— Sн, la haut Rian Degtiar es una dama muy amable. Espero no haberla cansado con mis preguntas.
— Y recibiу usted las respuestas que esperaba? — preguntу Benin-. Entonces es usted un privilegiado.
No habнa error posible: ese comentario tenнa un lado amargo aunque, por supuesto, siempre podнa ignorarlo.
— Ah, sн y no… El criadero es un lugar fascinante, pero por desgracia esta tecnologнa no ofrece grandes recursos a mis necesidades mйdicas. Creo que voy a tener que seguir pensando en la intervenciуn quirъrgica. No me gusta la cirugнa… siempre me sorprende lo dolorosa que resulta. — Parpadeу con gesto afligido.
Maz mostraba una expresiуn comprensiva. Vorob'yev seguнa con su aire grave y taciturno. Estб empezando a sospechar algo. Mierda.
En realidad, tanto Vorob'yev como Benin parecнan dos personas a quienes la presencia de otro impide saltar sobre un tercero, acorralarlo contra la pared y retorcerlo hasta arrancarle la verdad por la fuerza.
— Si ya ha terminado — dijo Benin-, les acompaсarй hasta los portales del Jardнn Celestial.
— Sн. El auto de la embajada estб esperбndonos, lord Vorkosigan — agregу Vorob'yev con severidad.
Caminaron en grupo detrбs de Benin, siguiйndolo por los senderos del jardнn.
— El verdadero privilegio de hoy ha sido toda esa poesнa — siguiу diciendo Miles de buen humor-. Y a usted, cуmo le van las cosas, ghemcoronel? Ha progresado en su caso?
Benin torciу el gesto.
— Sigue siendo muy confuso… — murmurу.
Apuesto a que no. Por desgracia, o tal vez por suerte, йse no era el lugar ni el momento para olvidarse de todo y hablar con franqueza del trabajo de seguridad que ambos compartнan.
— Ay, Dios — dijo Maz y todos dejaron de caminar para examinar lo que habнa descubierto de pronto en una curva del sendero.
Un marco de bosques y una quebrada artificial. Bajo la luz del crepъsculo, entre los бrboles y a lo largo del arroyo, se agazapaban cientos de ranas arborнcolas, diminutas y luminosas, de colores acaramelados. Estaban cantando. Cantaban en acordes, acordes musicalmente perfectos: un acorde subнa y bajaba, e inmediatamente despuйs lo reemplazaba otro. La luz de las criaturas aumentaba y disminuнa de intensidad segъn el canto, y asн, la vista podнa seguir el progreso de cada una de las notas tanto como el oнdo. La acъstica de la quebrada llevaba esa mъsica que no era mъsica de un lado a otro, en tonos sinergйticos. Miles olvidу momentбneamente todos sus problemas, absorto por la belleza y el absurdo del espectбculo, hasta que una tosecita de Vorob'yev rompiу el hechizo y el grupo siguiу adelante.
Fuera de la cъpula, la noche de la capital se extendнa tibia, hъmeda y brillante como un damasco; rugнa con el ruido subliminal de la vida. La noche y la ciudad, prolongadas hasta el horizonte y mбs allб.
— Me impresiona el lujo haut… pero siempre termino pensando en el volumen de la base de sustentaciуn econуmica que tiene — comentу Miles a Benin.
— Cierto — asintiу Benin con sonrisa irуnica-. Y segъn tengo entendido, la tasa de impuestos per cбpita de Barrayar duplica la de Cetaganda. El emperador cetagandano cultiva el bienestar econуmico de sus sъbditos tanto como su jardнn. Al menos eso dicen.
Benin no era inmune a la tendencia cetagandana a la competencia. Y los impuestos eran un asunto muy variable en Barrayar.
— Lamento tener que estar de acuerdo — le contestу Miles-. El problema es que estamos obligados a igualarlos a ustedes en lo militar con un cuarto de los recursos reales. — Se mordiу la lengua para no agregar: Por suerte, no es demasiado difнcil, o alguna otra frase irуnica.
Pero en realidad Benin tenнa razуn, reflexionу Miles cuando el auto de superficie de la embajada se elevу sobre la capital. La gran semiesfera plateada resultaba impresionante hasta que uno miraba la ciudad que se extendнa cien kilуmetros a la redonda en todas direcciones, por no mencionar el resto del planeta y los otros siete mundos… y hacнa nъmeros. El jardнn Celestial era una flor, pero sus raнces estaban en otra parte, en el control haut y ghem de otros aspectos de la economнa. La Gran Llave le pareciу de pronto una palanca demasiado pequeсa para mover ese mundo. Prнncipe Slyke, creo que es usted un optimista.
