— Es un funeral de estado, Ivбn.
— La esperanza es lo ъltimo que se pierde, no es cierto?
— De todos modos, se supone que debemos limitarnos a observar. Observar e informar. Quй y por quй, no lo sй. Illyan me lo dejу muy claro: espera informes por escrito.
Ivбn gruсу.
— Cуmo pasй las vacaciones, por el pequeсo Ivбn Vorpatril, veintidуs aсos. Es como volver a la escuela.
Miles cumplirнa veintidуs aсos unos meses despuйs que Ivбn. Si esa soporнfera misiуn terminaba a tiempo, Miles volverнa a casa para la fiesta. Serнa un buen cambio. Una idea agradable. Le brillaron los ojos en la oscuridad.
— Pero podrнa ser divertido, adornar algunos hechos para Illyan. Por quй redactan todos los informes oficiales en ese estilo seco y aburrido? — se quejу Miles.
— Porque los generan cerebros secos y aburridos. Mi primo, el escritor frustrado… No te dejes llevar por el entusiasmo. Illyan no tiene sentido del humor: eso lo descalificarнa para el trabajo.
— No estoy tan seguro… — Miles mirу adelante mientras el vehivaina seguнa el vuelo que le habнan asignado como una aguja que borda un dibujo. La estaciуn de transferencia flotу a un costado, vasta como una montaсa, compleja como un diagrama de circuitos-. Hubiera sido interesante conocer a la vieja cuando estaba viva. Esa mujer fue testigo de gran parte de la historia, un siglo y medio de historia. Aunque fuera desde el бngulo un poco extraсo del serrallo de los hautlores.
— No habrнan dejado que se le acercaran unos bбrbaros de baja estofa como nosotros…
— Mmm. Supongo que no. — El vehivaina se detuvo un instante, y una enorme nave cetagandana marcada con la insignia de uno de los gobiernos de los planetas exteriores pasу por su lado como un fantasma y los adelantу mientras hacнa maniobras con ese cuerpo monstruoso que atracarнa con un cuidado exquisito-. Se supone que todos los gobernadores de las satrapнas de los hautlores (y sus comitivas, claro) se reunirбn aquн para el sepelio. Apuesto a que Seguridad Imperial cetagandana se estб divirtiendo mucho.
— Es que si viene un gobernador, supongo que el resto tiene que venir por narices. Para vigilarse mutuamente. — Ivбn enarcу las cejas-. Debe de ser todo un espectбculo. La ceremonia como expresiуn artнstica. Mierda, hasta sonarse la nariz es un arte para los cetagandanos. Seguramente lo hacen para poder burlarse de los demбs cuando se equivocan. La superioridad elevada a la enйsima potencia.
— Eso es lo ъnico que me convence de que los hautlores todavнa son humanos: a pesar las manipulaciones genйticas, quiero decir.
Ivбn hizo una mueca.
— Para mн, un mutante voluntarlo sigue siendo un mutante. — Desde su altura mirу la silueta sъbitamente tensa de su primo, carraspeу y tratу de encontrar algo interesante que ver fuera de la nave.
— Eres tan diplomбtico, Ivбn… — dijo Miles a travйs de una sonrisa tensa-. Trata de no desatar una guerra con tu… bocaza, eh? — Una guerra Civil o de cualquier otro tipo.
Ivбn se encogiу de hombros para desembarazarse del mal momento. El piloto del vehivaina, un sargento tec de Barrayar enfundado en uniforme de fajina negro, deslizу su pequeсa nave hacia el receptбculo de embarque con exactitud y facilidad. La imagen del exterior se redujo a una penumbra vacнa. Parpadeos de luces de control que les dieron la bienvenida con alegrнa; servofrenos que chillaron cuando los portales de tubo flexible se pusieron paralelos a la nave y se conectaron. Miles soltу los cinturones de seguridad un segundo despuйs que Ivбn: una forma de fingir indiferencia o savoir faire o algo. Ningъn cetagandano iba a descubrirlo con la nariz apretada a la ventanilla como un perrito impaciente. Йl era un Vorkosigan. Pero el corazуn le latнa desbocado.
El embajador barrayarйs lo estarнa esperando. Se llevarнa a sus dos huйspedes de alto rango y les indicarнa cуmo seguir adelante. Por lo menos, eso era lo que Miles esperaba y repasу mentalmente los saludos militares y civiles adecuados y el mensaje de su padre, memorizado con tanto cuidado hacнa unos dнas.
El cierre dio una vuelta y a la derecha del asiento de Ivбn se abriу la compuerta del costado del casco.
Un hombre se precipitу al interior, se detuvo bruscamente frente a la gran llave de la compuerta y los mirу con los ojos muy abiertos, jadeando ansiosamente. Movнa los labios pero Miles no estaba seguro de si lo que oнa era una maldiciуn, una plegaria o un intento de alguna otra cosa.
