El laboratorio de quнmica orgбnica de Yenaro estaba en otro edificio; las luces se encendieron cuando el grupo se acercу por el parque. A Miles le pareciу una instalaciуn bastante respetable, una larga habitaciуn doble en el segundo piso. Era evidente que parte del dinero que no se destinaba a reparaciones terminaba invertido allн. Miles caminу junto a los bancos, mirando los analizadores de molйculas y los ordenadores mientras Yenaro revisaba un grupo de botellitas buscando el perfume de la mujer. La materia prima estaba organizada con correcciуn y armonнa en grupos quнmicos cuidadosos, que revelaban una comprensiуn profunda y un amor al detalle por parte de su dueсo.
— Quiйn le ayuda aquн? — preguntу Miles.
— Nadie — dijo Yenaro-. No soporto que nadie toque todo esto. Me desordenan las cosas y yo uso el orden como inspiraciуn para mis mezclas. No todo es ciencia, comprende?
Cierto, cierto. Con algunas preguntas cuidadosas, Miles consiguiу informaciуn sobre el mйtodo de Yenaro para fabricar el perfume para la mujer. Ella escuchу durante un rato y luego se apartу y se puso a oler algunas botellas experimentales hasta que Yenaro las rescatу con una sonrisa algo ofendida. La experiencia de Yenaro en quнmica no era la de un profesor, pero sн la de un profesional hecho y derecho: cualquier compaснa de cosmйtica le habrнa ofrecido un empleo en el laboratorio de investigaciуn y desarrollo. Eso lleva a una conclusiуn… y luego a otra… Cуmo se relacionaba el laboratorio con el hombre que habнa dicho «Las manos se alquilan, se pagan»?
Habнa relaciуn, decidiу Miles con disimulada satisfacciуn. Yenaro era sin duda un artista, pero un artista de la perfumerнa, de los йsteres. No un escultor. Alguien le habнa proporcionado la experiencia tйcnica necesaria para la fuente. Acaso tambiйn la informaciуn tйcnica sobre las debilidades fнsicas de Miles? Llamйmoslo… lord X. Primer Hecho sobre lord X: tenнa acceso a los informes mбs detallados de Seguridad cetagandana sobre los barrayareses de importancia militar o polнtica… y sobre sus hijos. Segundo Hecho: tenнa una mente sutil. Tercer Hecho:… no, no habнa un tercer hecho. Al menos no todavнa.
Volvieron a la fiesta y descubrieron a Ivan sentado en un sillуn entre las dos mujeres, charlando con ellas… por lo menos, ellas se estaban riendo mucho. Igualaban a lady Gelle en belleza: la rubia podнa haber sido su hermana. La pelirroja era todavнa mбs impresionante, con una cascada de bucles ambarinos que le caнa hasta los hombros, una nariz perfecta, labios que llamaban a… Miles cortу el pensamiento de raнz. Ninguna ghemlady lo invitarнa a hundirse en sus sueсos femeninos… no a йl.
Yenaro se ausentу un momento para supervisar a su sirviente — al parecer, sуlo tenнa uno— y apresurar la llegada de la comida y la bebida. Volviу con una jarra pequeсa y transparente, llena de un lнquido color rubн pбlido.
— Lord Vorpatril — le dijo a Ivan-, me pareciу que le gustaban nuestras bebidas. Pruebe йsta, por favor.
A Miles le empezу a latir el corazуn con fuerza. Tal vez Yenaro no fuese un escultor asesino, pero como envenenador habrнa sido perfecto. Yenaro sirviу tres tacitas de lнquido sobre una bandeja laqueada y extendiу la bandeja a Ivan.
— Gracias. — Ivan seleccionу una al azar.
— Ah, cerveza zlati — murmurу uno de los ghemlores jуvenes.
Yenaro le pasу la bandeja y tomу la taza que quedaba. Ivan bebiу un sorbo y levantу las cejas, sorprendido, con un gesto de aprobaciуn. Miles vigilу con cuidado a Yenaro para ver si йl tambiйn tomaba. Yenaro bebiу. La mente de Miles repasу cinco mйtodos diferentes para presentar bebidas mortales con esa maniobra y asegurarse de que la vнctima recibe la que le estб destinada, incluyendo el truco por el cual el anfitriуn ingiere el antнdoto primero. Pero si se iba a poner tan paranoico, no tendrнa que haber aceptado la invitaciуn… Pero por quй no habнa tomado ni comido nada hasta el momento? Y quй piensas hacer, sentarte a ver si Ivan se cae primero y despuйs probarlo tъ?
Esta vez, Yenaro no se dedicу a contar la repulsiva historia del nacimiento de Ivan a las dos mujeres que lo rodeaban como parйntesis. Mierda. Tal vez era cierto que lo de la escultura habнa sido un accidente y el hombre realmente estaba arrepentido y trataba de compensar — en lo que pudiera a los barrayareses. De todos modos, Miles se levantу y avanzу en cнrculo, tratando de mirar de mбs cerca la copa de Ivan.
