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Así pasaba el tiempo. Gradualmente, iba disminuyendo el número de planeadores, al cesar las llegadas y dirigirse al otro hemisferio los que allí estaban. La vista de la indiferencia con que estos seres empezaban sus últimos vuelos resultaba deprimente, no sólo para Kruger, sino también para los demás seres humanos que estaban contemplándolo.

— Supongo que dependerá únicamente de la forma en que seas educado — señaló uno de los hombres —, pero si supiera que sólo me quedaba una semana de vida tendría un aspecto mucho más circunspecto.

— Creo que les quedan unas tres semanas — dijo Kruger —. Cierran este lugar con un año de adelanto sobre el momento en que se espera el cambio atmosférico, para estar más seguros.

— No seas tan sutil.

— No trataba de serlo. Saqué la impresión de que Dar sentía lástima de nosotros por tener que vivir día tras día sin saber cuándo sobrevendría nuestro fin. Supongo que le será también a él difícil darse cuenta de que estamos habituados a ello, como lo es para nosotros comprender su actitud.

— Es cierto — una nueva voz respondió y Kruger se volvió para ver al comandante Burke de pie en la entrada al módulo —. Me hubiera gustado haber conocido mejor a tu amigo, señor Kruger, pero supongo que nunca llegamos a conocerle realmente, ni tú incluso.

— Puede ser que no, pero no puedo evitar pensar que sí le conocía.

— Mejor para ti. ¿No ha llegado casi el momento de cerrar las puertas? Varios hombres más estaban emergiendo de la pequeña nave.

— No he seguido la pista muy de cerca, señor, pero creo que será algo así. Casi todos los planeadores se han ido y… he visto salir a algunos Profesores de la plataforma y empezar a merodear por la montaña — su voz tembló un poco al decir esto y el comandante asintió con gravedad.

— Sí; el que le servía de guía se fue la última vez que se quedó dormido.

— ¿Qué? No lo sabía, señor.

— Sabía que lo ignoraba. Le aconsejé que lo hiciera entonces. Creí que sería mejor así — había algo en el tono de voz del oficial que prohibía que se le formularan más preguntas.

Algunos más de los Profesores gigantes aparecieron entonces en la plataforma y los hombres dejaron su conversación para observarlos. Uno se aproximó al grupo y habló.

— Vamos ahora a comprobar el cierre de las puertas del exterior. Están situadas a cierta distancia en el interior del túnel, ya que hemos encontrado conveniente dejar que el hielo penetre en las cavernas superiores en la última parte de la estación caliente. ¿Os importaría venir con nosotros para contemplar esta operación.

— ¡Espere un minuto! ¡Dar Lang Ahn prometió verme antes de que se cerraran las puertas! ¿Dónde está?

— Se dirige hacia aquí. Si vienes con nosotros lo encontrarás en el túnel. Veo que su planeador le está aguardando — el ser se volvió sin decir nada más y los hombres le siguieron, fijándose Burke en el aturdido Kruger, que se veía la pena asomar en su rostro.

Las puertas estaban a unas trescientas yardas en el interior del túnel, y de acuerdo a la predicción del profesor, Dar Lang Ahn les estaba esperando a su lado.

— ¡Eh, Nils! — gritó al aparecer a la vista el chico —. Siento haber tardado tanto. Había mucho que hacer, créeme.

— ¡Dar! No puedes haber terminado…, pero este Profesor dijo…

— Claro que acabé. Tenía que hacerlo. Vamos a la superficie, pues tengo que examinar mi planeador. ¿O prefieres ver cómo cierran la puerta?

— ¡Pero no pueden cerrarla! ¡No puedes haberles dicho todo lo que aprendiste de nosotros. ¡Tienes que quedarte y ser un Profesor para la próxima generación! — el pequeño nativo estuvo en silencio un rato y luego habló en voz suave.

— Ven conmigo, Nils. Tal vez haya hecho algo que no debiera, pero ya está hecho.