El hombre era viejo pero no frбgil, de hombros anchos y por lo menos tan alto como Ivбn. Usaba lo que Miles clasificу provisionalmente como el uniforme de los empleados de la estaciуn, gris metбlico y malva. Un cabello fino y blanco le flotaba sobre la cabeza, pero el rostro estaba totalmente desprovisto de vello: no tenнa barba, ni cejas, ni siquiera pestaсas. De pronto, puso la mano en el bolsillo izquierdo, sobre el corazуn.
— ЎArma! — gritу Miles para advertir a los demбs. El piloto del vehivaina dio un salto, pero aъn se estaba desabrochando los cinturones de seguridad. Miles no estaba fнsicamente equipado para atacar, pero los reflejos de Ivбn eran como una mбquina bien engrasada gracias al entrenamiento y al combate real. Lord Vorpatril ya estaba en movimiento: rotaba sobre su propio punto de contacto con una mano sujeta a un asidero, para interceptar al intruso.
El combate cuerpo a cuerpo es siempre increнblemente incуmodo y torpe en caнda libre, en parte porque hay que aferrarse con fuerza al oponente. Los dos hombres terminaron en una lucha directa. El intruso no se aferraba al chaleco, sino al bolsillo derecho del pantalуn de Ivбn, pero йste consiguiу arrebatarle el brillante destructor nervioso de un solo golpe.
El destructor se alejу flotando hacia el otro lado de la cabina, convertido en amenaza para todos los que se encontraban a bordo.
A Miles siempre lo habнan aterrorizado los destructores nerviosos, pero nunca como proyectiles. Tuvo que dar dos saltos retorcidos para poder atraparlo en el aire sin que se disparara accidentalmente ni lastimara a Ivбn. El arma era pequeсa, pero estaba cargada y era mortal.
Mientras tanto, Ivбn habнa pasado detrбs del viejo y trataba de aferrarlo por los brazos. Miles aprovechу el momento para hacer un intento de apoderarse de la segunda arma. Abriу el chaleco malva y buscу el bulto dentro del bolsillo interno. Se le cerraron los dedos sobre un cilindro corto que identificу como una picana.
El hombre gritу y se sacudiу violentamente. Muy asustado y no del todo seguro de lo que habнa hecho, Miles se alejу de la pareja de luchadores con un empujуn y se escondiу con prudencia detrбs del piloto. El alarido mortal del hombre le hizo pensar que tal vez le habнa sacado al viejo la fuente de energнa del corazуn artificial o algo asн, pero su enemigo seguнa peleando, asн que no podнa ser tan fatal como parecнa.
El intruso se zafу de la presa de Ivбn y retrocediу hacia la compuerta. De pronto, se produjo una de esas extraсas pausas que se dan a veces en combate cerrado y todos trataron de recuperar el aliento y controlar el flujo de adrenalina al riego sanguнneo. El viejo mirу el puсo de Miles, cerrado sobre el cilindro, y su expresiуn cambiу de miedo a… acaso esa mueca era un gesto de triunfo? Claro que no, imposible… Inspiraciуn y locura, entonces?
Solo contra muchos ahora que el piloto se habнa unido a la refriega, el intruso retrocediу, se tambaleу hacia el tubo flexible y se dejу caer en el compartimiento de embarque que habнa detrбs. Miles corriу torpemente para seguir a Ivбn, que habнa empezado la persecuciуn, y llegу justo a tiempo para ver cуmo el intruso, de pie en el campo de gravedad artificial de la estaciуn, levantaba la bota y golpeaba a su primo en el pecho. El joven retrocediу hacia el portal. Para cuando Miles e Ivбn lograron desengancharse uno de otro y el ladeo de Ivбn dejу de ser alarmante, el viejo ya habнa desaparecido. Los pasos se oнan cada vez mбs lejanos en el compartimiento. Quй salida habнa…? El piloto del vehivaina, despuйs de asegurarse de que sus pasajeros estaban temporalmente a salvo, se apresurу a contestar la alarma de su comu.
Ivбn se levantу, se sacudiу y mirу a su alrededor. Miles lo imitу. Estaban en un compartimiento de carga, pequeсo, sucio, mal iluminado.
— Si йse era el inspector de aduanas, estamos en un buen lнo — dijo Ivбn.
— Me pareciу que iba a dispararnos — dijo Miles.
— Pero gritaste antes de ver el arma.
— No fue por el arma. Fueron los ojos. Tenнa la mirada de quien estб a punto de hacer algo que lo asusta muchнsimo. Y sн que sacу el arma.
— Despuйs de que le saltamos encima, Miles. Quiйn sabe lo que iba a hacer?
Miles girу sobre sus talones y examinу el entorno con mбs atenciуn. No habнa ni un ser humano a la vista, ni un cetagandano, ni un barrayarйs, absolutamente nadie.
— Algo anda muy mal aquн. Alguien estб en el lugar equivocado, йl o nosotros. Este compartimiento sucio no puede ser el puerto del vehivaina. Quiero decir, dуnde estб el embajador de Barrayar? Y la guardia de honor?