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Alguien acaba de subir las apuestas en este jueguecito.

El ghemoficial de mayor rango de la habitaciуn estaba girando a su alrededor. A pesar de que el maquillaje facial convertнa la expresiуn de ese hombre en una mбscara, tenнa la sonrisa dura, la mirada de quien se ve obligado a mostrarse amable con una persona a quien preferirнa aporrear contra el suelo.

— Lord Vorkosigan, podrнa usted volver a su puesto, por favor?

— Sн, claro, claro… Quiйn era ese pobre tipo?

El ghemcomandante lo azuzу hacia la fila de delegados con movimientos de cabeza — no era tonto y, por supuesto, no lo tocу— y Miles se dejу guiar en la direcciуn correcta. Agradecido, airado y ruborizado, el hombre estaba tan confundido que le contestу sin darse cuenta:

— Es Ba Lura, del mбs alto rango de servidores de la Seсora Celestial. La sirviу durante mбs de sesenta aсos… Por lo visto quiso seguirla y servirla tambiйn en la muerte. Un gesto desmesurado, falto de tacto… hacerlo aquн… — El ghemcomandante llevу a Miles cerca de la lнnea de delegados, detenida otra vez, como para que el largo brazo de Ivan lo alcanzara y lo empujara hacia la lнnea y la puerta con un puсo firme en la mitad de la espalda.

— Quй diablos estб pasando aquн? — siseу con la cabeza inclinada hacia Miles, desde atrбs.

Y dуnde estaba usted cuando ocurriу el asesinato, lord Vorkosigan? Excepto que no parecнa un asesinato, realmente parecнa un suicidio. Un suicidio algo tosco. Y cometido hacнa menos de treinta minutos. Calculу que se habнa producido mientras йl hablaba con la misteriosa burbuja blanca, que tal vez era haut Rian Degtiar, o tal vez no. Cуmo podнa saberlo desde fuera? El corredor parecнa dar vueltas ante sus ojos, pero Miles supuso que eran sуlo imaginaciones suyas.

— No deberнa usted haberse salido de la fila, milord — lo reprendiу Vorob'yev con severidad-. Ah… ha descubierto algo?

Miles empezу a sonreнrse, pero se contuvo.

— Uno de los sirvientes de la fallecida emperatriz viuda, un ba, se acaba de degollar a los pies del fйretro. No sй si entre los cetagandanos son habituales este tipo de sacrificios humanos. No me refiero a nada oficial, por supuesto…

Los labios de Vorob'yev se curvaron en un silbido silencioso, luego esbozу una sonrisa instantбnea que desapareciу enseguida.

— Quй embarazoso para ellos… — ronroneу-. Van a tener que esforzarse bastante para salvar esta ceremonia del desastre. Interesante…

Sн. Y si esa criatura era tan fiel, por quй decidiу hacer algo tan embarazoso para sus amos? Sin duda sabнa que iba a ser todo un problema… Venganza pуstuma? Sin duda es la manera mбs segura de vengarse en el caso de los cetagandanos… eso tengo que admitirlo.

Para cuando finalizу la interminable caminata alrededor de las torres centrales hasta el Pabellуn del Este, las piernas de Miles lo estaban matando. En un vestнbulo enorme, los cientos de delegados de la galaxia se acomodaron ante varias mesas, guiados por un ejйrcito de servidores, que se movнa un poquito mбs rбpido de lo que hubiera exigido la dignidad mбs correcta. Como algunos de los presentes funerarios que traнan los otros delegados eran todavнa mбs grandes que la caja de madera de alerce de Barrayar, el proceso de sentarse se prolongу y fue mucho mбs incуmodo y difнcil que lo esperado. Hubo mucha gente que se puso de pie de nuevo para volver a acomodarse, lo cual evidentemente desesperaba a los servidores. En algъn lugar de las entraсas mбs profundas del edificio, Miles se imaginу a un escuadrуn de cocineros sudorosos de Cetaganda con la boca llena de insultos coloridos y obscenos en su propio idioma.

Miles vio a la delegaciуn vervani bastante mбs lejos, en otra mesa. Aprovechу la confusiуn para alejarse de la silla asignada, dar vuelta alrededor de varias mesas y tratar de hablar con Mia Maz.

Se puso de pie a su lado y sonriу, nervioso:

— Buenas tardes, milady Maz. Tengo que hablar…

— ЎLord Vorkosigan! Tratй de ponerme en contacto con usted… — Redujeron al mнnimo los saludos.

— Usted primero. — Se acercу para oнrla mejor.

— Tratй de llamarlo a la embajada, pero usted ya habнa salido. Quй diablos pasу en esa rotonda? Lo sabe usted? Que los cetagandanos alteren una ceremonia de esta magnitud en plena… Inaudito.