Trataré de explicártelo — gesticuló a lo largo del túnel y el chico le obedeció en silencio, manteniéndose al lado de su pequeño amigo. Dar empezó a hablar mientras andaban; el comandante les miró, moviendo la cabeza.

— Nils, no podía hacerlo. Pensé en lo que acabas de mencionar, y cuando empecé a aprender cosas de vosotros, en cierto modo, planeé hacer lo que acabas de sugerir. No me agradaba, por supuesto, pero parecía ser mi deber. Entonces permanecí contigo y tu gente y… seguí aprendiendo. Astronomía, geología, biología, arqueología, matemáticas y todas las otras especialidades representadas por la gente de tu grupo. Era demasiado para mí.

— ¿Demasiado para que tú lo recordaras? — cortó Kruger, sobreponiendo momentáneamente su sorpresa a su disgusto.

— No demasiado para recordar, no, pero sí demasiado para digerir bien. Podía haberme quedado aquí abajo y dictar muchos y muchos libros sobre todo lo que había visto hacer o oído decir, pero aunque entendiera una buena parte de ello mi gente no lo hubiera hecho.

Había algo que necesitaban más y poco a poco llegué a comprender lo que era.

«Es un método, Nils. Esa es la forma en que vosotros resolvéis los problemas, mediante la conjunción de la experimentación y la imaginación. Eso era lo que mi gente tenía que aprender y lo que yo tenía que mostrarles. Después de todo, sus problemas son diferentes de los vuestros y tendrán que solucionárselos ellos mismos. De acuerdo que los hechos son también importantes, pero no les ofrecí demasiados. Sólo muestras dispersas de información para que puedan comprobar sus respuestas de vez en cuando.

— Entonces… ¡Entonces es por mi propia falta que estás haciendo esto!

Deliberadamente te hice llegar información de todos los campos que pude para que no tuvieras ninguna oportunidad de haberla registrado toda antes del momento de la muerte.

— ¡No! No es falta tuya, si es que se le puede llamar así. Me enseñaste, indirectamente lo admito, todo lo que necesitábamos aprender. Estaba buscando una excusa para no quedarme atrapado en las Murallas; si dices que me la proporcionaste tú, de acuerdo, y gracias — dejó de hablar; habían llegado a la plataforma y Dar empezó sin más preámbulos a asegurarse de que su planeador se hallaba dispuesto para el despegue.

— Pero… ¿no puedes venir con nosotros? No tienes por qué volver a Kwarr y… y… — Kruger no pudo acabar su frase. Dar dejó su tarea y le miró estrechamente. Durante un momento pareció dudar en tomar una decisión; después movió su cabeza haciendo el gesto negativo que había aprendido de Kruger.

— Me temo que no. Creo sentir cómo te sientes, amigo Nils, y en cierto modo me da pena dejarte atrás, pero… ¿vendrás tú conmigo? — casi hizo su equivalente a una sonrisa al preguntar esto. Kruger permanecía en silencio.

— Por supuesto que no…, no podrías. Esperas vivir aún mucho tiempo, aunque no sepas cuánto — apretó una de las manos de Kruger con su pequeña zarpa —. Nils, dentro de muchos de tus años habrá aquí bastante gente que serán parte de mí. Yo me habré ido, pero tal vez estés tú aún por el mundo. Tal vez con lo que tú y yo hemos hecho por ellos algunos lleguen a ser científicos, y sabrán tener respeto en vez de desprecio por los «calientes», y empezarán algo que con el tiempo podrá convertirse en una civilización como la vuestra. Me gustaría pensar que tú les estarás ayudando.

Saltó al asiento del planeador y, sin dejar al chico tiempo para decir una palabra, soltó la catapulta.

Kruger contempló cómo el pequeño aeroplano desaparecía de su vista, lo cual no tardó mucho en suceder, ya que sus ojos no se encontraban todo lo despejados que debían; pero aún estaba con la cara vuelta hacia donde se había ido cuando murmuró: — ¡Estaré! — se dio la vuelta a la vez que el ruido sordo de una gran puerta sonaba desde el túnel.

FIN