trepar; en uno de los viajes de vuelta se fijó en que él había cavado tres hoyos.

– ¿Por qué has hecho tres agujeros?

– Hay una señal universal de socorro: tres sonidos de silbato, tres hogueras, tres montones de piedras… utilices lo que utilices, tienen que ser tres elementos.

– Lo que he aprendido en estas vacaciones -dijo ella con ironía, y volvió a su tarea. En términos prácticos, hacer tres hogueras significaba que tenía que recoger el triple de leña. ¡Qué bien!

Con la leña en los tres agujeros y papel y virutas de corteza como yesca, Cam prendió fuego otra vez usando la batería. Hicieron crecer la llama con precaución, alimentándola hasta que la madera empezó a arder; después usaron un palo para llevar el fuego a las otras dos hogueras. Al poco rato, las tres estaban ardiendo con llamas altas, pero no parecían producir mucho humo. Ella quería enormes nubes de humo, una columna de un kilómetro de alto.

Cam estaba pensando lo mismo, evidentemente, porque echó leña verde a las tres hogueras. El humo que al poco tiempo empezó a elevarse resultó más gratificante.

– Ahora, a esperar -dijo él, rodeándola con el brazo y acercándola para darle un beso lento y profundo. Bailey se recostó contra él, demasiado agotada para hacer mucho más que simplemente ponerle los brazos en torno a la cintura.

Cam bajó las bolsas de ropa del trineo y las puso una al lado de la otra. Golpeando con los puños el contenido para acomodarlo de la forma adecuada, las bolsas hicieron más o menos las veces de sillones. Ambos se hundieron agradecidos en sus improvisados asientos. Durante unos minutos no pronunciaron ni una palabra, dedicándose a recuperar las pocas fuerzas que les quedaban. Cuando él habló, ella se quedó sorprendida por el derrotero que habían tomado sus pensamientos.

– Cuando volvamos -dijo-, no te atrevas a escaparte de mí.

No podía negar que aquella idea se le había ocurrido varias veces desde que se había dado cuenta de lo importante que Cam se estaba volviendo para ella. Sin embargo, cuando le entró verdadero pánico fue cuando supo que era demasiado tarde para escapar.

– No lo haré -dijo ella escuetamente, volviendo la cabeza para sonreírle. Le tendió la mano. Él la tomó, entrelazando sus dedos en los de ella y levantando la mano para apoyarla en la mejilla.

Justo antes de la puesta del sol -todavía estaban sentados en sus sillones de bolsas de basura mirando las montañas como dos turistas-, oyeron el ruido característico de las hélices de un helicóptero. Cam se puso de pie y agitó las manos cuando el aparato apareció ante sus ojos. Éste descendió en picado hacia ellos, como una polilla hacia las tres llamas.

Capítulo 33

El helicóptero planeó sobre ellos, tan cerca que el aire producido por las hélices los azotó, y Bailey pudo ver las gafas de sol que llevaba puestas el piloto. Junto a él había otro hombre; ambos parecían llevar una especie de uniforme, así que ella supuso que pertenecían al Servicio Forestal. No había sitio para que aterrizara, pero lo que importaba era que ahora alguien sabía dónde estaban y enviarían ayuda…, esperaba que lo más pronto posible. No habían construido un refugio, pero si era necesario pasarían la noche sentados junto al fuego para mantenerse calientes.

De todos modos, a ella le dolían tanto los huesos que no creía que hubiera podido ayudar a hacer un refugio. Ni siquiera consiguió ponerse en pie para hacer señas al helicóptero, a pesar de la emoción del rescate inminente, o relativamente inminente, dependiendo del tiempo que le llevara al equipo llegar hasta ellos.

Cam estaba haciendo unas señales con las manos al piloto.

– Dile que consiga unos sacos de dormir y nos los tire -le dijo ella-. Y un par de termos de café. Y una docena de donuts. Ah, y sería de agradecer un radio-transmisor. -La fatiga estaba haciendo que se sintiera mareada, pero no le importaba.