— No tuvieron mбs remedio. Bueno, supongo que podнan haber ignorado el cadбver y seguir dando vueltas alrededor del muerto. Personalmente, opino que hubiera sido mucho mбs impresionante, pero evidentemente decidieron limpiar primero. — Miles repitiу lo que ya empezaba a calificar como «versiуn oficial» del suicidio de Ba Lura. Todos los que alcanzaban a oнr sus palabras prestaban la mбxima atenciуn. Y bueno, los rumores se difundirнan muy pronto, no dependнa de йl detenerlos despuйs de todo-. Tuvo usted йxito en la bъsqueda que le encarguй anoche? — siguiу diciendo Miles-. Yo… no creo que йste sea el lugar, ni el momento para discutirlo, pero…

— Sн. Y sн — dijo Maz.

Ni siquiera en una transmisiуn de holovideo en un canal de este planeta, pensу Miles. Aunque juren que es un canal seguro.

— Podrнa usted venir a la embajada de Barrayar? A tomar… un tй, o algo… Cuando terminemos aquн.

— Creo que eso serнa muy apropiado — asintiу Maz. Le dirigiу una intensa mirada llena de curiosidad.

— Necesito que me dй clases de etiqueta — agregу Miles, pensando en los vecinos curiosos.

Los ojos de Maz brillaron con algo que tal vez era un gesto de diversiуn contenida.

— Eso me han dicho, milord — murmurу.

— Quiйn…? — Se ahogу йl sin terminar la pregunta. Vorob'yev, me temo-. Adiуs — terminу diciendo para no meter la pata, palmeу la mesa con alegrнa y retrocediу de vuelta a su lugar.

Vorob'yev observу cуmo se sentaba con una peligrosa mirada que sugerнa la intenciуn de apretarle las clavijas a su joven e inquieto enviado, pero no hizo ningъn comentario en voz alta.

Para cuando los invitados lograron deglutir unos veinte platos de pequeсas delicias, que compensaban en nъmero lo que les faltaba en cantidad, los cetagandanos se habнan reorganizado. Por lo visto el mayordomo de los hautlores era uno de esos comandantes cuya eficiencia aumenta cuando estбn en retirada, porque consiguiу que todo el mundo marchara en perfecto orden de importancia aunque la fila avanzaba en direcciуn contraria a la original. Uno tenнa la sensaciуn de que el mayordomo tambiйn acabarнa suicidбndose — en el lugar correcto y con la ceremonia correspondiente, por supuesto, no con la irresponsabilidad que habнa demostrado Ba Lura.

Miles colocу la caja de madera de alerce sobre el suelo de malaquita en la segunda vuelta de la creciente espiral de regalos, a un metro de distancia de donde Ba Lura habнa entregado su vida en un arroyo de sangre. El suelo pulido, perfecto, sin una marca, ni siquiera mostraba restos de humedad. Habrнan tenido tiempo de hacer un rastreo forense los de Seguridad cetagandana antes de limpiar? O mбs bien alguien habнa llevado a cabo una rбpida destrucciуn de pruebas mбs sutiles? Mierda, ojalб me encargara del caso.

Al otro lado del Pabellуn del Este esperaban las plataformas flotantes blancas que llevarнan a los emisarios a las puertas del Jardнn Celestial. La ceremonia no habнa sufrido ni una hora de retraso, pero el sentido del tiempo de Miles se habнa alterado desde que sintiу que Xanadъ era el Paнs de las Maravillas. Le parecнa que dentro de la cъpula habнan pasado mбs de cien aсos, aunque en el mundo exterior sуlo hubiera transcurrido una maсana de primavera. Hizo una mueca de dolor cuando la luz brillante de la tarde lo deslumbrу. El conductor sargento de Vorob'yev condujo el vehнculo de superficie de la embajada hasta el punto de encuentro. Miles se dejу caer en el asiento, agradecido.

Creo que cuando volvamos a casa, tendrй que cortar esta mierda de botas para sacбrmelas.

4

— Tira — dijo Miles y apretу los dientes.

Ivan tomу la bota por el talуn y la caсa, apoyу la rodilla contra el costado de la cama de Miles y dio un tirуn dubitativo.

— ЎAuuu!

Ivan se detuvo.

— Te duele?

— Sн, vamos, vamos, sigue, mierda.

Ivan mirу el departamento personal de Miles.

— Tal vez deberнas ir otra vez a la enfermerнa de la embajada.

— Despuйs. No quiero que ese matasanos haga una disecciуn de mis botas. Tira.

Ivan reanudу sus esfuerzos y finalmente la bota cediу. La estudiу un segundo entre las manos y sonriу lentamente.

— Sabes que no vas a poder sacarte la otra sin mi ayuda… — observу.

— Y quй?