Cuando mueren por fin, ¿es consecuencia de ello una razzia de los descendientes, o no pasa nada, o qué?
— No lo sé, y tampoco Dar Lang Ahn. Mejor será que preguntes a esa especie de Profesor con quien estaba hablando cuando me oísteis. Ni siquiera sé si hay una única descendencia o varias, cuando las cosas transcurren normalmente.
— Eso es suficientemente obvio, ya que si sólo hubiera una, sin otro método de reproducción, la raza habría desaparecido hace tiempo. Tiene que haber muertes debidas a accidentes, de vez en cuando.
— Bien; a quien hay que preguntar es a un Profesor, de cualquier modo. Yo lo haré por ti cuando hable con él.
— ¿Por qué mantienen los Profesores a la mayoría de su gente en la ignorancia de esto? — preguntó otro.
— Tendrás que preguntarles a ellos. Si yo estuviera en su lugar lo haría para salvaguardar la paz, pero con el que he estado hablando dice que no les importa un número de muertes determinado.
— Me gustaría hablar al respecto con tu amigo.
— De acuerdo. Sin embargo, me temo que alguien tendrá que hacer un cuestionario.
Las preguntas y respuestas se sucedieron durante un buen rato, hasta que Kruger dejó de ocultar sus bostezos. Por fin, el comandante deshizo la reunión; pero aún tuvo el chico que esperar para descansar un rato. Procedió a enseñar el Alphard a Dar Lang Ahn, respondiendo a las preguntas de su pequeño amigo lo mejor que podía.
Por fin durmió, disfrutando de la ingravidez por vez primera en meses. No reparó en si Dar pudo dormir o no, en tales circunstancias, pero el nativo apareció por la mañana bastante fresco, por lo que Kruger supuso que lo había hecho. Dar se negó a probar alimentos humanos, pero Kruger se comió un desayuno tan grande que algunos de sus conocidos le tuvieron que advertir que podía hacerle daño. El relativamente bajo valor nutritivo de las plantas abyormenitas le había acostumbrado gradualmente a ingerir grandes cantidades cada vez que comía mientras estuvo en el planeta.
Satisfecho su apetito, informó al comandante, quien inmediatamente convocó otra conferencia, aunque esta vez sólo para científicos. Se decidió que había que dar prioridad al tiempo empleado en Dar, para que pudiera haber más intérpretes disponibles tan pronto como fuera posible. A los biólogos se les dijo que cogieran un módulo de aterrizaje y capturaran por su cuenta algunos animales; tendrían que adquirir la mayor parte de sus conocimientos de la manera más dura. Kruger les calmó prometiendo ayudarles con el Profesor mientras Dar estuviera dando clases de idiomas.
Sin embargo, los geólogos iban a necesitar la asistencia personal de Dar. Podían, por supuesto, hacer mapas de la superficie de Abyormen y ponerse personalmente a investigar puntos en los cuales fuera probable encontrar trozos de terreno sedimentado, pero el tiempo que así se perdería podía recibir usos mucho mejores. En consecuencia, se le enseñaron a Dar fotos en color de los tipos de roca que los especialistas esperaban encontrar allí y le preguntaron si había algún lugar en el planeta donde pudieran hallarse.
Por desgracia, no pudo reconocer ni una sola foto. Los geólogos podían haber renunciado en su empeño después de haber acabado de enseñarle fotos, pero Kruger se dio cuenta de que una de ellas era una muestra de travertina virtualmente idéntica al material depositado en los alrededores de la poza del géiser. Le señaló esto a Dar.
— Vuestras fotos no son demasiado buenas — fue la respuesta.
Veinte minutos después se pudo establecer que Dar Lang Ahn podía ver luz cuya longitud de onda oscilara entre cuarenta y ocho angstroms hasta un poco menos de dieciocho mil, esto es, no tanto en el lado de la luz violeta como el hombre, pero más de un octavo más que éste en el infrarrojo. Las fotos en color, que mezclaban los tres colores primarios haciendo combinaciones que reproducían lo que el ojo humano veía en el original, simplemente no reproducían más de la mitad de la gama de colores vistos por Dar. Como él decía, las fotos en color no eran buenas. El tinte del espectro reproducía, en aquella parte del espectro, los colores equivocados.
