Выбрать главу

El tumulto de las aclamaciones llenó la sala del trono, y los gritos del nombre de Margaery estallaron en torno a Sansa. La niña se inclinó hacia delante, con las manos tensas, apretando la baranda de madera de la galería. Sabía qué venía a continuación, pero tenía miedo de lo que pudiera decir Joffrey, miedo de que se negara a liberarla aun así, cuando su reino entero dependía de ello. Se sentía como si volviera a estar en los peldaños del Gran Sept de Baelor, cuando esperaba que su príncipe se apiadara de su padre, y en lugar de eso oyó cómo ordenaba a Ilyn Payne que le cortara la cabeza.

«Por favor —rezó fervorosa—, que lo diga, que lo diga.»

Lord Tywin estaba mirando a su nieto. Joff le lanzó una mirada hosca, se movió inquieto y ayudó a Ser Garlan Tyrell a levantarse.

—Los dioses son bondadosos. Soy libre para seguir los dictados de mi corazón. De buena gana me casaré con vuestra dulce hermana, ser.

Entre las aclamaciones de todos los presentes, besó a Ser Garlan en la barbuda mejilla.

Sansa se sentía aturdida. «Soy libre.» Notaba todas las miradas fijas en ella. «No debo sonreír», se recordó. La reina se lo había advertido; sintiera lo que sintiera en su interior, para todos los demás debía poner cara de sufrimiento.

—No toleraré que humilles a mi hijo —dijo Cersei—. ¿Entendido?

—Sí. Pero, si ya no voy a ser reina, ¿qué será de mí?

—Eso está todavía por decidir. Por el momento permanecerás aquí, en la corte, como pupila nuestra.

—Yo quiero irme a casa.

—A estas alturas —dijo la reina con irritación— te habrás dado cuenta de que ninguno conseguimos lo que queremos.

«Yo sí —pensó Sansa—. Me he librado de Joffrey. No tendré que besarlo, entregarle mi virginidad ni parir a sus hijos. Que Margaery Tyrell se encargue de todo eso, pobre chica.»

Cuando cesaron las aclamaciones, el señor de Altojardín ocupaba ya su sitio en la mesa del Consejo, y sus hijos habían ido a reunirse bajo las ventanas con los otros caballeros y señores menores. Mientras otros héroes de la Batalla del Aguasnegras eran aclamados y recibían sus recompensas, Sansa trató de poner cara de tristeza y desamparo.

Paxter Redwyne, señor del Rejo, recorrió la sala flanqueado por sus hijos gemelos, Horror y Baboso, el primero cojeando a causa de una herida recibida durante la batalla. Los siguieron Lord Mathis Rowan, con una casaca nívea en cuyo pecho se veía un gran árbol; Lord Randyll Tarly, delgado y calvo, con el espadón en la vaina que llevaba a la espalda; Ser Kevan Lannister, achaparrado y de pelo escaso, con la barba muy corta; Ser Addam Marbrand, con una cabellera cobriza que le caía sobre los hombros; los grandes señores del oeste, Lydden, Crakehall y Brax.

A continuación entraron cuatro hombres de extracción no tan noble, que se habían distinguido en la batalla: el caballero tuerto Ser Philip Foote, que había matado a Lord Bryce Caron en combate singular; el jinete libre Lothor Brune, que se había abierto camino a mandobles a través de medio centenar de soldados Fossoway para capturar a Ser Jon de la manzana verde y matar a Ser Bryan y Ser Edwyd de la roja, con lo que se ganó el sobrenombre de Lothor Devoramanzanas; Willit, un canoso soldado al servicio de Ser Harys Swyft, que había sacado a su señor de debajo del caballo moribundo y lo había defendido contra una docena de atacantes; y un escudero casi imberbe llamado Josmyn Peckledon, que había matado a dos caballeros y herido a un tercero, además de capturar a otros dos, aunque no tenía más allá de catorce años. Willit estaba tan malherido que hubo que llevarlo en una litera.

Ser Kevan había ocupado un asiento junto al de su hermano. Cuando los heraldos terminaron de recitar las hazañas de cada héroe, se puso en pie.

