– Sí. Pensé que si era yo el que hacía esa observación, nadie sospecharía que había provocado el accidente. -Bret se pasó las manos por la cara, después se enfrentó a la mirada de Cam-. ¿Y ahora qué? -preguntó, poniéndose de pie-. Cuando creí que estabas muerto, que te había asesinado, hice lo que pude para cubrirme las espaldas. Pero tú eres un piloto demasiado bueno para morir fácilmente, ¿verdad? No sabía si reírme o llorar cuando recibimos la noticia. Supongo que hice las dos cosas. Pero estaré de acuerdo con la forma en que quieras llevar este asunto. Me entregaré, si eso es lo que quieres.
– Eso es lo que quiero. -Cam no se doblegaba. No había forma de echarse atrás, no dejaría que los años de amistad y los buenos tiempos lo ablandaran, porque algunos caminos sencillamente no pueden volverse a recorrer-. Intento de asesinato, fraude al seguro… Pagarás en la cárcel durante algún tiempo.
– Sí. Si no me liquidan antes. Pero ya da lo mismo. -Bret tenía el aspecto de un hombre que nunca se perdonaría a sí mismo. Eso era bueno para Cam, porque él tampoco le perdonaría nunca.
– Hay algo más -dijo.
– ¿Qué? -preguntó Bret.
Cam le dio un puñetazo en la cara con tanta fuerza como pudo, poniendo en él toda la rabia que había ido conteniendo. La cabeza de Bret se movió con un chasquido y su cuerpo se estrelló contra la silla, volcándola junto a la papelera. Terminó tirado en el suelo en medio de la basura esparcida.
– Eso es por haber intentado matar a Bailey también -dijo Cam.
De todas las personas que Bailey esperaba ver ese día, Seth Wingate no era precisamente una de ellas. Pero allí estaba, de pie en el umbral de la casa de su padre justo antes de la medianoche.
Ella estaba haciendo la maleta, o más bien estaba buscando los pocos objetos personales que le quedaban en la casa, porque Tamzin había vaciado el armario de Bailey y había tirado su ropa, y todo aquello que sabía con seguridad que pertenecía a Bailey. También había destrozado la casa. Bailey se encontraba tan furiosa que estaba barajando la idea de llamar a la policía, pero se estaba dando tiempo para tranquilizarse antes de hacerlo.
Las últimas horas habían sido un auténtico cataclismo. Todavía le costaba aceptar que Bret hubiera intentado matar a su socio a causa del dinero del seguro, y si a ella le costaba pensar en ello, podía imaginarse lo duro que era para Cam. Bret parecía abrumado por la culpa, pero eso no cambiaba los hechos. MaGuire se había ocupado de todo, aunque se había quedado tan conmocionado como los demás. Bret había ido voluntariamente con MaGuire a la policía para entregarse. Pero los aspectos legales que implicaba deshacer la sociedad y la posibilidad o no de continuidad de Executive Air Limo estaban aún en el aire. Si sobrevivía sería simplemente como Executive Air Limo, porque ya no habría J &L.
Bailey tenía algunas ideas sobre eso, pero, por otra parte, quería pensarlo más a fondo. También tenía que reconsiderar su decisión sobre la administración de los fideicomisos, ahora que sabía que Seth no había sido el que había tratado de matarlos. Por otra parte, cuando descubrió lo que Tamzin había hecho le entraron ganas de cometer un asesinato y desentenderse de ambos. La única decisión que no había cambiado era que no quería pasar otra noche en aquella casa que no era suya.
Logan y Peaches la acompañaban, al igual que Cam. Habían venido a ayudarla a hacer las maletas, pero quedaba muy poco de sus pertenencias. Cam también estaba lívido de ira, pero tanto Logan como Cam se controlaban. Peaches era la única que parecía al borde de un serio ataque de nervios, y Logan la estaba vigilando mientras se movía furiosa de una habitación a otra.
Ahora Seth estaba allí, y aunque sabía que no había tratado de matarla, no le apetecía lidiar con él en ese momento. Abrió la puerta de un tirón y se quedó plantada en la entrada, sin invitarlo a entrar. Detrás de ella, oyó a Cam, que se acercaba y se ponía a su lado.