— No me extraña ahora que no comprendiera ninguna de sus palabras cuando se refería a los colores — murmuró Kruger con disgusto.
El problema se resolvió haciendo fotos en blanco y negro y dejando que Dar se concentrara en ellas. Después de esto pudo identificar más de la mitad de las fotos y decir dónde se podían hallar muestras de la mayoría. Tras una breve lección de geología, incluso sugirió áreas de fallas debidas al empuje de fuerzas interiores y exteriores, y cañones que dejaban al descubierto estratos hasta profundidades de cientos o miles de pies; los mapas que dibujó fueron más que suficientes para permitir localizar las regiones a las que se refería. Los especialistas en rocas se hallaban encantados. También lo estaban Dar Lang Ahn y Nils Kruger, este último por razones de su incumbencia.
El chico había vuelto a entrar en contacto radiofónico con el Profesor mientras todo esto sucedía y le contó cuanto había acaecido. Le explicó la información que los visitantes querían y le ofreció canjear toda la ciencia que la criatura quisiera. Por desgracia, el Profesor aún creía que demasiado conocimiento científico no le haría ningún bien a su gente. No se apearía de su creencia de que el conocimiento llevaría en su momento a los viajes espaciales, y que éstos acarrearían inevitablemente la ruptura del ciclo de vida abyormenita, ya que era ridículo suponer que otro planeta pudiera compararse a las características de Abyormen.
— Pero su gente no necesita quedarse en otros planetas. ¿Por qué no pueden limitarse a visitarlos para comerciar o aprender, o simplemente verlos?
— Te he mostrado Nils Kruger, que tu ignorancia sobre mi gente te llevó antes por el mal camino. Por favor, créeme cuando te digo que estás en un error al pensar que salir de este planeta les reportaría algún beneficio — permanecía fijo con esta idea y Kruger tuvo que ceder.
Informó de su fracaso al comandante Burke y se sorprendió en cierto modo ante la respuesta del oficial.
— Pues en cierto modo estás de enhorabuena al no haber aceptado el Profesor tu oferta.
— ¿Por qué, señor?
— Por lo que he podido entender, le estabas ofreciendo cualquiera de nuestros conocimientos técnicos por el que pudiera estar interesado. Admito que no estamos tan preocupados por la seguridad como hace unas pocas generaciones, cuando aún había guerras en la Tierra, pero en general se considera desaconsejable ser demasiado liberal en la concesión de técnicas potencialmente destructoras a una raza hasta que no la conozcamos bastante bien.
— ¡Pero yo sí que los conozco!
— Admito que puedas conocer a Dar Lang Ahn. Te has encontrado con otros pocos de su raza, algunos de sus Profesores, y has hablado por radio con un Profesor perteneciente a lo que pudiéramos llamar una raza complementaria. Me niego a creer que conozcas a la gente en general, y aun afirmo que podías haberte quedado en una posición algo equívoca si esta criatura hubiera aceptado tu oferta.
— Pero usted no objetó que todo el mundo le dijera a Dar cualquier cosa que preguntara.
— Debido a, aproximadamente, la misma razón por la que el Profesor tampoco se opuso a que tú se lo dijeras.
— ¿Quiere decir que porque se va a morir pronto? ¿No le permitirá volver a las Murallas de Hielo antes de ello? El confía en que así sea.
— Supongo que lo hará. No creo que ello pueda traer ningún mal; no se llevará ningún material escrito, y sin eso estoy seguro de que no puede hacer ningún daño.
Kruger puso en orden sus ideas; había estado a punto de mencionar la prodigiosa memoria del nativo. Quería que Dar Lang Ahn aprendiera cosas. Sabía que el pequeño nativo recordaría cuanto se le dijera o mostrara, y que todo lo que recordara se lo diría a sus Profesores en las Murallas de Hielo. El Profesor del poblado podría oponerse, pero parecía tener poco que hacer; Kruger había respetado su trato.