Ivan estaba en el proceso del clбsico Lo ъnico que hago es apoyar el brazo en la parte de atrбs del sillуn para examinar a la pelirroja a la derecha y comprobar si ella se retiraba o lo invitaba a seguir adelante con el contacto fнsico. Levantу la cabeza y rechazу a su primo con una sonrisa agresiva.
— Ve y disfruta, Miles — murmurу-. Relбjate un poco. Deja de espiarme por encima del hombro.
Miles esbozу una mueca de desdйn, parecida a la que habнa recibido, y se alejу de nuevo. Alguna gente no quiere que la salven. Punto. Decidiу entablar conversaciуn con algunos de los amigos de Yenaro, los hombres, muchos de los cuales estaban reunidos en el otro extremo de la habitaciуn.
No fue difнcil hacerlos hablar de sн mismos. Era el ъnico tema de conversaciуn. Cuarenta minutos de esfuerzo y coraje dedicados al arte de la conversaciуn convencieron a Miles de que la mayorнa de los amigos de Yenaro tenнa el cerebro de un mosquito. La ъnica especialidad que reinaba en el ambiente era hacer comentarios burlones sobre otros compatriotas, que tampoco hacнan nada en la vida: la ropa, los amorнos varios y los lнos, los deportes — siempre eran espectadores, nunca participantes, excepto en el apartado de apuestas— y varios sueсos comerciales, sentimentales, y las distintas ofertas erуticas. La huida permanente de la realidad parecнa ocupar gran parte de los dнas y la atenciуn de los ghemlores jуvenes. Ni uno solo de ellos ofreciу una palabra de interйs militar o polнtico. Mierda, hasta Ivan tenнa mбs materia gris en el cerebro.
En realidad, todo le resultaba un poco deprimente. Los amigos de Yenaro eran hombres excluidos, desechos desechados. Ni uno solo mostraba interйs por alguna carrera o servicio: no los tenнan. Ni siquiera las artes suscitaban su entusiasmo. Todos esos jуvenes eran consumidores de sueсos fantбsticos, no productores. Y en realidad, era una suerte que no tuvieran intereses polнticos: parecнan ese tipo de persona que empieza una revoluciуn pero no puede terminarla porque su incompetencia traiciona su idealismo. Miles habнa visto jуvenes similares entre los Vor, terceros o cuartos hijos que no habнan emprendido una carrera militar y que vivнan de sus familias. Sin embargo, hasta ellos podнan esperar algъn cambio en su estatus cuando alcanzaran la madurez. Dado el promedio de vida de los ghem, casi todos ellos deberнan esperar al menos ochenta o noventa aсos para ascender en la escala social. Desde luego, no eran estъpidos — la genйtica no lo hubiera permitido— pero habнan reducido sus campos de interйs a un horizonte artificial. Debajo de la atmуsfera de sofisticaciуn inquieta, esas vidas estaban paralizadas, detenidas en un punto. Miles se estremeciу.
Decidiу intentarlo con las mujeres, si es que Ivan le habнa dejado alguna. Se disculpу — voy a buscar una copa, perdonen— pero podrнa haberse ido sin decir palabra porque nadie parecнa interesado en el huйsped mбs raro e insignificante de lord Yenaro. Miles se acercу a un gran cuenco del que todos estaban bebiendo y se llevу la taza a los labios, pero no tragу. Levantу la vista y se vio frente a una mujer un poco mayor que las otras. Habнa llegado tarde a la fiesta con un par de amigos y se habнa mantenido siempre apartada de la reuniуn. Le sonriу.
Miles devolviу la sonrisa y se deslizу alrededor de la mesa mientras trataba de pensar en una frase correcta para empezar una conversaciуn. No le hizo falta, porque ella tomу la iniciativa.
— Lord Vorkosigan. Le gustarнa dar un paseo conmigo por el jardнn?
— Sн… claro. Le parece que el jardнn es interesante? — En la oscuridad?
— Creo que a usted le interesarб, sн.
La sonrisa desapareciу cuando la mujer dio la espalda a la habitaciуn, y dio paso a una expresiуn firme y amarga de determinaciуn. Miles tocу el comu que llevaba en el bolsillo del pantalуn y siguiу el rastro perfumado de la dama. Apenas dejaron atrбs las puertas de vidrio y estuvieron entre los arbusto descuidados, ella apurу el paso. No abriу la boca. Miles cojeу tras ella. Le sorprendiу que llegaran a un portуn pintado de rojo brillante y cuadrado, donde les esperaba una persona: una forma leve, andrуgina, con una bata oscura y capucha para proteger la cabeza calva del rocнo nocturno.
— Ya tiene su guнa para el resto del camino — dijo la mujer.
— El resto del camino adуnde?
— Un corto paseo — explicу la figura encapuchada con voz de soprano.
— De acuerdo. — Miles levantу una mano pidiendo una pausa y sacу el comu del bolsillo. Hablу directamente al micrуfono-: Base. Salgo de la casa de Yenaro por un momento. Rastrйeme, por favor, pero no me interrumpa a menos que yo lo llame.