—Es deseo de Su Alteza que estos hombres reciban la recompensa debida por su valor. Por decreto real, Ser Philip será de ahora en adelante Lord Philip de la Casa Foote, y pasarán a él todas las tierras, derechos e ingresos de la Casa Caron. Lothor Brune obtiene el rango de caballero, y cuando termine la guerra se le otorgarán tierras y un torreón en las tierras de los ríos. A Josmyn Peckledon se le entregará una espada y una armadura, podrá elegir el caballo que desee de las caballerizas reales, y cuando llegue a la mayoría de edad se le otorgará el rango de caballero. Y por último, al soldado Willit se le entregará una lanza con asta bañada en plata, una cota de malla recién forjada y un yelmo con visor. Además, los hijos del soldado entrarán al servicio de la Casa Lannister en Roca Casterly, el mayor como escudero y el menor como paje, y si sirven bien y con lealtad tendrán la oportunidad de hacerse caballeros. El Consejo Privado y la Mano del Rey consienten a todo lo expuesto.

Los capitanes de las naves del rey Viento salvaje, Príncipe Aemon y Flecha del río también recibieron honores, al igual que algunos oficiales de la Gracia de los dioses, la Dama de seda y la Cabeza de carnero. Por lo que Sansa sabía, su gran logro había consistido en sobrevivir a la batalla del río, hazaña de la que pocos podían alardear. Hallyne el Piromante y los maestres del Gremio de Alquimistas también recibieron el agradecimiento del rey, y a Hallyne se le otorgó el título de señor, aunque Sansa advirtió que no iba acompañado de tierras ni castillos, con lo que el alquimista era en realidad tan «señor» como Varys. El que se concedió a Ser Lancel Lannister era mucho más significativo. Además del título de señor, Joffrey le dio las tierras, el castillo y los derechos de la Casa Darry, cuyo último descendiente había perecido en las batallas de los ríos sin dejar herederos legítimos de la sangre de los Darry, sólo un primo bastardo.

Ser Lancel no se presentó para aceptar el título; según se decía, había sufrido heridas tan graves que podían costarle el brazo, o incluso la vida. También corría el rumor de que el Gnomo agonizaba por un corte espantoso en la cabeza.

Cuando el heraldo anunció el nombre de Lord Petyr Baelish, Meñique se adelantó con su atuendo rosa y violeta, y la capa con estampado de ruiseñores. Sansa vio que sonreía al arrodillarse ante el Trono de Hierro. «Qué satisfecho parece.» Sansa no había oído que Meñique hubiera hecho nada heroico durante la batalla, pero por lo visto daba igual y lo iban a recompensar.

Ser Kevan volvió a ponerse en pie.

—Es deseo de Su Alteza que su leal consejero Petyr Baelish reciba justa recompensa por sus fieles servicios a la corona y al reino. Por tanto, a Lord Baelish se le concede el castillo de Harrenhal con todas sus tierras e ingresos, para que lo convierta en su asentamiento y desde allí ejerza como Señor Supremo del Tridente. Petyr Baelish, sus hijos y sus nietos ostentarán estos honores hasta el fin de los tiempos, y todos los señores del Tridente le rendirán homenaje y serán sus vasallos. El Consejo Privado y la Mano del Rey consienten a todo lo expuesto.

—Os doy las gracias con toda humildad, Alteza —dijo Meñique, todavía de rodillas, alzando la vista hacia el rey Joffrey—. En fin, ahora tendré que dedicarme a hacer unos cuantos hijos y nietos.

Joffrey se echó a reír, y la corte entera con él. «Señor Supremo del Tridente —pensó Sansa—, y además señor de Harrenhal.» No entendía por qué estaba tan contento, eran honores tan huecos como el título concedido a Hallyne el Piromante. Harrenhal estaba maldito, eso lo sabía todo el mundo, y además en aquellos momentos no estaba en posesión de los Lannister. Encima, los señores del Tridente eran vasallos de Aguasdulces, de la Casa Tully y del Rey en el Norte; nunca aceptarían a Meñique como señor.