10
— Tienes que ayudarme con esto, Ivan — susurrу Miles con urgencia.
— Eh? — murmurу Ivan, en tono de extrema neutralidad.
— No sabнa que Vorob'yev lo iba a mandar a йl. — Miles hizo un gesto hacia lord Vorreedi, que acababa de terminar su propia conferencia en voz baja con el conductor del auto, el guardia de paisano y el uniformado de la embajada. El uniformado llevaba el atuendo de fajina verde, como Miles e Ivan; los otros dos llevaban mallas y tъnicas largas hasta los tobillos en el tнpico estilo de Cetaganda. El oficial de protocolo tenнa mбs prбctica con la ropa cetagandana y se movнa con mayor soltura y comodidad.
Miles siguiу diciendo en voz baja:
— Cuando establecн esta cita con mi contacto, pensй que Vorob'yev nos mandarнa con Mia Maz… al fin y al cabo, esto tiene que ver con la Divisiуn de Damas o como se llame… No tiene por quй cubrirme. Lo que necesito es que lo distraigas un momento cuando llegue el momento de marcharme.
El guardia de paisano hizo un gesto con la cabeza y se fue. Un hombre de perнmetro. Miles memorizу la cara y la ropa. Otra cosa de la que tenнa que cuidarse. El guardia se alejу hacia la entrada de la exhibiciуn, que por cierto no se desarrollaba en un recinto normal. Cuando le habнan descrito el espectбculo, Miles se habнa imaginado alguna estructura cavernosa y cuadrangular como la que albergaba la Feria Agrнcola de Distrito en Hassadar. Pero el Salуn del jardнn de la Luna, como lo llamaban, era otra cъpula, una imitaciуn burguesa y diminuta del Jardнn Celestial. Bueno, no demasiado diminuta, en realidad: tenнa mбs de trescientos metros de diбmetro y se arqueaba sobre un suelo empinado e irregular. Bandadas de ghems bien vestidos, tanto hombres como mujeres, se acercaban al tъnel de la entrada superior.
— Y cуmo diantres voy a conseguirlo, primito? Vorreedi no es de los que se distraen con facilidad.
— Dile que me fui con una dama. Propуsitos inmorales. Tъ siempre tienes ese tipo de propуsitos… por quй yo no? — Los labios de Miles se torcieron tratando de suprimir una burla a los ojos en blanco de Ivan-. Presйntale a media docena de tus noviecitas. Me parece difнcil que no te encuentres con alguna por aquн. Presйntalo como el hombre que te enseсу todo lo que sabes sobre el Arte de Amor Barrayarйs.
— No es mi tipo — dijo Ivan entre dientes.
— ЎUsa la iniciativa!
— No tengo iniciativa. Yo sigo уrdenes, muchas gracias. Es mucho mбs seguro.
— De acuerdo. Te ordeno que uses la iniciativa.
Por todo comentario Ivan formу un taco con los labios, sin pronunciarlo.
— Estoy seguro de que acabarй arrepintiйndome.
— Aguanta un poco mбs. Unas pocas horas y todo habrб acabado. — Para bien o para mal…
— Eso ya me lo dijiste anteayer. Y resultу falso.
— No fue culpa mнa. Las cosas son un poco mбs complicadas de lo que suponнa.
— Recuerdas aquella vez en Vorkosigan Surleau, cuando encontramos aquel viejo depуsito de armas y nos convenciste a mн y a Elena de que te ayudбramos a activar el tanque flotante? Y despuйs chocamos contra el granero? Y el granero se derrumbу? Y mi madre me puso bajo arresto domiciliario durante dos meses?
— ЎIvan, tenнamos diez aсos!
— Yo lo recuerdo como si fuese ayer. Ayer y anteayer…
— Esa cosa ya se estaba cayendo. No hizo falta mucho para derrumbarla. Les ahorrу el precio de la demoliciуn. Por Dios, Ivan, Ўesto es serio! No puedes compararlo con… — Miles se interrumpiу cuando vio que el oficial de protocolo despedнa a sus hombres y se volvнa hacia los dos enviados con una leve sonrisa. Los tres entraron juntos al Salуn del jardнn de la Luna.