— Pero no hay ninguna con experiencia suficiente — suspirу Vorob'yev-, y tъ no aceptas el puesto… Aunque te lo he ofrecido muchas veces.
— Bueno, contrate a una sin experiencia y pбguele para que la vaya adquiriendo — sugiriу Miles-. Milady aceptarнa la idea de tomar una alumna?
— Me parece muy buena idea… — Vorob'yev parecнa impresionado. Maz alzу las cejas en un gesto de aprobaciуn-. Deberнamos discutirlo, Maz, pero tengo que hablar con Wilstar. Por ahн aparece: va directo a la comida. Con un poco de suerte, tal vez consiga atraparlo con la boca llena. Disculpen… — Ahora que ya los habнa presentado, Vorob'yev desapareciу… diplomбticamente (como siempre).
Maz puso toda su atenciуn en Miles.
— Aunque no acepte ese puesto, lord Vorkosigan, querнa decirle que si hay algo que podamos hacer por usted en la embajada de Vervain… cualquier cosa por el hijo y el sobrino del almirante Aral Vorkosigan en su visita a Eta Ceta… Todos nuestros recursos estбn a su disposiciуn.
Miles sonriу.
— No se lo diga a Ivбn: tal vez quiera que se lo ofrezca personalmente.
La mujer siguiу la mirada de Miles por encima de la baranda, hacia donde Ivбn, alto como siempre, seguнa a lord Yenaro a travйs de la escultura. Sonriу con picardнa y se le formу un gracioso hoyuelo en la mejilla.
— No hay problema — dijo.
— Asн que… una ghemlady es tan distinta de un ghemlord como para merecer un estudio aparte… un estudio de tiempo completo, quiero decir… Admito que la mayorнa de las imбgenes que tenemos de los ghemlores en Barrayar se obtuvieron por una mira telemйtrica.
— Hace dos aсos, me habrнa burlado de esta visiуn militarista, pero desde el intento de invasiуn cetagandana he empezado a apreciarla. En realidad, los ghemlores son tan parecidos a los Vor, que a mi entender usted los comprenderб mucho mejor que nosotros en Vervain. Los hautlores son… otra cosa. Y las hautladies son aъn mбs distintas. Apenas empiezo a comprenderlo.
— Las mujeres de los hautlores viven tan… recluidas… hacen algo concreto? Quiero decir, nadie las ve jamбs, verdad? No tienen poder.
— Tienen su propio tipo de poder. Sus бreas de control. Paralelas. No compiten con los hombres. Tiene sentido, pero no se molestan en explicбrselo a los extranjeros.
— Es decir, a seres inferiores…
— Eso tambiйn. — Otra vez apareciу el hoyuelo.
— Asн que… es usted una autoridad en sellos, sнmbolos, marcas de los ghem y hautlores…? Yo reconozco unas cincuenta clanmarcas a primera vista, todas las insignias militares y los penachos de los cuerpos de lucha, pero sй que con eso no tengo ni para empezar.
— Estoy bien informada. La estructura se organiza en varias capas y niveles. No puedo decir que los conozca todos, claro…
Miles frunciу el ceсo, pensativo, despuйs decidiу aprovechar la ocasiуn. Esa noche no estaba pasando nada. Sacу la hoja del bolsillo y la alisу apretбndola contra la barandilla.
— Conoce este sнmbolo? Lo vi en un… lugar poco habitual. Pero me sonу a ghem, o a haut… no sй si me entiende.
Ella mirу con interйs el pбjaro con el pico abierto.
— A primera vista, no lo reconozco. Pero tiene razуn, no cabe duda de que es de estilo cetagandano. Y antiguo… desde luego.
Cуmo lo sabe?
— Bueno, aunque es un sello personal y no una clanmarca, no estб enmarcado. Durante las ъltimas tres generaciones, todo el mundo hace sus marcas personales en cartuchos, con marcos cada vez mбs elaborados. Se puede determinar la dйcada por el diseсo del marco… o casi.
— Ajб.
— Si quiere, puedo tratar de identificarlo en mi material de consulta…
— De verdad? Se lo agradecerнa mucho. — Miles plegу otra vez el papel y se lo entregу-. Ah… Y tambiйn le agradecerнa que no se lo mostrara a nadie…
— Ah? — Ella dejу que la pregunta colgara en el aire… Ah?
— Discъlpeme. Paranoia profesional. Yo… eh… — Se estaba metiendo en aguas peligrosas-. Es una costumbre.
Por suerte, el regreso de Ivбn lo sacу del atolladero. La mirada prбctica de su primo habнa examinado los atributos de la mujer vervani y ahora sonreнa con atenciуn… tan feliz como con la ъltima muchacha y la siguiente. Y la otra. El ghemlord artista seguнa pegado a su hombro y Miles tuvo que presentarlos a los dos. Maz no conocнa a lord Yenaro.
Frente al cetagandano, no repitiу el mensaje de gratitud vervani para con el clan Vorkosigan, pero se mostrу decididamente amistosa.
