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Salettl se detuvo y cogió un vaso de agua. Bebió un trago, dejó el vaso en su lugar y se volvió a la cámara.

– En 1946 fui juzgado en Nuremberg, acusado del crimen de haber preparado y ejecutado actos de guerra violentos. Fui absuelto de las acusaciones y me trasladé a Austria, donde ejercí la medicina general hasta mi jubilación, a la edad de setenta años. Al menos así parecía. En realidad seguí trabajando como ministro del Reich, a pesar de que éste oficialmente había dejado de existir.

»En 1938, Martin Bormann era secretario de Hitler, y más tarde fue diputado del Führer. Al igual que Hitler, Bormann era partidario de la idea de que Dios sólo ayuda a las naciones que no se dan por vencidas y se ocupó precisamente de eso, a saber, de preservar el Tercer Reich. Con ese fin creó un programa y diseñó los medios para llevarlo a cabo.

»Todo comenzó con una proyección del futuro muy elaborada y sumamente detallada en términos socioeconómicos y políticos. Bormann reunió a una amplia gama de expertos, a quienes se les explicó poco o nada del proyecto para el que trabajaban, y en un plazo de dos años logró esbozar un cuadro especulativo de la situación mundial desde 1940 hasta el año 2000, aunque en términos retrospectivos, dicha proyección se ajusta bastante a la realidad.

»Sin entrar en detalles, diré simplemente que el estudio preveía la derrota del Tercer Reich a manos de los aliados y la separación de Alemania. Predecía el auge de las superpotencias, es decir, Estados Unidos y la Unión Soviética, junto a la inevitable "guerra fría" y la carrera armamentista que originaría. También contemplaba el poderío económico de Japón, potenciado por una demanda mundial de automóviles y de tecnología avanzada. Se incluían en el estudio cuatro elementos de primer orden que se producirían a lo largo de cinco décadas: el resurgimiento de Alemania occidental hasta convertirse en la potencia económica e industrial más sólida de Occidente; el reconocimiento de la necesidad de integración entre los países europeos; la reunificación de Alemania y, en último lugar, se vaticinaba que la carrera armamentista conduciría a la quiebra de la Unión Soviética, lo cual ocasionaría la ruptura de todo el bloque soviético. En el marco de estas sombrías predicciones, muy simplificadas en esta exposición, plantamos las semillas para la conservación en secreto del Tercer Reich.

»Una organización clandestina (que no adquirió nombre y a la que pertenecen personajes de todos los países del mundo) fue creada por un puñado de empresarios alemanes ricos y poderosos, patriotas y expatriados por igual, consagrados a la causa del nazismo pero nunca abiertamente conocidos por ello. Con los años, la organización creció y sus miembros fueron seleccionados con métodos rigurosos.

»A1 principio, el movimiento tenía que crecer lentamente, como una pequeña corriente en el interior de la derecha alemana. La palabra clave era nacionalismo. Jamás se pronunciaron términos como Reich, ario o nazi. Nuestra tarea debía llevarse a cabo sin aspavientos y fríamente calculada, impulsada por enormes riquezas y por la influencia popular de todo el espectro de la sociedad alemana, de derecha a izquierda, desde los más viejos hasta la vibrante juventud, abarcando a empresarios e intelectuales, a marginados, analfabetos y parados. Luego, con la reunificación de Alemania, el rumor se extendería, sería más distintivo y estallaría la confusión que nacería de dicha reunificación, entre el poderío de Alemania occidental y las carencias del antiguo Este comunista. Un creciente clima de desconfianza e irritación sería alimentado por una ola masiva de inmigrantes provenientes de las ruinas del antiguo bloque soviético.

»No sólo Alemania estaba implicada. Durante todos estos años, hemos trabajado en secreto con movimientos afines en los gobiernos establecidos de la Comunidad Europea. En Francia nacerían los primeros ecos. En otros países, donde también habíamos sembrado, despertarían siguiendo nuestras instrucciones.

