— Claro. — Miles mirу al aire, pensativo, como si estuviera sacando las palabras de la parte mбs leve de la atmуsfera-. Piйnselo, seсor. A todos los demбs oficiales de correo se les implanta alergia a la pentarrбpida para que no puedan someterlos a interrogatorios y preguntas ilegales. El precio, claro, es fatal. Debido a mi rango y mis relaciones particulares, se decidiу que ese procedimiento era demasiado peligroso para mн. Por lo tanto, sуlo pueden destinarme a las misiones de seguridad de nivel mбs bajo. Nepotismo, ya se lo he dicho.
— Muy… muy convincente.
— Si no fuera convincente, no servirнa, seсor.
— Cierto. — Otra larga pausa-. Hay alguna otra cosa que quiera usted decirme, teniente?
— Cuando vuelva a Barrayar presentarй un informe completo de mi… mi excursiуn a Simon Illyan. Me temo que deberб dirigir las preguntas a mi superior. Definitivamente, no estб dentro de mis atribuciones tratar de adivinar lo que йl quiere que yo le diga.
Ahн estaba… listo. Tйcnicamente hablando, no habнa mentido. Ni siquiera por implicaciуn. Sн… claro… Tienes que acordarte de lo que has dicho cuando pasen una transcripciуn de esta conversaciуn en el consejo de guerra. Pero si Vorreedi decidнa que Miles era un agente de operaciones secretas que trabajaba en los niveles mбs altos, no dejaba de ser cierto. El hecho de que la misiуn fuera autodesignada y no decidida en un nivel superior era… otro aspecto del problema. Una cosa nada tenla que ver con la otra.
— Podrнa… podrнa agregar una observaciуn filosуfica…
— Por favor, milord.
— Si se contrata a un genio para resolver un problema imposible, serнa una tonterнa limitarlo con reglas o bien ordenarle que se limite a investigar en el corto espacio de dos semanas de tiempo… Lo lуgico es dejar que actъe a su antojo. Si lo que hace falta es alguien que siga las reglas, siempre se puede contratar a un idiota. En realidad, el idiota serб mucho mбs capaz de seguir las reglas que un genio.
Vorreedi tamborileу sobre el escritorio de la comuconsola. Miles tuvo la sensaciуn de que tal vez ese hombre habнa resuelto uno o dos problemas imposibles en su vida. Vorreedi alzу las cejas.
— Usted se considera un genio, lord Vorkosigan? — preguntу con suavidad. Para Miles aquel tono de voz resultaba casi doloroso: le recordу muchнsimo el que empleaba su padre cuando estaba a punto de soltar una de sus trampas verbales.
— Las evaluaciones de mi inteligencia estбn en mi expediente, seсor.
— Ya las he leнdo. Por eso estamos conversando, lord Vorkosigan. — Vorreedi parpadeу, despacio, como una lagartija-. Entonces, para usted no hay reglas? Ninguna regla?
— Bueno, en realidad existe una: o tienes йxito, o lo pagas con tu cabeza.
— Usted estб en su puesto desde hace tres aсos. Ya veo, lord Vorkosigan… Su cabeza sigue intacta, no es cierto?
— La ъltima vez que la controlй estaba ahн, seсor. — Tal vez siga ahн cinco dнas mбs, coronel… Despuйs, ya no sй.
— Eso sugiere que tiene usted una autoridad y una autonomнa sorprendentes, seсor.
— No tengo autoridad. Sуlo responsabilidad.
— Ah, ah. — Vorreedi se mordiу los labios, cada vez mбs pensativo-. Tiene usted mis simpatнas entonces, seсor Vorkosigan.
— Gracias, seсor. Lo necesitarй. — En silencio demasiado meditado que siguiу, Miles agregу-: Sabemos si lord Yenaro sobreviviу a la noche?
— Desapareciу, asн que suponemos que sн. Lo vieron a la salida del Salуn del jardнn de la Luna con un rollo de alfombra en el hombro. — Vorreedi mirу a Miles con aire interrogativo-. No tengo explicaciуn para lo de la alfombra.
Miles ignorу la indirecta.
— Estб usted tan seguro de que su desapariciуn significa que ha salido con vida? Y el hombre que lo seguнa?
— Mmm… — Vorreedi sonriу-. Cuando lo dejamos, lo interceptу la Policнa Civil de Cetaganda. Todavнa lo tienen en custodia.
— Y lo hicieron por su propia cuenta?
— Digamos que recibieron una llamada anуnima. Me pareciу que tenнa la obligaciуn moral de ponerlos sobre aviso. Pero debo admitir que los de la Civil respondieron con admirable eficiencia. Yo dirнa que tienen interйs… por alguno de sus trabajos anteriores.
— Tuvo tiempo de informar a quien lo contratу?
— No.
Bien: esa maсana lord X estaba en medio de una laguna de informaciуn. Miles no creнa que eso le resultara cуmodo. El complot fracasado de la tarde anterior debнa haberlo frustrado. Seguramente no sabнa quй habнa salido mal, no sabнa si Yenaro se habнa enterado del destino que le habнa deparado, aunque la desapariciуn del ghemlord era una importante pista al respecto. Ahora, Yenaro era un cabo suelto, lo mismo que Miles e Ivan. Cuбl serнa el primero en la lista de lord X? Acaso Yenaro buscarнa la protecciуn de alguna autoridad, o el rumor de la traiciуn lo asustarнa demasiado?