Pero Seth no hizo ningún intento de entrar. A pesar de que habitualmente a aquella hora ya debería haber estado en su segundo o tercer bar, no tenía aspecto de venir borracho. De hecho parecía sobrio, lo cual la asombró. Iba vestido de un modo sencillo, con pantalones y un jersey, su pelo negro estaba bien cortado y peinado y su aspecto era inexpresivo.
– Mucha gente cree que yo causé el accidente -dijo con brusquedad-. Sólo quería decirte que no lo hice.
– Ya lo sé -dijo ella, tan sorprendida que casi no podía hablar.
En los ojos de él también se vislumbró un brillo de sorpresa. Vaciló y después se dio la vuelta para irse. Bailey empezó a cerrar la puerta, pero se detuvo porque él también lo hizo antes de descender el primer peldaño. Se giró.
– ¿Quién lo hizo? -preguntó. Bailey podía percibir que odiaba tener que hablar con ella, pero quería saber-. ¿Fue Tamzin?
¿Tamzin? Tamzin era malintencionada y mezquina, pero no tenía la suficiente capacidad organizativa para hacer algo así.
– No, fue el socio de Cam.
– ¿Bret? -Seth se quedó desconcertado-. ¿Estás segura?
– Estamos seguros. Ha confesado -intervino Cam.
– Hijo de puta -murmuró Seth. Una sonrisa sin alegría se dibujó en sus labios-. Supongo que Tamzin y yo nos parecemos más de lo que creía. Ella supuso que lo había hecho yo. Yo creía que lo había hecho ella. -Respiró profundamente-. Mereces oír esto: entré en crisis cuando me di cuenta de que mi hermana automáticamente supuso que yo era un asesino. Me miré a fondo y no me gustó lo que vi. -Se cruzó con la mirada sorprendida de Bailey y soltó una carcajada triste-. He empezado a trabajar en el Grupo Wingate. En el departamento de la correspondencia. Grant quiere ver si puedo aguantar.
Bailey se agarró con fuerza a la puerta. Tuvo que hacerlo, o sus rodillas se le habrían doblado por la conmoción. No sabía qué decir, así que farfulló:
– Voy a entregar la administración del fideicomiso a otra persona, probablemente a un funcionario del banco. -No podía creer que Seth, entre todas las personas posibles… ¿Jim había estado en lo cierto con respecto a Seth, después de todo?
Seth tensó su mandíbula y fulminó a Bailey con la mirada.
– No lo hagas -dijo secamente-. Quiero que continúes haciéndolo tú. Si otro lo hace, no podré odiarlo tanto, y te necesito ahí como motivación. Ese era el plan de papá, ¿verdad? Me lo imaginé. Pensó que odiaría que controlaras mi dinero y que te odiaría tanto que haría lo posible para enderezar mi vida. Tenía razón, el muy maldito. Siempre tenía razón. Probablemente te dijo que valoraras tú, siguiendo tu criterio, cuándo debías devolverme el control, ¿verdad?
Ella no pudo hacer nada más que asentir con la cabeza.
Seth torció la boca.
– Confiaba en ti, y nadie calaba tan bien a las personas como mi padre. Así que voy a confiar en él, voy a confiar en que sabía lo que estaba haciendo. Sigue administrando los fondos para que yo pueda demostrar que no tienes razón. Un día me darás el control, entonces saldrás de mi vida y no tendré que volver a verte.
– Estoy deseando que llegue esa fecha -dijo ella sinceramente.
Seth fijó la vista más allá de ella y Cam, hacia el vestíbulo. Frunció el entrecejo cuando se dio cuenta de los daños, los cristales rotos, las paredes destrozadas.
– ¿Qué demonios ha sucedido aquí?
– Tamzin -gruñó Cam.
– Denunciadla y que la detengan -dijo Seth fríamente, después dio media vuelta y bajó los peldaños, desapareciendo en la oscuridad.
Cam apartó la mano de Bailey de la puerta y la cerró; después la atrajo hacia él.
– Vámonos -dijo, besándola en la boca cuando levantó la vista hacia él-. Ya no tienes nada que hacer aquí. De ahora en adelante vas a vivir conmigo.
Bailey sonrió, pasando las yemas de los dedos sobre los cardenales de su cara. Ya no sentía ninguna angustia con respecto a esa decisión.