— Deberнas ir con lord Yenaro a ver esa escultura — dijo Ivбn con rabia. Merece la pena, es una oportunidad ъnica…
Yo la vi primero, carajo.
— Sн, es muy bonita.
— Estarнa usted interesado, lord Vorkosigan? — Yenaro parecнa ansioso y esperanzado.
Ivбn se inclinу y susurrу al oнdo de Miles:
— Fue un regalo de lord Yenaro a la embajada marilacana. No seas despectivo, Miles, ya sabes lo suspicaces que son estos cetagandanos con sus… obritas de arte…
Miles suspirу y consiguiу esbozar una sonrisa interesada.
— Claro, claro. Ahora?
Se disculpу con Maz, la vervani. Realmente lo lamentaba. El ghemlord lo llevу por las escaleras hacia el vestнbulo y lo hizo detenerse a la entrada de la escultura para esperar que el ciclo empezara de nuevo.
— Mi escasa preparaciуn estйtica no me permite emitir un juicio — comentу Miles de pasada, con la esperanza de que eso desviara la conversaciуn hacia otros temas.
— Hay tan poca gente preparada para eso… — sonriу Yenaro-, pero claro, eso no les impide criticar…
— De todas formas, me parece un logro tecnolуgico considerable. Provoca el movimiento con antigrav?
— No. Los generadores serнan demasiado voluminosos y se desperdiciarнa energнa. La misma fuerza desarrolla el movimiento de las hojas y el cambio de color… o por lo menos eso me explicaron los tйcnicos.
— Tйcnicos? Yo suponнa que usted habнa hecho todo esto con sus propias manos.
Yenaro abriу las manos (pбlidas, delgadas, de dedos largos) y las mirу como si se sorprendiera de encontrarlas al final de los brazos.
— Claro que no. Las manos se alquilan, se pagan. El diseсo es una obra del intelecto.
— No estoy de acuerdo. Lo siento. Segъn mi experiencia, las manos forman parte del cerebro, casi como si fueran otro lуbulo cerebral. No es posible captar las cosas que no se conocen con las manos.
— Veo que es usted una persona de conversaciуn amena, lord Vorkosigan. Si su agenda se lo permite, me gustarнa presentarle a mis amigos. Celebramos una recepciуn en casa dentro de dos noches… Cree usted que…?
— Mmm, tal vez… — Dos noches despuйs no habнa ninguna ceremonia fъnebre… Serнa bastante interesante, una oportunidad para observar a los jovencitos de la casta de los ghemlores en su ambiente sin las inhibiciones que causaba en esa generaciуn la presencia de los mayores. Una mirada al futuro de Cetaganda-. Sн, por quй no»
— Le mandarй una invitaciуn y las indicaciones para llegar. Ah. — Yenaro mirу la fuente, que de nuevo empezaba a mostrar la paleta de verdes veraniegos-. Ahora ya podemos entrar.
A Miles el interior de la fuente no le pareciу muy distinto del exterior. En realidad, parecнa menos interesante porque de cerca se perdнa la ilusiуn de que las hojas formaban imбgenes. La mъsica se oнa con mбs claridad, eso sн. Cuando los colores empezaron a cambiar, el volumen aumentу bruscamente en un crescendo.
— No se pierda esto, vale la pena — dijo Yenaro, con evidente satisfacciуn.
La escultura era interesante, lo bastante para que Miles tardara un momento en darse cuenta de que estaba sintiendo algo: picazуn y calor en los hierros que le cubrнan las piernas, apoyados contra la piel. Intentу conservar la calma, pero el calor seguнa aumentando.
Yenaro parloteaba con entusiasmo artнstico mientras seсalaba los diferentes efectos. Ahora, mire esto… Un remolino de colores brillantes frente a los ojos de Miles. Una sensaciуn evidente: un ardor insoportable en la piel de las piernas.
Ahogу un grito y lo convirtiу en un gemido agudo. Logrу dominarse para no correr hacia el agua, pues sabнa que podнa electrocutarse… En los pocos segundos que le llevу salir del laberinto, el acero que le rodeaba las piernas alcanzу la temperatura de ebulliciуn del agua. Miles olvidу la dignidad, se tirу al suelo y tratу de arrancarse los hierros de las piernas. Cuando tocу el metal, se quemу las manos. Se sacу las botas de un tirуn, soltу los hierros y los lanzу a un lado. Se retorciу en posiciуn fetal, aullando de dolor. Los hierros le habнan dejado en las rodillas y tobillos unas marcas blancas y punzantes, con el borde en carne viva.
Yenaro corrнa de un lado a otro, desesperado, pidiendo ayuda a pleno pulmуn. Miles levantу la vista y descubriу que era el centro de atenciуn de unas cincuenta personas sorprendidas e impresionadas, que miraban con horror sus frenйticos movimientos. Dejу de retorcerse y de maldecir y se quedу sentado, jadeando; el aire producнa un siseo profundo al salir por entre los dientes apretados.