«Iniciamos nuestro propio y ambicioso programa tecnológico para demostrar lo que éramos capaces de lograr como líderes, primero para unirnos entre nosotros y, más tarde, en el momento preciso en que decidiéramos anunciarlo, para unir al mundo entero.

«Durante la guerra construimos las instalaciones de medicina experimental ocultas bajo la ciudad de Berlín. Estructuralmente a salvo de los bombardeos aliados, lo llamamos "El Jardín". Fue allí, en Das Garten, donde decidimos desarrollar nuestro potencial. El programa recibió el nombre secreto de Ubermorgen, "la Aurora del Nuevo Día", símbolo del día en que el Reich renacería como una potencia mundial terrible y dominante. Esta vez, nuestro poderío sería económico y sólo usaríamos el poder militar como una fuerza de vigilancia policial.

De pronto, Osborn detuvo la cinta. El corazón le latía con fuerza. Se sentía mareado, como si estuviera a punto de desmayarse. Empezó a respirar profundamente, luego se levantó y caminó por la habitación. Se dio la vuelta y miró el televisor, como si el aparato le estuviera gastando una especie de broma. Pero sólo vio la pantalla gris y la luz roja de la señal del vídeo.

Ubermorgen! «¡La Aurora del Nuevo Día!»

Las palabras de Salettl quedaron suspendidas como humo ácido en un pensamiento fugaz. ¡No era posible! ¡No podía ser posible! Tenía que haberlo entendido mal. Salettl tenía que referirse a otra cuestión. Volvió a sentarse y cogió el mando a distancia. Lo orientó hacia el vídeo y pulsó «rewind». La máquina zumbó y Osborn pulsó casi inmediatamente el «stop». Respiró hondo y apretó «play».

– … das Garten donde decidimos desarrollar nuestro potencial -repitió Salettl, revivido-. El programa recibió el nombre secreto de Übermorgen, «la Aurora del Nuevo Día».

Osborn deslizó el dedo y la imagen se congeló.

Volvió a pensar en el Jungfrau. Vio a Von Holden por encima de él, con la pistola automática. Se oyó a sí mismo preguntando por la causa de la muerte de su padre. Recordó la respuesta de Von Holden.

– Übermorgen! ¡La Aurora del Nuevo Día!

Si eso había sido un sueño, una alucinación, ¿cómo era posible que conociera la palabra? Según reconocía Salettl, era un término «top secret», sólo sabido por, la Organización y celosamente guardado. La respuesta era, por lo tanto, que no podía reconocer aquella palabra. A menos que Von Holden se lo hubiera dicho. Y para que hubiera sucedido eso, Osborn tendría que haber vivido una especie de viaje astral.

Remmer contaba que lo habían encontrado los perros. Y él había visto a Vera en la estación después de que lo rescataran. Y, sin embargo, en sueño o en realidad, estaba seguro de que Vera había estado en la montaña. ¿Era posible que hubiese salido y regresado antes de que llegara la policía? Y aunque así fuera, ¿cómo habría encontrado a Von Holden? Osborn tenía la cabeza hecha un lío. ¿Era posible? Pulsó el «replay» y volvió a ver a Salettl, y otra vez, y otra. Übermorgen era el secreto más celosamente guardado de la Organización y lo había sido durante cincuenta años. ¿Cómo podía saberlo él si Von Holden no se lo había dicho?

Cuanto más lo pensaba, más reales se volvían los recuerdos y más lejos quedaba el sueño.

Descorazonado, Osborn miró la pantalla. Pulsó «play» y Salettl volvió a su discurso.

– Nos propusimos simbolizar el renacimiento del Reich mediante nuestra propia manipulación de los procesos vitales -continuaba-. Hacía años que existían técnicas de trasplantes de órganos humanos. Pero nadie había trasplantado una cabeza humana. Nos propusimos llevarlo a cabo y finalmente lo logramos.