El helicóptero se escoró alejándose de la montaña y volvió al lugar de donde había venido. Ella suspiró mientras lo veía alejarse. De alguna forma, aquello era como un anticlimax.

Cam estaba riéndose cuando se sentó a su lado.

– Las señales hechas con las manos no llegan a ese tipo de detalles.

– ¿Qué les has dicho?

– Que somos dos y que tenemos movilidad, lo que significa que un equipo de rescate no debería arriesgar su vida hoy tratando de llegar a nosotros. Y que llevamos aquí cinco días.

Ella estiró las piernas y cruzó los tobillos. Aquello era casi como sentarse en el porche para admirar el paisaje -que era espectacular-, pero en lugar de un porche se encontraba en la escarpada ladera de una montaña, con un acantilado vertical a la izquierda, no muy lejos.

– Tal vez debiéramos prepararnos para el anochecer. Recoger más leña, hacer un refugio, ese tipo de cosas.

Cam se giró para mirarla y se inclinó hacia delante para apoyar los codos en las rodillas de ella mientras observaba su rostro, leyendo el agotamiento total que reflejaba. Estirándose, le cogió la mano.

– Yo recogeré más leña, pero no me siento capaz de hacer un refugio. Aquí hace más calor, sin el viento. Esta noche nos abrazaremos junto al fuego.

– Bien. Puedo soportar eso de abrazarme. -Parecía melancólica-. Supongo que no había forma de decirles nuestros nombres para que pudieran informar a nuestras familias.

Cam negó con la cabeza.

– No me he permitido pensar en mi familia -dijo tras un instante-. Sé que están pasando por un infierno, pero concentrarse en permanecer vivos parecía más importante. Con toda probabilidad se hallarán en el centro de operaciones de rescate, esté donde esté, porque no ha habido ninguna búsqueda que se aproximara a nosotros en ninguna parte. -Hizo una pausa, después dijo con brusquedad-: Necesito verlos.

Ella se dio cuenta de que había pensado en Logan y Peaches, en cómo debían sentirse, lo preocupados que debían estar, pero, honradamente, no había tenido un solo pensamiento para el resto de su familia, o el interés que, incluso sus padres, podían mostrar por ella. Su madre tal vez derramara una lágrima o dos, quizá utilizaría su sarta de desgracias para buscar compasión, pero ¿esperar en el centro de rescate a que se encontrara el cadáver de su hija? Eso no sucedería. Y su padre no desperdiciaría ni una lágrima. Ya había demostrado hacía años que sus tres hijos estaban fuera de su radar. Cam era afortunado por contar con una familia, y por saber sin ninguna duda que estarían esperándole.

– Por el bien de tu madre -le dijo-, espero que tengas ocasión de ducharte antes de que te vea. También necesitas ropa. Y ponerte una venda en esa herida, porque créeme, tiene que estar segura de que estás bien antes de verte. -Lo examinó a la luz de las hogueras, que destellaban con fuerza. Su barba de cinco días estaba desaliñada y los profundos hematomas bajo sus ojos se estaban convirtiendo en feos cardenales de color amarillo purpúreo. Los numerosos arañazos ya tenían costra y se estaban curando. Y luego estaba ese horrible corte que le cruzaba la frente; no podía asegurar si sus torpes puntos habían mejorado o no aquel costurón. Empezó a reírse por lo bajo-. Tienes un aspecto horrible.

Él sonrió ampliamente mientras daba una rápida respuesta.

– Tú también tienes mal aspecto -dijo con un tono provocador en su voz profunda-. Como si hubieras tenido un accidente de avión y llevaras viviendo en el monte cinco días. El ojo morado es el detalle final. Por lo menos ya sabes con seguridad que no me he enamorado de ti por tu apariencia física.