Y quй mйtodo elegirнa lord X para acabar con los enviados de Barrayar? Quй mйtodo podнa igualar a Yenaro en barroquismo y perfecciуn? Yenaro era una obra maestra en el arte del asesinato, una obra coreografiada en tres movimientos, una obra que iba en crescendo. Ahora que ese esfuerzo se habнa perdido, seguramente lord X estarнa tan enfurecido por el fracaso de su hermoso plan como por el del complot en sн. Miles estaba seguro de eso. Lord X era el tipo de artista que no puede dejar su obra inacabada y sigue agregando toques inteligentes. El tipo de persona que, como un chiquillo al que entregan su primer huerto, se pone a cavar para comprobar si las semillas ya han echado raнces. Miles sintiу algo parecido a una corriente de simpatнa por su enemigo. Sн, sн, lord X, el hombre que jugaba por grandes sumas y perdнa tiempo e inhibiciones con el curso de los dнas, estaba en situaciуn de cometer un tremendo error.
Por quй no estoy tan seguro de eso como de lo demбs?
— Tiene algo mбs que agregar, lord Vorkosigan? — preguntу Vorreedi.
— Mmmm? No. Estoy… estoy pensando… — Ademбs, sуlo lo pondrнa nervioso, coronel
— Como oficial de la embajada responsable de su seguridad personal, le pedirнa que se abstuviese de relacionarse con un hombre que parece involucrado en una vendetta cetagandana a muerte. Lo digo por usted… y por lord Vorpatril, por supuesto.
— Yenaro ya no me interesa. No le deseo ningъn mal. Mi prioridad es identificar al hombre que le proporcionу la escultura.
Las cejas de Vorreedi se elevaron en un gesto de reproche.
— Podrнa habйrmelo dicho antes…
— Siempre se entiende mбs cuando se contemplan los hechos con cierta perspectiva.
— Eso es cierto — suspirу Vorreedi, con la voz de la experiencia. Se rascу la nariz y volviу a sentarse-. Hay otra razуn por la que le pedн que viniera, lord Vorkosigan. El ghemcoronel Benin ha solicitado otra entrevista con usted.
— En serio? Igual que la anterior? — Miles mantuvo la firmeza de su voz, lo cual le resultу bastante difнcil.
— No del todo. Pidiу especнficamente la presencia de lord Vorpatril. En estos momentos estб en camino. Usted puede negarse, si lo desea.
— No… estб… estб bien. En realidad, tengo interйs en volver a hablar con Benin. Voy a buscar a Ivan, seсor? — Miles se puso de pie. Mala idea que los dos sospechosos se consultaran antes del interrogatorio, pero claro, el caso no era de Vorreedi, sino de Benin. Miles se preguntу hasta quй punto habrнa convencido a Vorreedi de que estaba cumpliendo una misiуn secreta.
— Adelante — dijo Vorreedi con amabilidad-. Aunque tengo que decirle…
Vorreedi hizo una pausa.
— No veo cуmo puede estar involucrado lord Vorpatril. No es correo. Y su expediente es tan claro como el agua…
— Mucha gente se confunde con Ivan, seсor… Pero a veces, hasta un genio necesita a alguien que cumpla уrdenes.
Miles contuvo su impaciencia mientras se dirigнa a las habitaciones de Ivan. El lujo de intimidad que les habнa proporcionado su rango de funcionarios iba a terminar muy pronto, sospechaba
Miles. Si Vorreedi no activaba los micrуfonos de las habitaciones es que el hombre tenнa un control sobrenatural sobre sн mismo o sufrнa algъn tipo de daсo cerebral agudo. El oficial de protocolo era del tipo curioso y voraz: deformaciуn profesional.
Ivan abriу la puerta.
— Entra — dijo con voz muy lenta, una voz que la impaciente llamada de Miles no conmoviу en absoluto.
Miles descubriу a su primo sentado en la cama, a medio vestir con unos pantalones verdes y camisa color crema, hojeando distraнdamente una pila de papeles de colores manuscritos. No parecнa especialmente satisfecho.
— Ivan. Levбntate. Vнstete. Vamos a entrevistarnos con el coronel Vorreedi y el ghemcoronel Benin.
— ЎConfesiуn, por fin! ЎGracias a Dios! — Ivan tirу los papeles al aire y se dejу caer sobre la cama con un suspiro de alivio.
— No. No exactamente. Pero necesito que me dejes hablar a mн y que confirmes mis palabras.
— Mierda. — Ivan frunciу el ceсo y mirу el techo-. Quй pasa ahora?
— Seguramente, Benin ha investigado los movimientos que realizу Ba Lura el dнa anterior a su muerte. Supongo que ya estarб al corriente de nuestro pequeсo encuentro en el vehivaina. No quiero joderle la investigaciуn. En realidad, me gustarнa ayudarle, por lo menos en lo referente a la identificaciуn del asesino o asesina. Asн que pienso darle tantos hechos reales como sea posible.