Выбрать главу

Pero fechados o no, los sedimentos tenían interés por sí mismos. Si Dar Lang Ahn había visto en su vida un fósil, no reparó en él más de dos veces. Esta omisión fue fácilmente remediada, ya que los sedimentos tenían su parte de residuos orgánicos. Una zona de caliza de unas doscientas millas de ancho, en el centro del continente, parecía estar compuesta en gran medida por un depósito de filones y se encontraron en varios puntos unos cuantos cientos de especies diferentes. Había gran cantidad de mariscos que, al menos a Kruger, le parecían traídos de la Tierra; un biólogo pasó un buen rato explicando las diferencias técnicas.

— Supongo — concluyó — que se puede encontrar gran cantidad de criaturas virtualmente idénticas a éstas en las costas actuales de nuestros océanos. Parece que los moluscos y sus parientes tienen una rara habilidad en salvar los cambios de planeta. Por la Tierra han estado alrededor de 500 millones de años; con cambios, sí, pero su estructura básica sigue siendo la misma.

— Te entiendo todo menos una cosa — Dar Lang Ahn replicó en su lento y cuidado inglés —. He estado todo el rato con vosotros aquí y he visto fósiles como éstos en diferentes estratos de roca, como dices que es razonable, pero nunca vi una criatura viva que se pareciera a estos fósiles.

— ¿Has pasado alguna temporada larga junto al mar?

— Mucho tiempo. Nils Kruger y yo viajamos alrededor de trescientas millas hace poco, sin contar las veces que estuve en mis ochocientos años anteriores de vida.

— ¡Lleva razón! — exclamó Kruger excitado —. Sabía que había algo raro en esa playa y no podía adivinar qué era. No había ninguna concha, ni algas dispersas, ni nada de esa naturaleza. ¡Con razón me parecía extraño!

— ¡Uf! Confieso que sin duda es raro. ¿Había algún otro tipo de criaturas marinas?

— No lo sé. Creo que existen animales de varios tipos viviendo bajo el agua, y estoy seguro de que hay plantas. Sin embargo, no puedo pensar que vivan allí muchos tipos diferentes — el biólogo pasó esta parte de la información a sus colegas dedicados al trabajo de campo, ya que estaba demasiado ocupado estudiando las interrelaciones de los fósiles para desarrollarla él mismo.

Gradualmente, estableció un orden a partir del caos. Para motivos de comprensión, dividió el pasado de Abyormen en períodos cuyas fronteras en el tiempo parecían establecidas por las inundaciones generales de este continente que habían originado los lechos de caliza. Los geólogos no pudieron encontrar evidencias con que definir los períodos de formación de las montañas, lo cual resulta generalmente mejor para este propósito; en Abyormen, como habían sospechado, la actividad orogénica parecía estar uniformemente repartida a lo largo del tiempo.

Existían, por supuesto, muchas razones por las cuales ese mundo podría ser más activo en seísmos que la Tierra. Era más grande, con un diámetro de novecientas cien mil millas y una masa un cuarenta por ciento más grande que la de la Tierra, de forma que un hombre de ciento setenta libras pesaba en su superficie ciento ochenta. Las diferencias porcentuales eran pequeñas, pero la cantidad total de fuerzas orogénicas disponibles era muy superior a la del planeta de donde proviene la especie humana. De cualquier forma, ahí estaba la evidencia: los períodos de formación de montañas eran cortos, frecuentes y locales.

Esto debía haber contentado al departamento de biología, aunque los fósiles vertebrados les proporcionaron, para su desgracia, más quebraderos de cabeza.

No había resultado difícil establecer una secuencia bastante aproximada de la vida del planeta, recorriendo lo que tenían que haber sido varios cientos de millones de años, si la Tierra hubiera podido servir de ejemplo. Esta secuencia empezaba con cosas que tuvieran una parte inferior lo suficientemente dura como para protegerlas, seguía por criaturas con huesos comparables a los peces y acababa con unas criaturas con piernas que respiraban bastante claramente aire y que se pasaban la vida, en su mayor parte, en tierra firme. Hubiera sido simpático poner el final de esta serie en una página, en su parte inferior, y Dar Lang Ahn en la superior, con las formas intermedias en medio, pero esto resultaba imposible, ya que todos los fósiles vertebrados en los que se encontraban brazos óseos tenían seis. Dar era lo suficientemente humanoide como para poseer dos brazos y dos piernas, sin ningún trazo visible de tener más.

A requerimiento de los biólogos, el nativo accedió a ser fotografiado por rayos equis.

Estaba tan interesado como el que más en saber los resultados, y pudo ver como cualquier biólogo que su esqueleto no tenía rastros de una tercer pareja de apéndices.

Dar estaba ya tan familiarizado con los principios generales de la evolución como un ser humano ordinario y podía ver la razón por la cual los profesionales se hallaban preocupados. Antes incluso de que nadie preguntara, comentó: — Parece como si nada de lo que habéis encontrado en las rocas pudiera ser un ancestro directo de mi raza. Supongo que podemos haber venido de otro mundo, como Nils Kruger creyó una vez, pero no hay nada en ningún libro que haya leído, o que me haya dicho algún Profesor que haga pensarlo.

— Eso acaba con esta hipótesis — señaló con tristeza el biólogo.

— No del todo; es posible que sucediera hace tanto tiempo que o no lo registramos o se han perdido dichos registros en el tiempo transcurrido. Sin embargo, me temo que será difícil de demostrar.

— Probablemente tengas razón. Creo que lo mejor que podemos hacer es buscar formaciones que sepamos positivamente son más recientes.

Los geólogos habían escuchado esta conversación; sucedió durante uno de los regulares intervalos que tomaban para comer. Uno de ellos habló entonces: — Es un poco duro mirar descuidadamente una formación y decir: «tiene menos de un millón de años de antigüedad». Estamos alerta, por supuesto, pero sabéis perfectamente que ese fechaje viene después de la excavación y tras encontrar fósiles y compararlos con otras formaciones.

— ¿Qué pasa con el material sin consolidar que se encuentra en forma de piedras sueltas en las partes inferiores de las lomas o en las cavernas?

— No es nuestro campo, pero arramblaremos con todo el que nos encontremos. No estoy muy seguro de recordar ningún país originado a partir de cavernas, aunque parte de estas capas de caliza pudieran rellenar las formaciones con la cooperación del clima.

— He oído hablar de cavernas en otros continentes donde se pueden encontrar unos extraños diagramas y dibujos en las paredes — dijo Dar Lang Ahn. El grupo entero se volvió hacia él como un solo hombre.

— ¿Nos puedes llevar allí? — varias voces hicieron esta pregunta casi simultáneamente.

— Puede ser. Sería más seguro si fuéramos a una de las ciudades del continente e hiciésemos que alguno de los individuos del lugar nos sirviera de guía.

Así fue dispuesto, después de consultar con el comandante Burke en el lejano Alphard.

Otro módulo bajó de la nave, de forma que los geólogos tuvieran un medio de viaje, y varios especialistas más descendieron en él.

El continente en cuestión se encontraba lejos, al suroeste del lugar donde se desarrolló el trabajo, pero estaba aún iluminado por el rojo Theer. Dar Lang Ahn encontró una ciudad sin dificultad, y después de dar las usuales explicaciones requeridas por la presencia de los seres humanos pudo obtener un guía. De hecho, muchos de los ciudadanos fueron con ellos para ver trabajar a los extranjeros; no había mucho de importancia que hacer, ya que todos los libros de esta ciudad en concreto se habían llevado ya a las Murallas de Hielo y la gente estaba simplemente esperando la muerte.