Miles tenнa que hacerse los uniformes a medida, y en lo posible trataba de disimular los graves defectos de nacimiento que tantos aсos de tratamientos mйdicos habнan intentado corregir. En realidad, deberнa dar gracias de que los meds hubieran conseguido tanto con tan poco. Despuйs de toda una vida de enfermerнas, medнa un metro cuarenta, era jorobado y de huesos frбgiles, pero todo eso era mejor que tener que esperar a que otra persona lo arrastrara de un lado a otro sobre un carrito de cuatro ruedas. Claro, claro…
Sн, ahora podнa estar de pie, caminar, correr si era necesario, con los hierros en las piernas y todo. Seguridad Imperial de Barrayar no le habнa contratado por su belleza, gracias a Dios, sino por su inteligencia. Sin embargo, se le ocurriу la morbosa idea de que lo habнan mandado a ese circo para que la imagen de Ivбn destacara en comparaciуn con la suya. SegImp no le habнa dado ninguna misiуn interesante en Cetaganda a menos que el cortante «Ўy no te metas en lнos!» de Illyan, jefe de Seguridad, pudiera considerarse un encargo secreto.
Por otra parte, tal vez habнan mandado a Ivбn sуlo como figurнn, para que Miles pareciera en comparaciуn mбs inteligente. Esta idea lo confortу.
Ahн estaba la estaciуn de transferencia orbital, justo a tiempo. Ni siquiera el personal diplomбtico bajaba directamente a la atmуsfera de Eta Ceta. Hubiera significado una trasgresiуn de la etiqueta, y seguramente merecerнa una advertencia administrada con fuego de plasma. Sн, Miles tenнa que admitir que la mayorнa de los mundos civilizados tenнa reglas similares, aunque fuera sуlo para impedir contaminaciones biolуgicas.
— Me pregunto si la muerte de la emperatriz viuda se debiу a causas naturales… — dijo Miles, por decir algo. Despuйs de todo, no podнa esperar que Ivбn tuviera una respuesta para eso-. Fue tan repentina…
Ivбn se encogiу de hombros.
— Era una generaciуn mayor que el Gran Tнo Piotr y eso que йl era viejo de solemnidad. Me ponнa muy nervioso cuando era chico. Lo que dices es una atractiva teorнa paranoica, pero no lo creo.
— Lamento decir que Illyan estб de acuerdo contigo, o no nos habrнa dejado venir a nosotros. Hubiera sido mucho menos aburrido si el muerto fuera el emperador, en lugar de una ancianita balbuceante.
— Pero entonces no estarнamos aquн — seсalу Ivбn con una lуgica aplastante-. Estarнamos de guardia en un puesto defensivo mientras las facciones de los candidatos discutнan el problema de la sucesiуn en una gran pelea. Esto es mucho mejor. Viajes, vino, mujeres, canciones…
— Es un funeral de estado, Ivбn.
— La esperanza es lo ъltimo que se pierde, no es cierto?
— De todos modos, se supone que debemos limitarnos a observar. Observar e informar. Quй y por quй, no lo sй. Illyan me lo dejу muy claro: espera informes por escrito.
Ivбn gruсу.
— Cуmo pasй las vacaciones, por el pequeсo Ivбn Vorpatril, veintidуs aсos. Es como volver a la escuela.
Miles cumplirнa veintidуs aсos unos meses despuйs que Ivбn. Si esa soporнfera misiуn terminaba a tiempo, Miles volverнa a casa para la fiesta. Serнa un buen cambio. Una idea agradable. Le brillaron los ojos en la oscuridad.
— Pero podrнa ser divertido, adornar algunos hechos para Illyan. Por quй redactan todos los informes oficiales en ese estilo seco y aburrido? — se quejу Miles.
— Porque los generan cerebros secos y aburridos. Mi primo, el escritor frustrado… No te dejes llevar por el entusiasmo. Illyan no tiene sentido del humor: eso lo descalificarнa para el trabajo.
— No estoy tan seguro… — Miles mirу adelante mientras el vehivaina seguнa el vuelo que le habнan asignado como una aguja que borda un dibujo. La estaciуn de transferencia flotу a un costado, vasta como una montaсa, compleja como un diagrama de circuitos-. Hubiera sido interesante conocer a la vieja cuando estaba viva. Esa mujer fue testigo de gran parte de la historia, un siglo y medio de historia. Aunque fuera desde el бngulo un poco extraсo del serrallo de los hautlores.
— No habrнan dejado que se le acercaran unos bбrbaros de baja estofa como nosotros…
— Mmm. Supongo que no. — El vehivaina se detuvo un instante, y una enorme nave cetagandana marcada con la insignia de uno de los gobiernos de los planetas exteriores pasу por su lado como un fantasma y los adelantу mientras hacнa maniobras con ese cuerpo monstruoso que atracarнa con un cuidado exquisito-. Se supone que todos los gobernadores de las satrapнas de los hautlores (y sus comitivas, claro) se reunirбn aquн para el sepelio. Apuesto a que Seguridad Imperial cetagandana se estб divirtiendo mucho.
— Es que si viene un gobernador, supongo que el resto tiene que venir por narices. Para vigilarse mutuamente. — Ivбn enarcу las cejas-. Debe de ser todo un espectбculo. La ceremonia como expresiуn artнstica. Mierda, hasta sonarse la nariz es un arte para los cetagandanos. Seguramente lo hacen para poder burlarse de los demбs cuando se equivocan. La superioridad elevada a la enйsima potencia.
— Eso es lo ъnico que me convence de que los hautlores todavнa son humanos: a pesar las manipulaciones genйticas, quiero decir.
Ivбn hizo una mueca.
— Para mн, un mutante voluntarlo sigue siendo un mutante. — Desde su altura mirу la silueta sъbitamente tensa de su primo, carraspeу y tratу de encontrar algo interesante que ver fuera de la nave.
— Eres tan diplomбtico, Ivбn… — dijo Miles a travйs de una sonrisa tensa-. Trata de no desatar una guerra con tu… bocaza, eh? — Una guerra Civil o de cualquier otro tipo.
Ivбn se encogiу de hombros para desembarazarse del mal momento. El piloto del vehivaina, un sargento tec de Barrayar enfundado en uniforme de fajina negro, deslizу su pequeсa nave hacia el receptбculo de embarque con exactitud y facilidad. La imagen del exterior se redujo a una penumbra vacнa. Parpadeos de luces de control que les dieron la bienvenida con alegrнa; servofrenos que chillaron cuando los portales de tubo flexible se pusieron paralelos a la nave y se conectaron. Miles soltу los cinturones de seguridad un segundo despuйs que Ivбn: una forma de fingir indiferencia o savoir faire o algo. Ningъn cetagandano iba a descubrirlo con la nariz apretada a la ventanilla como un perrito impaciente. Йl era un Vorkosigan. Pero el corazуn le latнa desbocado.
El embajador barrayarйs lo estarнa esperando. Se llevarнa a sus dos huйspedes de alto rango y les indicarнa cуmo seguir adelante. Por lo menos, eso era lo que Miles esperaba y repasу mentalmente los saludos militares y civiles adecuados y el mensaje de su padre, memorizado con tanto cuidado hacнa unos dнas.
El cierre dio una vuelta y a la derecha del asiento de Ivбn se abriу la compuerta del costado del casco.
Un hombre se precipitу al interior, se detuvo bruscamente frente a la gran llave de la compuerta y los mirу con los ojos muy abiertos, jadeando ansiosamente. Movнa los labios pero Miles no estaba seguro de si lo que oнa era una maldiciуn, una plegaria o un intento de alguna otra cosa.
El hombre era viejo pero no frбgil, de hombros anchos y por lo menos tan alto como Ivбn. Usaba lo que Miles clasificу provisionalmente como el uniforme de los empleados de la estaciуn, gris metбlico y malva. Un cabello fino y blanco le flotaba sobre la cabeza, pero el rostro estaba totalmente desprovisto de vello: no tenнa barba, ni cejas, ni siquiera pestaсas. De pronto, puso la mano en el bolsillo izquierdo, sobre el corazуn.
— ЎArma! — gritу Miles para advertir a los demбs. El piloto del vehivaina dio un salto, pero aъn se estaba desabrochando los cinturones de seguridad. Miles no estaba fнsicamente equipado para atacar, pero los reflejos de Ivбn eran como una mбquina bien engrasada gracias al entrenamiento y al combate real. Lord Vorpatril ya estaba en movimiento: rotaba sobre su propio punto de contacto con una mano sujeta a un asidero, para interceptar al intruso.